Películas para salir del confinamiento por el Covid-19 (3ª Parte)


Películas para salir por fin del confinamiento por el Covid-19. (3ª. Parte)

Ojalá el confinamiento se vaya acabando, parece ser que estamos en la última prórroga del estado de alarma. Mientras la ansiada “libertad de movimiento” nos llega aquí tenéis una tercera entrega de películas para sobrellevarlo como buenamente pueda cada uno. Tienen en común, como las anteriores que su escenario es un confinamiento, un encierro forzoso, una visita de vida extraterrestre, encontrarse perdido en una inmensa ciudad tecnológica sin conocer el idioma, o una de las posibles consecuencias del uso desmesurado de la tecnología sobre el control de nuestras vidas con algunas similitudes a lo que hemos vivido durante estos días.

1) El prisionero de Zenda (The Prisoner of Zenda, 1952) de Richard Thorpe. En junio de 1897, el caballero inglés Rassendyll (Stewart Granger) se toma unas vacaciones para pescar en Ruritania, un pequeño reino en los Balcanes. Está desconcertado por las extrañas reacciones que tienen los lugareños hacia él. Hasta que le presentan a la persona que será coronado rey, Rudolf V, que resulta ser no solo su pariente lejano, sino que también de un parecido extraordinario (a excepción del bigote). El rey, sorprendido al principio, le cae bien el inglés y lo invita a quedarse en el pabellón de caza real.

Celebran su amistad bebiendo hasta altas horas de la noche. Rudolf está particularmente encantado con una botella de vino que le dio su medio hermano, Michael, duque de Strelsau (Robert Douglas) quien junto a su secuaz, Rupert de Hentzau (James Mason), intrigan para que no reine. La mañana siguiente trae un desagradable descubrimiento: el vino llevaba una droga y es imposible despertar a Rudolf. Si no puede asistir a su coronación ese día, Michael intentará asumir el trono como Regente. El coronel Zapt convence a un Rassendyll, reacio al principio, para que se haga pasar por Rudolf durante la ceremonia.

Rassendyll conoce a la prometida de Rudolf, la princesa Flavia (Deborah Kerr). Siempre le había disgustado su primo Rudolf, pero ahora lo encuentra muy cambiado, mucho mejor. A medida que pasan tiempo juntos, comienzan a enamorarse…

¿Cuántos de nosotros no nos hemos sentido también prisioneros durante este confinamiento? Como parece que empezamos a ver la luz al final de túnel os traigo una película de aventuras y de amor. Ideal para que hombres y mujeres la veamos juntos. Ahora ya nos podemos reunir, al menos en nuestra “zona sanitaria”. El film juega con la idea de que es una casualidad o una arbitrariedad la que permite, a unos reinar y a otros ser súbditos.

2) 55 días en Pekín (55 Days at Peking, 1963) de Nicholas Ray. Junio de 1900. China se halla bajo la ocupación de las potencias occidentales, que se reparten su territorio en zonas de influencia. Los misioneros cristianos predican su religión y destruyen las estatuas de Buda. Esto provoca la revuelta nacionalista de los bóxers, que pretende expulsar a todos los extranjeros de China.

Una compañía de marines de los Estados Unidos, al mando del mayor Matt Lewis (Charlton Heston), llega a Pekín con la misión de evacuar la embajada estadounidense pero el embajador británico, Sir Arthur Robinson (David Niven) decide quedarse, y eso hace que todos los demás embajadores se queden también, al saber que una columna de socorro de 2.000 soldados se halla en camino al mando del almirante británico Seymour.

El embajador alemán es asesinado y el mayor Lewis, puesto al mando de las fuerzas militares extranjeras, organiza la defensa del barrio de las legaciones extranjeras con los 500 hombres de que dispone. Cuando el ataque se produce, 6.000 bóxers se lanzan al asalto y sólo la disciplina, la profesionalidad y la “superioridad armamentística” logran rechazar el ataque, comenzando así un cruento asedio.

La emperatriz viuda (Flora Robson) nombra a un nacionalista, el príncipe Tuan (Robert Helpmann), ministro de Asuntos exteriores que decide apoyar la rebelión, ordenando al ejército regular chino, que ataque a la columna de socorro, frenando con esto el avance del almirante Seymour…

La China sometida y vejada por las potencias occidentales que aparece en la película ahora se está vengando. Recuerdo el título de aquel libro del político francés Alain Peyrefitte Cuando China despierte el mundo temblará (1973) que ya nos estaba avisando. En cuanto al confinamiento ojalá hubieran sido 55 los días, ya llevamos doce semanas que representan 84 días de reclusión y si mis cuentas no me fallan llegaremos a los 100. A veces se me hace pesadito; caigo en un estado de sopor, desánimo y tristeza. Empiezan a dejarnos salir con cuentagotas pero ya no disfrutas. El antes y el después no se parecerán en nada.


3) Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977) de Steven Spielberg. En el desierto de Sonora, el científico francés, investigador del fenómeno ovni, Claude Lacombe (François Truffaut) y su traductor estadounidense David Laughlin (Bob Balaban), entre otros científicos investigadores gubernamentales, descubren los aviones que componían el Vuelo 19, un escuadrón aéreo perdido poco después de la Segunda Guerra Mundial.​ Los aviones están intactos y operativos, pero no hay rastro de los pilotos.

Le siguen una serie de fenómenos extraños: un carguero, el Cotopaxi, desaparecido en el Triángulo de Las Bermudas, aparece en mitad del desierto de Gobi. Un avión es perseguido por un objeto brillante que el piloto no sabe cómo describir.

Roy Neary (Richard Dreyfuss), empleado de la compañía eléctrica, investiga un apagón cuando su camioneta se detiene y le inunda una fuerte luz procedente del cielo. Experimenta un encuentro cercano con un ovni, tras lo cual se obsesiona por el fenómeno. Ronnie (Teri Garr), la mujer de Neary, descubre cinco extrañas notas musicales e imágenes mentales con forma de montaña y comienza a modelarlas. Jillian Guiler (Melinda Dillon) también se obsesiona con la creación de bocetos de esa montaña única. Poco después Jillian tiene un encuentro con un ovni, encuentro en el cual su hijo pequeño Barry es abducido por unos seres poco distinguibles Los tres (Roy, Ronnie y Jillian) deciden dirigirse hacia esa extraña montaña…

Parece ser que no nos vamos a poder ver hasta la 3ª fase. Aquí sí que fue premonitorio el título de la película de Spielberg. Es un cachondeo lo de las fases, las provincias y las zonas sanitarias, algunas de ellas subdivididas entre Barcelona Norte, Barcelona ciudad y Barcelona Sur, lo que ha producido situaciones tan surrealistas como que los habitantes de L’Hospitalet no puedan cruzar una calle porque entrarían en Barcelona ciudad. En vez de políticos preparados parece que nos gobiernan “cuñados”.

4) El show de Truman (The Truman Show, 1998) de Peter Weir. La película gira en torno al programa de telerrealidad «The Truman Show». Su protagonista, Truman Burbank (Jim Carrey), está frente a las cámaras aún antes de nacer. Aunque él no es consciente, la vida de Truman es filmada a través de miles de cámaras ocultas, las 24 horas del día y es transmitida en vivo a todo el mundo, permitiendo al productor ejecutivo Christof (Ed Harris) captar las emociones reales de Truman y su comportamiento cuando se le pone en determinadas situaciones de estrés.

La ciudad natal de Truman, Seahaven (filmada en Seaside, una ciudad real de Florida), es un decorado construido bajo una cúpula tan grande que incluye un sol, firmamento y mar artificiales siendo por su tamaño visible desde el espacio; este set está poblado por actores de la serie y del equipo, lo que permite a Christof controlar cada aspecto de la vida de Truman, incluso el clima o la duración de los días.

Sin embargo, pese al control de Christof, Truman se ha comportado de manera inesperada, especialmente enamorándose en su adolescencia de una extra, Sylvia, en vez de Meryl, la actriz destinada a ser su novia. Aunque Sylvia es retirada de la serie rápidamente, explicándole a Truman que su familia debía mudarse a Fiji, él todavía la recuerda. Además, Sylvia ha iniciado una campaña, el «Free Truman», que lucha para que Truman sea liberado de la serie…

En su momento encontré el film original e inteligente. Nos anticipó el futuro que se nos venía encima. Nuestra vida como un gran show filmado para que todo el mundo lo vea. De aquí surgió el programa televisivo de “Gran Hermano” y nuestra exposición mediática en las redes sociales de Internet (Facebook, Twiter, Instagram, Blogs, etc.). Una de valiosas lecciones que podemos extraer de la película es que la libertad se conquista, no te la regalan. Solamente cuando Truman pone el empeño suficiente consigue ser libre. A la película solamente le sobra el histrionismo de Jim Carrey.

