(L362) Obra completa (1490)


Jorge Manrique, Obra completa (1490)

Para no comentar solo el poema más conocido Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique he decidido hacerlo de su Obra completa que no es demasiado extensa; es un libro que se lee en un rato y muy a gusto. Pero no por ello deja de ser un libro inmortal.

Las coplas a la muerte de su padre (1490), cuya primera edición se hizo en Zaragoza, están dedicadas al padre de Jorge Manrique (1440-1479) que fue el gran Maestre don Rodrigo Manrique quien “puso con éxito más de cincuenta veces su vida en el tablero, saliendo todas ellas vivo y vencedor en veinticuatro ocasiones frente a moros y cristianos”. No solo era guerrero sino hombre enamorado, se casó tres veces. De la primera mujer doña Mencía de Figueroa nació Jorge Manrique. Don Rodrigo murió a los setenta años en la ciudad de Toledo el año 1476. El epitafio puesto en la tumba de don Rodrigo sintetiza el concepto caballeresco del honor:

“Aquí yace muerto el hombre
Que vivo queda su nombre".

El evocar glorias caducas por medio de interrogaciones es procedimiento muy antiguo. Menéndez Pelayo en su Antología lírica de poetas castellanos (1890-1908), y también Huizinga, en el Otoño de la Edad Media (1919), señalan abundantes ejemplos.

Pero la moda, la verdadera predilección por esta fórmula, es absolutamente medieval. ¿Qué ha sido de monarcas y vasallos, héroes, amadores y beldades? Ubi sunt? ¡Cómo ha resonado esta pregunta desoladora en toda la Edad Media!

También había inquirido Petrarca el paradero de riquezas, honores, gema, cetros, coronas y mitras. Pero Petrarca sabe que un bel morir tutta la vitta honora.

Un espíritu como el de Jorge Manrique, consagrado al amor y a la guerra, se magnificó al contacto de la muerte. Don Jorge conoce las tremendas palabras del Génesis, “Polvo eres y en polvo te convertirás”. El profeta Isaías le ha dicho: “No os acordéis de las cosas pasadas, y no miréis a las antiguas”. Y el rey Salomón, desengañado: “No hay memoria de las primeras cosas, ni habrá tampoco recordación de las que sucederán después, entre aquellos que han de ser en lo postrero”. Sabe, con Boecio, que “las deleznables riquezas no acompañan al difunto” y muchos escritores le han recordado hasta la saciedad que la Fortuna torna, de continuo, su rueda voluble.

También después del poeta, lo dijo Fernando de Rojas en La Celestina (1499): “Corren los días como agua del río. La vida se desvanece como sueño. Paramentos y galas marchítanse como el verdor de las eras, evaporándose como el rocío de los prados. Y la muerte se acerca en silencio. Si llama a nuestra puerta, todo es en vano. La devastadora implacable sabe igualar a papas, reyes y arzobispos con humildes pastores”.

Como nos dice Augusto Cortina en su erudita y bonita introducción: “¿Qué se hizo de tanta grandeza? ¿Qué fue de la ambición, júbilo y poderío? ¿Qué de tantos odios y luchas?  Se deshizo el hogar de los Manriques, pasaron el amor y el odio, las galanterías y las burlas: las banderas rebeldes cayeron a lo largo de los mástiles como esperanzas frustradas; el tiempo desmoronó torres, allanó muros y hasta borró el rastro de las tumbas en que Maestre y Poeta reposaban. Pero de aquel siglo XV, desvanecido en polvo, surge, como de un vaso telúrico, la llamada serena de la elegía inmortal.”

GLOSA

Ni miento ni me arrepiento
ni digo ni me desdigo,
ni estoy triste ni contento,
ni reclamo ni consiento,
ni fío ni desconfío;
ni bien vivo ni bien muero,
ni soy ajeno ni mío,
ni me venzo ni porfío,
ni espero ni desespero.

COPLAS POR LA MUERTE DE SU PADRE

I

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
como se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado
fue mejor.

III

Nuestra vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

XVI

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invención
que trajeron?

XVII

¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar.
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

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