(L351) Vía revolucionaria (1961)


Richard Yates, Revolutionary Road (1961)

La escritura de Richard Yates (1926-1992) refleja el primer estadio de la frustración de hombres y mujeres ante ese ideal imposible; el “crack” ideológico y sentimental que el sueño americano provoca.

Este notable autor ha sido rescatado para la literatura gracias al cine. El director Sam Mendes ha dirigido Revolutionary Road, reuniendo en la película a los actores de "Titanic", Leonardo Di Caprio y Kate Winslet (esposa de Mendes en ese momento), estrenada el 26 de diciembre de 2008.

Argumento: Corre el año 1955 y nos encontramos en Connecticut. Los Laurel Players son un grupo de teatro aficionado que representa El bosque petrificado del dramaturgo Robert Emmet Sherwood. La puesta en escena de la obra resulta un desastre.

Franklin H. Wheeler va a recoger a su esposa al camerino y no sabe que decirle. April parece afectada, no quiere ir a tomar una copa con unos amigos y prefiere volver a casa. Una casa y un barrio aburridos del extrarradio. Concretamente una urbanización llamada Revolutionary Hill Estates. Frank estuvo en la guerra de Europa a los dieciocho años. Nos explica cómo conoció a April. Ella era una chica de bandera.

Frank recuerda a su padre, cuando él era pequeño, sus herramientas para la madera, el maletín de vendedor, la fuerza de sus manos. Los padres de Frank están muertos, los de April también. A ella la dejaron con unas tías, sus padres se divorciaron al año. El padre se suicidó y la madre acabó alcohólica.

Es festivo y Frank está haciendo un camino de piedras en el jardín. Piensa que en su vida todo ha sido una sucesión de cosas que no ha querido hacer: un embarazo prematuro, un trabajo anodino, un apartamento caro, otro hijo para demostrar que el primero no había sido un error, una casa en el campo, una mujer que lo quiere solo cuando es simpático y que lo está amenazando constantemente con dejarlo.

La pareja lleva todo el fin de semana sin hablarse. Afortunadamente reciben la visita de sus vecinos, los Campbell, el domingo por la tarde. Llega un momento en que no tienen nada que decirse y empiezan a cotillear sobre los otros vecinos. April pone cara de aburrimiento.

A los diez años el padre de Frank lo lleva a visitar el edificio Knox donde están los jefes de su padre. Años después trabajará para la misma empresa. Su trabajo resulta tedioso y aburrido. Así que intenta, y lo consigue, procrastinar todo lo que puede. Invita a comer a Maureen, una atractiva secretaria. Van a un restaurante lejano; durante la comida la chica habla por los cosos y él bebe demasiado. Después ella lo invita a su apartamento donde follan estupendamente. A las siete tiene que volver a casa, Frank se siente sumamente agradecido.

Al llegar a casa April y los niños lo esperan con un pastel de aniversario. Cena con apetito, se come un buen trozo de pastel. April le ha pedido perdón por su comportamiento de los últimos días. Se ducha y luego en el dormitorio April le propone dejarlo todo, la vida que detestan e irse a vivir a Europa...

Comentario: vi la película al poco de su estreno y años después he leído el libro. En el film veía que los personajes sufrían en una vida encorsetada y aburrida (¿Y quién no la tiene parecida?), pero me faltaba acceder a sus pensamientos. Pues bien, con la lectura del libro lo he conseguido.

La historia de los Wheeler es vista como el lado oscuro del American way of life. Los daños colaterales de la domesticación por el consumo y los costes psicológicos que produce la uniformidad. Sin embargo, el tema de esta novela es algo que nos resulta mucho más próximo e igual de actual que lo que pudo ser en los años cincuenta.

Esta dramática historia supone una aproximación espléndida al derrumbe de una relación por la muerte de los puentes que los unen. Ambos parecen empujarse mutuamente, alimentar las ilusiones del otro, hasta un punto en el que ninguno parece ya capaz de controlar las fuerzas que ha desatado.

Revolutionary Road nos habla de los límites, los propios y los de una relación. Todos, llegado un momento, hemos de enfrentarnos al hecho de no estar a la altura de nuestros sueños de juventud, lo que no ha de impedirnos estar a la altura de nuestros sueños de madurez. No hay que conformarse. ¡Sigamos adelante! Ya nos parará la vida, no lo hagamos nosotros. Uff ¿pero qué euforia es esta? Me desconozco. Seguramente he puesto demasiadas hierbas en la comida.

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