5) Lost in translation (2003) de Sofia Coppola. Bob (Bill Murray) es una estrella de cine sin ilusiones, que viaja a Tokio para rodar un anuncio de la marca de whisky Suntory y una serie de entrevistas y sesiones de publicidad para la empresa japonesa. Charlotte (Scarlett Johansson) es una joven solitaria en crisis que se aloja en el mismo hotel con su esposo que trabaja como fotógrafo. Bob recibe de su mujer llamadas absurdas y frías, después de 25 años de matrimonio; mientras Charlotte espera todo el día a su marido, para luego ver que él no es capaz de comunicarse con ella ni darle nada de lo que espera.

Una noche, Charlotte se sienta junto a Bob en la barra del hotel que comparten, desde ese día ambos comienzan a verse para pasar la noche juntos, divirtiéndose, hablando, cantando en un karaoke, asistiendo a fiestas de japoneses o incluso visitando un hospital. Entre ambos surge enseguida una conexión: la de sentirse perdidos en medio de mucha gente y no encontrar su sitio en aquella gran ciudad. Pese a su diferencia de edad, Bob y Charlotte se sienten unidos por la soledad, ambos encuentran en alguien desconocido una inusual sensación de ternura y la comprensión que sus más allegados son incapaces de darles.

Recuerdo que cuando vi el film me quedó una sensación agridulce de desamparo. Pues bien aquí estamos nosotros perdidos en el mundo del Covid-19. Nuevos códigos y nuevas formas de comportamiento, a las que no estamos acostumbrados, nos esperan. A los PAS (Personas Altamente Sensibles) pocos los comprenden, ni se preocupan por lo que sufren, o por lo que sienten. Además tienen dificultades para comunicarse con los demás. “Everyone wants to be found”.

Últimos pensamientos sobre el confinamiento:

¿Estamos por fin viviendo el final de la reclusión? Parece ser que los Estados Unidos están tomando la delantera en cuanto a la búsqueda de una vacuna eficaz contra el virus (basta con ver la subida de las bolsas al saberse la noticia, gráfico). Esta narrativa influye en la percepción de los inversores; se puede decir que el mercado subirá cuando se confirme con claridad que hay la posibilidad de una vacuna (lo que por lo visto no resulta tan fácil) o un tratamiento que disminuya la letalidad. También los chinos están apretando lo suyo ¿Quién ganará con la comercialización de la vacuna?

No debe estar tan boyante la sanidad española cuando cada año más de 3.000 médicos formados piden el certificado de idoneidad para ir a trabajar al extranjero. Entonces, ¿por qué vivimos tanto? Creo que es porque se juntan dos factores esenciales: un buen clima y una buena alimentación, la llamada “dieta mediterránea”. Lo anterior junto a una sanidad que apuesta por la prevención, con carencias por los recortes de 2008, pero que ha ido evolucionando y modernizándose nos ha llevado a estar entre los tres países con mayor esperanza de vida del mundo. Por este motivo también mueren más ancianos ya que los acosan múltiples patologías, dando lugar a personas más dependientes.

En cuanto a gobernanza, España es una democracia oligárquica llena de terratenientes, algunos de ellos son máximos perceptores de ayudas agrarias de la UE (véase el Ducado de Alba y otros “grandes de España”). ¿El motivo? Entre varias causas, una originalidad del caso hispánico: el fascismo en España no fue derrotado, en cambio sí que lo fue en Alemania, Italia y Francia (Sus partidos de derechas son democráticos, los “nuestros” no). “Nuestro dictador” murió en la cama y fue sucedido por hijos y nietos en un “pacto de mínimos” (que no critico puesto que no debió ser fácil hacerlo con los militares en contra y bajo la tutela de los EE.UU de Nixon), en el cual los antiguos prebostes franquistas partían con mucha ventaja en la carrera hacia una sociedad con formas liberales. Que decir de las famosas “puertas giratorias” a la española; el primero en utilizarlas fue el expresidente Felipe González que tanto ayudó a las eléctricas a consolidar su monopolio. La última novedad ha sido que el ex-presidente de la Generalitat, José Montilla y el ex ministro José Blanco van a formar parte de Consejo de Administración de ENAGAS. ¡Este país no tiene arreglo!

