(L140) Austerlitz (2001)
W.G. Sebald, Austerlitz (2001)
Volvemos a
comentar en el blog una novela de este autor tan especial. W.
G. Sebald (1944-2001) quien sigue ocupándose, desde diferentes ópticas, del
tema la emigración y el desgarramiento que produce en los seres humanos, en
esta ocasión comentamos su última obra Austerlitz
(2001). Me he ayudado para elaborar este artículo del excelente ensayo del bloguista
argentino Leandro Fanzone.
Argumento: En la oscura
nave de la estación de Amberes había un hombre joven, rubio, con pesadas botas
de excursionista y una vieja mochila, ocupando en tomar notas y hacer dibujos
en un cuaderno. El narrador lo observa fascinado, y comienza una relación que
transcurre durante décadas y cautiva cada vez más a quien la narra. Jacques
Austerlitz se llama el enigmático extranjero y, aunque vive en Londres desde
hace muchos años, no es inglés. En los años cuarenta, siendo un niño judío
refugiado, llegó a Gales y se crió en casa de un párroco y su mujer, personas
mayores y tristes. El chico crece solitario y cuando, después de muchos años, conoce
su verdadero origen y su nombre, sabe también por qué se siente extranjero
entre los hombres. W.G. Sebald recoge en este libro la historia de un ser
trastornado, desarraigado que no puede encontrar su hogar en la tierra.
Sebald sigue
pensando en esa atrocidad de dimensiones inverosímiles que fue perpetrada
inexplicablemente por su pueblo, y necesita entenderlo, acercarse a ese hecho
brutal desde algún lugar. Es significativo que ese lugar en su libro sea un
extranjero que está fuera de la cultura de Alemania, que no habla el alemán. Se
dice que en el libro Sebald es el interlocutor del personaje Austerlitz, el testigo
de su catástrofe personal. Ya en Los
Emigrados (1992) Sebald estaba tratando de abordar el problema del
desarraigo y la identidad, el problema de un hombre que se marchita cuando no
puede aferrarse a nada sin raíces, el problema de la memoria en relación a la
construcción de una persona. Es el pathos
del propio escritor, tanto como individuo como parte de un colectivo, y en Austerlitz profundiza este dilema tan
europeo, apuntando a lo que para la mayoría fue inasible. Uno pensaría que
trabajar el Holocausto, un tema enorme, requiere gestos igualmente colosales,
literatura desmesurada, vastas catarsis y condenaciones; Sebald, en cambio, es
delicado, sutil, tenue. Matiza con fotos en blanco y negro de una melancolía
indecible, alude en vez de señalar, construye sensaciones a través de párrafos
de fina escritura. Sebald deja al lector sintiendo cosas que no sabe nombrar,
que no están en las palabras que acaba de leer, que se forman con la
acumulación de una prosa que fluye meandrosa y nostálgica, que horada al
lector, que lo hunde con gotas microscópicas de ficción en una realidad que es
como un océano.
En fin,
encontrar un libro que emociona es para mí una rara excepción. Hablar de un
autor actual que tiene una obra (pequeña pero) genial raya en lo milagroso. Hay
quien lo quiere equiparar a Joyce; en la forma para mí está más cerca de la
intensidad de Franz Kafka[1].
Kafka era judío y escribía en alemán entre checos; Sebald escribía en alemán
entre ingleses sobre los judíos. Kafka, en la carta a su amigo Oskar Pollak del
27 de Enero de 1904, escribía en alemán:
“Creo que deberíamos
leer solamente aquellos libros que nos apuñalan y nos lastiman. Si el libro que
leemos no nos despierta con un golpe en la cabeza, ¿para qué lo leemos? (…)
Necesitamos libros que nos afecten como un desastre, que nos hagan sentir
dolor, como la muerte de alguien que amábamos más que a nosotros mismos, como
ser exiliados a un bosque que esté lejos del mundo, como un suicidio. Un libro tiene que ser el hacha que rompa el
mar helado que hay dentro nuestro”.
Austerlitz es, junto con El Proceso, uno de "aquellos libros". Espero que os
guste.
[1] En un momento Sebald
está describiendo a los alemanes que informan la deportación a los judíos,
"que eran sorprendentemente semejantes y tenían un rostro impreciso y
brillante"; a continuación describe su forma de vestir: "llevaban
chaquetas con diversos pliegues, bolsillos, botones y un cinturón, que, sin que
se pudiera saber con claridad para qué servían, parecían especialmente
apropiados". El lector asiduo de Kafka reconoce inmediatamente la cita
literal de El Proceso, los mensajeros
alemanes son los mensajeros que advierten a K. que hay un proceso en marcha en
contra suya.
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