(L444) Cancionero andalusí (1160)
Ibn Quzmān, Cancionero andalusí (1160)
Este autor despertó un
gran interés en Occidente desde su descubrimiento efectivo por el arabista
Baron Viktor Romanovich Rosen (1849-1908), en San Petersburgo en 1881 llegando
este interés hasta nuestros días. Lejos de constituir una preferencia torcida
hacia aspectos de literatura árabe considerados de segunda fila en tierras del
Islam, se explica sobradamente por la impresión que en seguida se tuvo de que
dicha obra podría arrojar importantes luces sobre nexos culturales entre los
árabes y Europa, tema que ha sido siempre preocupación legítima del arabismo
occidental.
La mejor biografía
sobre Abū Bakr Muhammad Ibn Quzman (Córdoba, 1078-1160)
(pronunciado por los andalusíes Aben) “el menor” se encuentra en el más
completo tratado hasta la fecha sobre su obra, a saber, el Todo Ben Quzmān de Emilio García Gómez. Es bien sabido que murió a
finales del ramadán del año 1160. No consta en ningún lugar ni es posible
calcular con exactitud su fecha de nacimiento aunque se supone por cierta
alusión autobiográfica del zéjel 38 no habría nacido aún en el año 1086, fecha
de la batalla
de Azzallāqa (Batalla de Sagrajas), por lo que no
había excedido la edad de setenta y cinco años, pero tampoco muchos menos
porque habría conocido en su mocedad una época de costumbres relajadas por la
ausencia de poder central (xiláf) lo
que debió ser antes del 1110, en que los reinos taifas sucumben definitivamente
al poderío de los almorávides, que emprendieron una campaña moralizadora en su
primera época. Los alfaquíes (doctores o sabios de la ley) volverían a ejercer
el control temporalmente perdido sobre la moral y las costumbres: según dice
literalmente el poeta, con nostalgia y fina ironía, “había llegado Hārūn Arrašīd
(el recto)”, y el libertinaje volvía a necesitar del velo de la hipocresía.
Parece posible afirmar
que los quzmaníes habían sido una muy buena familia de Córdoba, que había
producido algunos individuos notables, pero que en la época de nuestro poeta
había venido ya a menos. Es, en cambio, probable que teniendo algunas
propiedades pasara estrecheces, cosa bien comprensible en quien ni ejercía el
comercio ni una profesión regularmente remunerada aunque parece haber ofrecido
repetidamente sus servicios como secretario sin éxito. Lo que no le faltaba era
una aceptable cultura, otro indicio más de haber transcurrido sus primeros años
en el seno de una familia acomodada. Conocía los autores occidentales y
orientales más en boga, sin excluir a los autores de muwaššah (poesía clásica) como prueba al imitar su estilo.
Su fracaso como poeta
clásico lo llevó a cultivar el zéjel
elevando el género. Establecida su fama como autor de zéjeles había de vivir
plenamente la existencia que como tal le correspondía. Había de buscar las
dádivas de eventuales mecenas, de los que se le conocen varios en Córdoba, como
los miembros de la poderosa familia de los Banū Hamdīn, así como otros en
Sevilla, Granada, Jaén y hasta el otro lado del Estrecho, en Fez, pues es casi
seguro que se trasladó allí para buscar el favor como se intuye por el zéjel
138.
Como buen andalusí
detestaba profundamente a los norteafricanos, a los que pone varias veces por
modelo de deslealtad y zafiedad, o los coloca en el papel poco airoso de marido
burlado. En cuanto a la represión moral ejercida por la dominación almorávide,
si exceptuamos el proceso por irreligiosidad que le fue incoado, no parece
haber creado demasiados problemas al poeta, quien explica que era fácil
sustraerse a ella mediante una dosis suficiente de disimulo y precaución.