Os habréis dado cuenta de que la gestión de la crisis por el Covid-19 la han llevado mucho mejor los gobiernos a cuya cabeza estaba una mujer: Taiwan (Tsai Ing-wen), Nueva Zelanda (Jacinda Ardern), Alemania (Angela Merkel), Dinamarca (Mette Frederiksen), Finlandia (Sanna Marin) o Noruega (Erna Solberg). Frente a ellas los gobiernos al mando de hombres, en su mayoría tipos arrogantes y con un exceso de testosterona en el cuerpo: España con nuestro galán de merendero (Pedro Sánchez), Reino Unido con el hooligan (Boris Johnson), Rusia y Bielorrusia con los autócratas amantes del culto a la personalidad (Vladimir Putin y Aleksandr Lukashenko), Hungría con el filonazi (Víctor Orban), Brasil con el exmilitar (Jair Bolsonaro) o los EE.UU con el “loco del pelo rojo” —que no es Van Gogh— (Donald Trump) han fracasado en su gestión. Pienso que una gobernanza femenina, más compasiva y menos autoritaria nos iría muy bien a todos en estos momentos difíciles, y también durante el período de reconstrucción que se avecina, para que nadie se quede atrás.

Los populismos están minando a las democracias occidentales. “Desde el final de la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas no las han provocado generales y soldados, sino los propios gobiernos electos”, escriben Steven Levitsky (1968) y Daniel Ziblatt (1972) en la exposición de motivos de su libro Cómo mueren las democracias. Los dos profesores de la Universidad de Harvard han analizado los patrones de comportamiento que se observan en casos en los que una democracia perece o entra en una senda de deterioro casi irreversible. Su propósito aquí no es meramente especulativo, sino político y de alerta. A lo largo del libro, expresan con claridad su preocupación por la llegada de Donald Trump al poder. Los autores son tajantes respecto a la anomalía que supone el nuevo presidente: “era precisamente el tipo de figura que tanto temían Hamilton y otros fundadores cuando concibieron la presidencia de Estados Unidos”. A los candidatos populistas se les puede reconocer con cierta facilidad por poner en duda las reglas del juego, insistir en que la democracia está secuestrada por una élite, sospechar de los medios de comunicación y por no reconocer legitimidad a los adversarios.

El dilema que nos plantean entre elegir privacidad o seguridad (salud) es falso. Shafi Goldwasser (Nueva York, 1958) y Silvio Micali (Palermo, 1954) Criptógrafos que obtuvieron conjuntamente en 2012 el premio Turing, el Nobel de la informática, han demostrado con sus trabajos que el drama recurrente entre privacidad y seguridad tiene soluciones hasta ahora no estudiadas. “Yo creo en la criptografía porque puede impedir que nos digan: ‘Chicos, si queréis salvaros tenéis que renunciar a toda privacidad’. No es verdad. La criptografía nos permite seguir viviendo y que haya confidencialidad”, dice Micali.

Sigo interesado en cómo nos afectan los cambios tecnológicos a nuestra vida diaria. En El auge de los robots (2015), Martin Ford, empresario de Silicon Valley, pronostica que, conforme la tecnología continúe su desarrollo acelerado y las máquinas comiencen a encargarse de ellas mismas, se necesitarán menos personas. La inteligencia artificial ya va en camino de volver obsoletos muchos empleos: asistentes jurídicos, periodistas, oficinistas e inclusive programadores están a punto de ser reemplazados por robots y software inteligente. El resultado podría ser un desempleo masivo y una mayor desigualdad entre las personas, por lo que algunos países se han planteado gravar con un impuesto a cada robot y poder así compensar el previsible aumento en el número de parados.

Me preocupa últimamente el peligro de la energía nuclear. Desde que he leído el libro de Svetlana Alexiévich, Voces de Chernóbil (1997), me he dado cuenta que hay un antes y un después de Chernóbil. Con él se ha inaugurado “la historia de las catástrofes”. Los efectos de la radiación se notaran durante miles de años. Hemos abierto una “caja de Pandora” imposible de cerrar. Se han hecho en el mundo más de 2.000 ensayos nucleares desde 1945. ¿Cómo afecta eso a nuestra salud? ¿A lo que comemos? ¿Al aumento de todo tipo de cánceres? Creo que se debería abandonar este tipo de energía para siempre dejándola solamente para puntuales aplicaciones médicas. Sin duda dejaremos una pesada carga a las generaciones futuras. Se necesitaran decenas de años y miles de millones para desmantelar todo el sistema nuclear.

A qué me refiero cuando hablo de libertad. Alguna de vosotras me ha comentado que antes de la aparición del Covid-19 tampoco éramos libres. Evidentemente la libertad, es un concepto abstracto, como la felicidad, y siempre se “tiende a ella”, nunca se llega a conseguir del todo. No me acuerdo quien definió la libertad como “aquello que los demás nos permiten hacer”. Todos estamos supeditados a un gobierno, a la escuela, a la empresa y a la familia. Todos estos “estamentos sociales” limitan nuestra libertad. La persona más “libre” sería la que rompiera con todos ellos. Pero como no nos es posible o no tenemos el suficiente valor, cada uno de nosotros tenemos un grado de libertad (el nuestro) y a él nos acomodamos. Hay una “libertad física de movimientos” y una “libertad de pensamiento”, pero nos educan para que pensemos lo que ellos quieren que pensemos. Ya lo dije en el artículo anterior, lo máximo a que puede aspirar un ser humano es a ser dueño de sí mismo. Que no es poco.

