(L363) El animal moribundo (2001)


Philip Roth, El animal moribundo (2001)

Con más de setenta años el profesor Kepesh aun desea una aventura. Philip Roth (Newark, 1933-Nueva York, 2018) retoma en un tercer libro, El animal moribundo, la vida de este profesor judío acuciado por el erotismo.

Argumento: El protagonista es un profesor que da una clase semanal de Crítica Práctica a estudiantes de último curso en la Universidad. Además sale diez minutos en un programa del Canal 13 donde hace crítica de libros, lo que le da una cierta fama local y hace que a su clase asistan muchas alumnas. Se declara vulnerable a la belleza femenina. El profesor tiene sesenta y dos años y la alumna, Consuelo Castillo, de origen cubano, veinticuatro. Viste pulcramente como si fuera la secretaría de un prestigioso bufete de abogados. Lleva desabrochados los primeros botones de la blusa, por lo que podía ver que tenía unos pechos poderosos y bellos. Y ella lo sabe, a pesar de su decoro es consciente de sí misma. Considera la cultura importante de una manera reverente y anticuada. No es que le interese como forma de vida. Kepesh vio de inmediato que esa iba a ser su chica.

Kepesh no tiene ningún contacto con ella/ellas mientras dura el curso académico, de unas catorce semanas, por miedo a que lo denuncien por acoso sexual e indisponerse con los miembros de la universidad. Una vez entregadas las notas invita a los alumnos, en su mayoría chicas, a tomar una copa en su piso. A eso de las diez se han marchado la mitad y solamente quedan las más valientes. Muchas de esas chicas practican el sexo des de los catorce años y cuando llegan a los veinte una o dos sienten la curiosidad de hacerlo con un hombre mayor, aunque sea una sola vez, deseosas de contárselo al día siguiente a sus amigas. En la fiesta habla con Consuelo, de sus orígenes cubanos, de sus padres, de su primer antepasado español: un general cuyos orígenes provenían de la nobleza.

Un velo cubre su relación, él le enseña un manuscrito de Kafka, le habla de Velázquez cuando en realidad lo que quiere es follársela. Quedan un día para cenar y ver una obra de teatro y acaban tomando una copa en su casa. David Kepesh le pone música clásica fácil. Tríos de Haydn, sinfonías de Beethoven, adagios de Brahms. También toca el piano a petición de ella. Obras sencillas que ha estudiado. “De momento me quedaré contigo por esta noche”, le dice ella. “Pero nunca podré ser tu mujer”. Su tremendo atractivo hace que David sienta celos por el temor a perderla. Se pregunta ¿Durante cuánto tiempo más podrá haber chicas a su alcance?

Comentario: La novela es Roth en estado puro. La vida es deseo, es sexo y son ganas de vivir. Mientras se tenga algo de lo mencionado uno se sentirá vivo. Roth no ve a sus protagonistas con pipa y mecedora esperando que les llegue su hora. Son activos y dentro de sus limitaciones, que las conocen, conquistadores.

«Me casé una vez, cuando era veinteañero, ese primer y mal matrimonio por el que pasan tantos hombres, el primer mal matrimonio que es tan malo como el campamento de reclutas, pero luego decidí prescindir del segundo mal matrimonio y del tercero y el cuarto. Tras aquella primera experiencia, estaba decidido a no vivir nunca más en la jaula».1

Consuelo deja de ser una conquista más para convertirse en la obsesión de un hombre celoso que se aferra al sexo como defensa contra la muerte. Como rezan los versos de William B. Yeats de los que sale el título de la novela, el brillante profesor es un corazón consumido de deseo “atado a un animal moribundo” (Consume my heart away; sick with desire/ And fastened to a dying animal). Eros frente a Tánatos en una última batalla.

«No importa cuánto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas y planees, no estás por encima del sexo. Es un juego muy arriesgado. Uno no tendría dos tercios de los problemas que tiene si no corriera el albur de la jodienda. El sexo es lo que desordena nuestras vidas normalmente ordenadas. Lo sé tan bien como cualquiera. Hasta el último resto de vanidad volverá para burlarse de ti. Lee el Don Juan de Byron».2

Roth siempre nos ofrece esa sensación de crepúsculo, de proximidad, de fin, pero abordado con una nostalgia sincera, que no intenta idealizar el pasado como suele ser habitual. Si algo noto en la última etapa de la obra de Roth es que ha sacrificado en parte la farsa en beneficio de una crudeza casi metafísica que va directa a las entrañas y a los problemas que se plantea el hombre en las últimas etapas de la vida.

Es entonces cuando establecemos apego con personas en algunos casos más jóvenes. «El apego es ruinoso y es tu enemigo»3 nos dice Roth. Quien establece un vínculo está perdido. Porque has paladeado un poco de vida. Y quedas a expensas del abandono y de una soledad mucho más profunda.

¿Por qué me siento identificado con este libro? Porque trata de la crisis de un hombre de sesenta y dos años que todavía se resiste a envejecer. Así me veo yo en algunas ocasiones. La vejez se me está echando encima y no tengo ninguna escapatoria.

« ¿Puedes imaginar la vejez? Claro que no. Yo no lo hice, no pude hacerlo, no tenía idea de cómo era. Ni siguiera una falsa imagen: ninguna imagen».4

NOTAS:

1.- Philip Roth, El animal moribundo, Debolsillo, Barcelona, 2008, p. 27.

2.- Ibídem, p. 34.

3.- Ibídem, p. 82.

4.- Ibídem, p. 35.

BIBLIOGRAFÍA

Javier Rodríguez Marcos, Sexo contra la muerte, El País, 27/07/2012.

Philip Roth, El animal moribundo, Debolsillo, Barcelona, 2008.

Claire Roth Pierpont, Roth desencadenado, Random House, Barcelona, 2016.

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