Ibn Quzmān ha tenido
siempre muy mala prensa, puesto que él mismo tuvo buen cuidado de retratarse
como borracho derrochador, impío irrespetuoso, adultero sin escrúpulos,
juerguista empedernido y sodomita de muchachos, mientras que, por otro parte,
en sus zéjeles alude a haberse casado, tenido hijos, y haberse divorciado
“canónicamente” por no poder soportar el carácter de las mujeres, a quienes
pinta con trazos negativos, según la mejor tradición de la misoginia islámica.
Por otra parte, el tono
del Cancionero no es el de un artista
fracasado e indigente en su vejez, sino el de un relajado triunfador, que
conoce el eco de su obra y dispone de reposo suficiente para preparar su
edición, con el fin de perpetuar su memoria y su propiedad intelectual.
Podemos decir que, a
pesar de circunstancias adversas, la vena lúdica, xenófoba y anticlerical del
andalusí sigue latiendo, con Ibn Quzmān, en el período almorávide.
El gran desarrollo que
adquiere la cultura árabe en Al-Ándalus, y muy particularmente la poesía
clásica, bajo los últimos omeyas y en adelante, con períodos particularmente
brillantes, como el de las Taifas, en el que brillaron las figuras señeras de
Ibn Zaydūn y Almu ’tamid, de manera que, al llegar a aquel mundo Ibn Quzmān, la
poesía tenía ya en el Al-Ándalus una larga tradición.
Ejemplos
(10)
He aquí que te amo,
¡hasta qué punto!, estrellita.
¿Quién te quiere y
muere por ti?
Si yo muero, por tu
causa será,
que si dejarte pudiera
mi corazón,
no urdiera esta
coplilla.
Tú, alocado, chiflado,
triste está de ello y
apenado,
¿ves el día cuán largo
es?
Sólo un bocado tomé en
él.
Tú eres gala de
reuniones,
hermosa pero sensata:
¡Haldas tendrías de
meticales
si te hiciera Dios
lisiada!
Todo amante está de ti
prendado,
toda magia de Babel, en
ti reunida;
de ti escucha toda
maravilla,
cuando dices una
palabrilla.
De poma son tus pechitos;
De adárgama, las
mejillas;
de aljófar, los
dientecillos,
y de azúcar, la
boquita.
Si ayunar a la gente
vedaras
diciendo: «Oh gentes,
sed infieles»,
hoy no habría en la
mezquita
más que atados con
soguillas.
Más dulce que el
alfeñique,
soy esclavo, tú, señor
soberano, y a quien lo
niegue
le daré un cogotacillo.
¿Hasta cuándo este
desdén?
¿Hasta cuándo tiranías?
¡Haga Dios de ti y de
mí
en casa vacía
hacecillo!
(20)
¡Qué mujer, señores,
vive en la vecindad!
Más, ¿cómo abordarla,
siendo la del vecino?
Meterme con vecina no
tengo yo a bien,
ni está bien que a él
por la calle espíe:
la mujer capta la menor
señal,
y ¿qué pasa, si me
insulta a gritos?
O si va el marido
diciendo: «Norabuena,
ven a ver al vecino que
te insulta en tu hogar».
El otro diría: «¿Tal
contigo osó?
¡Cuarenta poetas hoy
voy a matar!»
Se arremanga, sale al
zaguán,
mete mano a una tranca,
y yo, viendo que no la
deja quieta,
vuelo, y sólo alcanza
de mí polvareda.
O bien, prudente, se
viene a mí
y me reprocha y me
recrimina:
yo me avergüenzo y
quedo mal,
me lo echa en cara y
muestra mi rahez.
De mi honradez y
orgullo, ¿qué sería?
Yo soy virtuoso, hombre
de bien;
mas yo mismo dos
enemigos me haría,
cosas, hermano, que de
mi gusto no son.
A vecina no miro sino
cual hermana:
aunque estuviera yo
amortajado
y se me echara de noche
encima,
ni así quisiera que me
quitara el sudario.