Menos mal que no soy el único que ha reflexionado sobre el tema, pienso como Rafael Argullol que entre la libertad y la vida elijo la libertad. Argullol percibe ahora que los virólogos se están erigiendo en los nuevos sacerdotes. Y recela. “Es imprescindible consultarles. Pero si cumplir sus prescripciones supone anular por completo mi libertad, no lo aceptaré. No voy a caer en la trampa de cambiar toda mi libertad por total seguridad, y por su verdadero meollo: la salud. Si tengo que elegir entre la libertad y la vida, elijo la libertad, porque una vida sin ella es supervivencia, no vivencia. Sin espíritu libre, el coraje degenera en fanatismo y la compasión en mera caridad”.

Una vida de esclavitud no merece la pena ser vivida. Recuerdo aquella frase de Espartaco (1960) de Stanley Kubrick en boca de Kirk Douglas: “Todo hombre pierde cuando muere. Pero un hombre libre y un esclavo no pierden lo mismo. El libre pierde el placer de vivir y el esclavo el sufrimiento. La muerte es la única liberación para el esclavo. Por eso no la teme. Por eso venceremos". De la muerte nadie se puede escapar, por ahora. Así que cuando llegue si puede ser que sea sin dolor y con algo de belleza: “Un bel morir tutta una vita onora”.

FILMOGRAFÍA y BIBLIOGRAFÍA

Svetlana Alexiévich, Voces de Chernóbil, Debolsillo, Barcelona, 2015.

Rafael Argullol, “Entre la libertad y la vida escojo la libertad”, El cultural, 22/05/2020

Sofía Copola, Lost in translation, Focus Feactures, USA, 2003. 105 minutos.

Jordi Pérez Colomé, “Nos dicen: ‘Si queréis salvaros de la pandemia tenéis que renunciar a toda privacidad’. No es verdad”, El País, 25/05/2020.

Antonio G. Maldonado, Cómo mueren las democracias, El cultural, 05/10/2018.

Nicholas Ray, 55 días en Pekín, Samuel Bronston, USA, 1963, 153 minutos.

Ima Sanchís, Kate Brown: “La probabilidad de sufrir otra gran catástrofe nuclear es muy elevada”, La Vanguardia, 22/05/2020.

Steven Spielberg, Encuentros en la tercera fase, Columbia Pictures, USA, 1977, 135 minutos.

Richard Thorpe, El prisionero de Zenda, Metro Golden Mayer, USA. 1952. 96 minutos. (Película completa).

Peter Weir, El show de Truman, Paramount Pictures, USA, 1998. 103 minutos. (Película completa Facebook).

Comentarios

  1. Interesantes tus reflexiones sobre el confinamiento, aunque quizás es exagerada la afirmación que las mujeres presidentas lo hayan hecho mejor... un país no lo hace una presidenta sola... ¡Me apunto a poner impuestos a los robots!
    AL

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  2. Hola Tomás! Sembla que això del confinament ja s'acaba. Es més, sembla que ara hi hagi presa per a que tornem a circular, a relacionar-nos i a consumir. I és que l'economia mana, s'imposa. El país no és pot aturar massa temps i el que ahir era perillós i prohibit, avui ja s'enfoca sota una altra òptica... Això sí, ens repeteixen que no ens relaxem més del recomanable per si de cas hi hagués un rebrot. I ara què? Doncs hi ha, que amb memòria de peix o per les hormones revolucionades de la joventut, s'exhibeixen junts i sense respectar el distanciament, ni amagant-se darrera una mascareta, i compartint el mateix got... I hi ha també, que encara desorientats per aquests tres mesos passats, no acaben de refiar-se de seure en la terrassa d'un bar, de que ja poden tornar a petar la xerrada amb els amics cara a cara, però deixant un mínim d'un metre i mig... Així que, plantem-hi la cara al virus i visquem l'estiu... A la tardor, ja es veurà què passarà.

    Respecte a la tria de pel•lícules, uns molt bons clàssics. I la darrera, “Lost in traslatión”, molt bona per reflectir la incomunicació amb la parella, el sentir-se sol malgrat està envoltat de gent...

    Ana C. (Ponent)

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