(L352) Las cosas (1965)


Georges Perec, Las cosas (1965)

Seguimos comentando algunas de las obras más destacadas de Georges Perec (1936-1982) que aunque no es un escritor leído por multitudes sí que es un escritor de culto al que una temprana muerte privó de una obra más extensa y conocida. Para mí es un autor cuya sensibilidad y forma de entender la vida se asemeja mucho a la mía.

Argumento: Se nos describe una estancia al atardecer, donde brilla la madera pulimentada, la seda densa, el cristal tallado, la piel flexible. Sería un lugar de paz, una tierra de felicidad. La vida entera podría desarrollarse armoniosamente entre aquellas paredes cubiertas de libros, entre aquellos objetos domesticados hecho para su único uso.

A Sylvie y Jérôme les hubiera gustado ser ricos. Habrían sabido vestir, mirar y sonreír como la gente rica; sin embargo eran devueltos a la realidad de su vivienda exigua, sus comidas diarias, sus vacaciones pobretonas. Aunque todo París era una perpetua tentación. Vivian en un piso diminuto que daba a un jardín. La casa era vieja, vetusta, agrietada, los pasillos sucios, empapados de humedad, impregnados de humos grasientos. Se felicitan de la excelencia del barrio pero la realidad es que los escasos treinta y cinco metros de la vivienda los asfixian. A Jérôme y Sylvie la mera perspectiva de las obras los asusta, lo provisional reina. Sueñan que habrían llamado a los arquitectos y a la vuelta de un crucero lo tendrían maravillosamente agrandado y reformado. Su amor al bienestar les lleva a hacer sus primeras incursiones en las tiendas de lujo. Esperan vivir, esperan el dinero.

Abandonaron la carrera universitaria ante la perspectiva de un trabajo agotador y una paga exigua. Se hacen psicosociólogos, se dedican a hacer encuestas. Durante años realizan multitud de encuestas sobre todo tipo de productos. Cuando tienen algo de dinero descubren la moda inglesa; también el mercado de les Puces donde hay ropa de todo tipo. Dejaron su cuarto y los restaurantes universitarios y se mudaron a un pisito con dos habitaciones que daba a un bonito jardín. Dan largos paseos por París, se detienen en todas las tiendas de antigüedades. Empiezan a cambiar y a saber que significa ser gente de bien.

Sus amigos pertenecen casi todos a los medios publicitarios y llevan una vida parecida, con historia y puntos de vista similares. Son lectores del semanario L’Express y aunque discrepen de él políticamente, no dejan de leerlo porque es el reflejo de sus gustos y deseos de consumidores. Jóvenes y con algo de dinero. Recomienda tiendas donde el gusto del momento exigía un cambio de la decoración anterior. Acuden a las rebajas y a las tiendas de segunda mano. «En el mundo en que vivían, era casi de rigor desean siempre más de lo que se podía adquirir». Casi todos ellos provienen de la pequeña burguesía, carecen de pasado y tradición y no esperan herencia alguna. Les gusta olvidar juntos, les encanta beber. «Sentían pasión por la libertad. Les parecía que el mundo entero estaba hecho a su medida». Organizaban cenas en casa de uno u otro, verdaderas fiestas. Comen de modo mediocre, productos simples sin aliños, influencia de su época de estudiantes. Eran cinéfilos, habían crecido con él. Les gustaba de todo, no son demasiado sectarios. Sobre todo los westerns, los thrillers y las comedias americanas. Frecuentan salas sin gracia, mal equipadas. Luego resulta que no era la película perfecta que habían querido vivir.

Así vivían ellos y sus amigos. Les bastaba con estar ahí, pasear, frecuentar un pequeño restaurante. Todas ellas expresiones de una felicidad inagotable. Lo malo de las encuestas es que no duran y que un día se tendrían que dedicar plenamente al trabajo. A los treinta años se desconfía de alguien que no ha sido nunca fijo, uno debe haber llegado o no es nada. Sin embargo quien trabaja deja de vivir…

Comentario: Una pareja de jóvenes pequeñoburgueses en el París de los años sesenta. Se ganan la vida haciendo encuestas, sin embargo la sociedad de consumo les hace desear cosas que no pueden comprar. La necesidad de belleza y perfección les lleva a desprenderse de sí mismos, a alienarse. Viven de sueños. La sociedad capitalista fomenta expectativas artificiales que la mayoría de personas no pueden satisfacer. El “tener” promete “ser” y sin embargo no es así.

¿Las cosas nos poseen o las poseemos nosotros a ellas? Poseer cosas no nos hace más felices ni dichosos. En cambio relacionarnos entre nosotros y disponer de tiempo libre sí. Vuelve a aparecer la gran confrontación que todo joven se hace en el momento de llegar a la edad adulta: O trabajar o vivir. Si trabaja come pero no vive, si no trabaja vive, pero no come y esta precariedad tampoco le resulta satisfactoria. Tiene que renunciar a uno de los principios rectores de la existencia y eso causa mucho dolor.

De Perec hemos comentado en el blog Un hombre que duerme (1967) y la magnífica y compleja La vida instrucciones de uso (1978).

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