De cuanto has oído ni
una letra es verdad,
no, pardiez, y ahora
soy más sincero,
y aunque al punto me
veas reventar de jurar,
ya bien conoces mis chanzas
y bromas.
¿No dicen que hasta un
pelo de algo sirve,
que un año u otro veré
y probaré?
Para castigarla sólo
fue creada la mujer
en este asunto has de
usar ardid.
A veces es ella la que
me procura,
me hace el gusto y en
mí se esmera:
si tal caza, señores,
en mi mano cae,
dejo mi celibato y voy
a lo que conviene.
Su marido está ocupado
en el zoco:
se va de mañana. ¡Dios
no lo traiga!
Quien ve el azúcar,
probarlo quiere;
lo que el ojo muestra,
el paladar me pide.
¡Qué tormento, señores,
domina al hombre!
La gente va de trastada
en trastada;
cuanto más viejos, más
críos nos hacemos:
de vino, una braza; de
amores, los asnales.
En amor se pasan los
agraces pronto,
para el culto y leído
especialmente:
«La de las cejas y
rasgados ojos,
si en casa te viera,
paraíso viera.
Cuando sales, siempre
te espero;
feliz aquel que te
visite o visites».
«Deja, Ibn Quzmān, que
me abraso con tu fuego».
«Horno soy, no hay duda
de que te abraso».
«Rubio con morena,
¡quédate, no te vayas!
Tú y yo somos iguales,
mejor no es ninguno:
si presumes de tu negra
cabellera,
¿qué tal son mis rubios
aladares?»
Dios hizo que todo
saliera bien:
puesto el cepo, cayó el
ave.
¡Solos ambos en la
casa, sin más!
¿No fue justo soportar
y esperar?
(21)
Volví a la soltería: por
vida, fue acierto
no me he de casar hasta
encanecer el cuervo.
Arrepentido estoy, ya
no quiero casorio
ni desvelamiento, ni
novia con diadema,
no más me sujeto que a
jugar con copas,
dormir fuera, comer y
beber.
Escarmiento fue, no lo
haré más:
a quien me lo nombre,
con la tranca iré.
Id, llevádselo a
cristianos y judíos,
o a loco afectado por
una par de piedras.
Es cosa que nunca a
discreto se le ocurrió,
y que de antaño evitan
los sabios:
un poeta casado, es
gran desdoro;
pardiez, no podrá ser poeta
acertado.
¡Déjame, hermano, que
es la cuita mayor,
e hízome ver estrellas
en pleno día!
¡Qué noches en que
tragué veneno
y en la boca saliva me
llegó a faltar!
Por recordar a Alīfa me
insultaba luego:
no bastaban los celos,
sino además insultos;
pero ese nombre yo no
he de dejar
hasta el día en que con
tierra me cubran.
Comentario: sigo leyendo e investigando la cultura de Al-Ándalus. Una de las gracias de Ibn Quzmān es que sus escritos están en dialecto andalusí que es la lengua árabe hablada en los territorios de Al-Ándalus que formó parte del mundo islámico entre los siglos VIII y XV. Actualmente es una lengua muerta ya que tras la expulsión de los moriscos en el siglo XVII estos se integraron con las poblaciones del norte de África perdiendo con el tiempo su lengua distintiva.
