(L204) Los anillos de Saturno (1995)
W G. Sebald, Los anillos de Saturno (1995)
Continuamos con
el comentario de las novelas de W.G.Sebald
(1944-2001)
que son una reflexión humanística que huye de la ficción. Su escritura me recuerda
a Magris y a Clézio. Los anillos de
Saturno (1995) es una peculiar obra que mezcla ficción, autobiografía e
historia.
Argumento: El protagonista, que, como en la
mayoría de sus historias, es el mismo Sebald, decide realizar un viaje al
condado de Suffolk. En esta localidad de la costa este de Inglaterra Sebald
inicia extensas caminatas en las que, de alguna forma, busca reposo ya que ha
concluido hace poco un trabajo importante. El autor fusiona la autobiografía,
el ensayo, el reportaje periodístico, el artículo científico, la poesía y el
relato breve. La historia nos hace cómplices de auténticas multiplicidades
documentales donde los recuerdos y los datos son siempre acompañados de una
cuota astuta de misterio.
El inicio se lo
adjudica Thomas Browne, el célebre médico al cual Borges consideró el mejor
prosista en lengua inglesa, y vio probablemente en los muertos el estético
fracaso humano por superar al tiempo: «El médico, que ve cómo las enfermedades
crecen y devastan los cuerpos, comprende mejor la mortalidad que el
florecimiento de la vida. Le parece un milagro que podamos durar un solo día
siguiera. Contra el opio del tiempo que transcurre, escribe (Browne) no ha
crecido hierba alguna. El sol de invierno presagia la presteza con la que se
extingue la luz en las cenizas y nos envuelve la noche. Las horas se van
hilvanando una tras otra. Incluso el mismo tiempo envejece. Pirámides, arcos de
triunfo y obeliscos son columnas de hielo que se derriten. Ni siquiera aquellos
que encontraron un lugar entre las imágenes del cielo han podido mantener su
fama eternamente. Nimrod se ha perdido en Orión, Osiris en Sirio. Las mayores
estirpes apenas han sobrevivido a tres robles. Dar el propio nombre a cualquier
obra no asegura a nadie el derecho al recuerdo, pues quién sabe si precisamente
las mejores no habrán desaparecido sin dejar huella. Las semillas de la amapola
crecen por doquier, y si de improviso un día de verano nos sobreviene la
miseria como si de nieve se tratase, no deseamos más que ser olvidados. Tales
son los círculos en los cuales giran los pensamientos de Browne».1
Aparece un
pequeño Joseph Conrad que en su infancia observa como su familia utiliza los
salones de su casa para las reuniones del comité nacional ilegal polaco que,
años más tarde, tendría momentos decisivos en la selva congoleña con un cónsul
británico que revelará los crímenes que sufre la población autóctona: «Ante los
ojos de quien navegue por la parte superior del Congo río arriba (…) se revela
la agonía de un pueblo entero en todos sus pormenores que desgarran el corazón
y dejan sumidas en las sombras las historias bíblicas del sufrimiento».2 También figuran Flaubert, Chautebriand, Swiburne y Borges, del cual
Sebald realiza una cuidada observación del relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (1941) de Jorge Luis Borges, donde a
través de lo que es irreal se llega a una nueva realidad.
«También
Chateaubriand intentó realizar más adelante –en una media en comparación
humilde- el ideal de la naturaleza asentado en este vacío. Cuando en 1807
regresó de su largo viaje a Constantinopla y a Jerusalén, en La Vallée aux
Loups, cerca de la población de Aulnay, se compró una casa oculta entre colinas
arboladas. Allí comienza a escribir sus recuerdos, y, justo al comienzo,
escribe de los árboles que ha plantado y de los que él mismo se ocupa uno por
uno. Ahora, escribe, son aún tan pequeños que yo les doy sombra cuando me pongo entre ellos y el sol. Pero alguna
vez, en un futuro, cuando hayan crecido, me devolverán la sombra y protegerán
mi vejez tal como yo les he protegido a ellos en su juventud. Me siento unido a
los árboles, para ellos escribo sonetos y elegías y odas; como a niños los
conozco a todos por sus hombres y sólo deseo morir bajo su sombra».3
Los anillos
saturninos que rodean al individuo son inversamente proporcionales a los
anillos que se encuentran en la corteza de un árbol. Así son un poco los
relatos de Sebald, van dando vueltas alrededor del hombre y de su historia, de
su paso por la tierra, utilizando para ello una prosa melancólica, escéptica y
resignada ante el final que a todos nos acecha. Mezcla fotografías, mapas y
dibujos en medio del relato, una especie de collage literario, original y
personal.
De Sebald ya
hemos comentado Los emigrados (1992)
y Austerliz (2001). Un autor especial
para lectores sensibles como vosotros.
NOTAS:
1. W.G. Sebald, Los anillos de Saturno, Anagrama,
Barcelona, 2008, p. 33.
2. Ibídem, p.
144.
3. Ibídem, p.
288.
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