Este dialecto poseía
abundantes préstamos y toponimias de las lenguas románicas de la península. No
debemos olvidar que el español actual tiene más de 4.000 palabras y topónimos provenientes
del árabe hispánico. Cito algunas de
las que se reproducen en los zéjeles y que demuestran la gran riqueza
idiomática que poseen: almizcle, alamín, mazapán, albórbolas, laúd, morabito,
solaz, visir, zaga, dírham, ajedrez, islam, lebeche, zaguán, azotea, azote,
alamar, metical, adárgama, aljófar, aljama, mezquita, alfeñique, omeya, abasí,
alfaneque, adufe, cadí, almohadón, zape, zuna, Alcorán, ámbar, zafio, anaquel, alfaquí, acicalar, alcurnia, jaqueca,
candil, aceite, alfombra, baladí, maravedí, casida, zafarí, aljamía, aladar,
hadiz, tarín, añacea, Almería, zoco, azúcar, azogue, rahez, alfóncigo,
almáciga, almoneda, alcaicería, añazmes, almalafa, faca, albornoz, muslimes,
emir, habiz, arráez, alcázar, arrayán, alborozo, algarrobas, albogue,
albricias, almorávide, azabache, zorzal, alfarje, almojarife, almuédano,
jazmín, albihar, adelfas, albahaca, almimbar, jarabe, aladares, muladí, zalmedina,
nagüela, alhelí, acemite, almodón, habices, alforzado, zarzahán, huríes,
quintal, albanega, alforja, acémila, acebuche, alquibla, almofalla, atabales,
alquicel, alacranes, alquez, alhanía, arrabal, alfiler, alcanfor, acerola,
andrajos, aljuba, alhamar, azagaya, falleba, fascal, arcaduz, ajuar, bellota,
albanega, zaragüelles, talega, maroma, alquicel, alcoba, almuerzo, imán,
morapio, trujimán, almohade, alcabteas, mohíno, azar, arrope, aljarafe, Alcalá,
almocrí, ramadán, alcorque, almocadén, alfil, algarabear, algalia, acial,
alcohol, alquería, azarcón, arambel, azucena, amapola, alcaide, gabán, almorí,
andalusí, jubón, zahorador, aljuba, alcíbar, almotacén, alberca, almohada,
arrebol, almidón, etc.
Ibn Quzmān era un
escritor de costumbres relajadas, su trato con los mancebos, las mujeres y el
vino dan muestra de que vivió una parte de su vida en una sociedad libre y tolerante, hasta la llegada de los
almorávides, y por supuesto que mucho más que la del Islam actual: “y mientras
todos iban a rezar a Dios, me puse, entre la copa y el jarro, borracho como una
cuba” (37); “¡Un vinillo fino y una querida! No se lo digas a criatura alguna.”
(45); “Un rostro hermoso y dorado vino: ésta es la meta, nada hay más allá”
(53); “Si el Paraíso me dieran, vino sería y amar beldades” (62); “Mi amigo del
corazón propone que alabe a los chicos guapos.” (69); “No me parece correcto,
ni provechoso, más que beber vino y amar beldades.” (94) “Es digna de abrazar y
estrechar. Su talle es tan flaco como mi fe” (142); “Bebe vino y besa a quien
amas y deja reventar a los que te envidian”. (160).
(50)
Recuerdo la fiesta
otoñal del año pasado,
las pillerías, los
palillos y el canto.
Tu esclavo sería sin
tener,
que ocultar mi dicha
entre los esclavos.
Me acuerdo de la aldea
en la secesión,
sin alfaquí ni
peregrinos a quien temer,
mañana y tarde entre
limpios rostros,
con nueva fiesta y
holgorio cada día.
¡Qué tiempecillos, si
hubieran durado!
Una hermosa venía, si
otra se iba:
Rašīda buceaba y
Muhayja nadaba,
antes de que llegara Hārūm
Arrašīd.
Como curiosidad se sabe
que los andalusíes eran a menudo avaros e interesados, —por el testimonio
irrecusable del formulario notarial de Ibn Al’aṭṭār— Cuando invitaban a comer a alguien o le hacían un regalo,
esperaban exacta correspondencia, y, de no recibirla, eran capaces de poner
pleito, atendiendo a los jueces tales demandas. De ahí la extraordinaria
incorrección de caer en casa ajena a horas de comida. (Zéjel 85)
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV., Poetas
andalusíes: Abe Kuzmán. Abú Yahyán. Aben Abi Zamanin,
Organización árabe-española, © 2003-2009.
Ibn Quzmān, Cancionero andalusí, Hiperión, Madrid, 1996
(3ª edición).
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