(L451) Autorretrato sin retoques (1996)

Jesús Pardo, Autorretrato sin retoques (1996)

La reciente muerte de Jesús Pardo (Torrelavega, 1927-Madrid, 2020), periodista, traductor poliglota y escritor español, “perdido en la desmemoria en una residencia de ancianos”, me ha llevado a acercarme a su libro de memorias más personal. Su obra literaria, hasta este libro, me era totalmente desconocida.

ÍNDICE

Primera parte: El Sardinero, 1927-1944.

Segunda parte: Santander, 1944-1948.

Tercera parte: Madrid, 1948-1952.

Cuarta parte: Londres, reeducación sentimental, 1952-1974.

Fragmentos

“Escribir memorias es un intento patético de buscar apoyo en el pasado contra la muerte cercana, y a los sesenta y ocho años cumplidos es evidente que la mía tiene que estarlo; si tratase de olvidarla, siempre tengo a mano algún espejo y el límite decreciente de mi resistencia física para refrescarme la memoria”.

“Yo aquí me limitaré a contar mi vida por dentro y sin pudor alguno: única justificación de un libro como éste; y la verdad es que tampoco hay en mi vida tanto que ocultar. Dejo al lector juez de hasta qué punto lo he conseguido. (…) Toda obra humana es esencialmente ficción: el intervalo mínimo de tiempo que tarda la mano en escribir lo que la mente le dicta hace ficción de tal dictado: ningún historiador escribió jamás exactamente lo que concibió como pasado, ningún filósofo exactamente lo que pensó, ningún poeta exactamente lo que sintió. (…) Sólo contaré lo que sé de mí y por mí, por más que saber no deba entenderse aquí en el sentido de conocimiento exacto. Y sin otro apoyo externo a mis recuerdos que la simple indagación de fechas y nombres olvidados. Hablaré siempre en pretérito, incluso de personajes que todavía están vivos, porque no es de ellos, sino de mis recuerdos de ellos, de quienes hablo.”

“El Sardinero bajaba luego hacia el mar por una avenida corta, ancha, patricia y umbría, anónima para siempre en mi memoria, cuyos principales hitos eran el Promontorio, palacete que fue de mi tío Adolfo el naviero y pasó luego a los Botín por veinte mil duros, y el colegio de las Esclavas, con una de cuya alumnas, la que fuese, tendría yo que casarme, porque, decía tía Curra, sólo ellas ofrecían garantía de finura, innecesaria, según tío Marcelino, en una amante, pero imprescindible en la esposa legítima, que podría ser infollable, pero nunca impresentable.”

“Santander y el Sardinero tardaron mucho en juntarse: hasta entrados los años sesenta, o incluso comenzados los setenta, no desapareció, al memos ostensiblemente, ese angosto elitismo, que acabó reducido a unas cuantas viejas recluidas en chalets tan seniles como ellas; Santander y el Sardinero acabaron uniéndose espiritualmente y siendo regidos por plebeyos ilustrados, mientras los de siempre seguían dirigiéndolo todo de boquilla.”

“Mi abuelo, un hidalgüelo montañés, llegó del campo a Santander con cuanto dinero pudo rebañar, y enseguida, a fuerza de energía y sagacidad pasiega, levantó una fuerte industria maderera, construyó chalets y casas. Fue uno de los fundadores de Teléfonos de Santander, donde sus acciones se codearon con las de don Alfonso XIII, y se metió en muchos otros negocios.”

“Mi abuelo murió en 1911, vetusto, torpón y fofo, con ese halo de gran prócer local (…) Se le rumoreaban líos de faldas serviles, y algunas no tan serviles, como una cierta Emilia Bianchi, que está enterrada en nuestro panteón y de quien he oído que anduvo notoriamente enamorado. Alguien me dijo que daba cinco duros a las criadas acomodaticias, y que un hijo secreto suyo le hizo apoderado de sus empresas. Dejó al morir un millón de pesetas para cada uno de sus siete hijos públicos.”

Comentario: Las memorias deben ser sinceras y veraces aunque no siempre sean verdaderas, porque la memoria siempre nos traiciona. Para mentir y llenar páginas de fábulas está la ficción y no el género memorialístico. Pongo el ejemplo las Memorias. Años decisivos (1993-2011) de Jordi Pujol. Cuando se supo todo su embrollo con la supuesta herencia del padre, que no pudo o no quiso justificar, todo lo que escribió perdió cualquier valor testimonial y personal. Él mismo se calificó como embustero.

Estas Memorias de Jesús Pardo son excelentes, algo desvergonzadas pero magníficas. Una especie de “autoficción salvaje”. No es condescendiente con las personas de las que habla y mucho menos consigo mismo. Desde los orígenes de su abuelo, un hidalgo montañés que se convirtió en un rico empresario santanderino, pasando por sus tíos que dilapidaron la fortuna del abuelo, su nacimiento espurio, la poca estima a sus padres biológicos, a los que no conoció hasta adolescente, y sus recuerdos de El Sardinero, que en aquel entonces no estaba unido a Santander, hacen del libro un documento literario e histórico muy digno de tener en cuenta.

En Santander trató con el arqueólogo Jesús Carballo García y con los fundadores de la revista Proel: Carlos Salomón y José Hierro. En el café Gijón de Madrid conoce al novelista prebélico José Francés, Julián Aparicio López director general de prensa y del diario Pueblo quien lo enviará de corresponsal a Londres gracias a su facilidad para las lenguas.

El libro es un documento interesantísimo sobre la intelectualidad española en la capital de España durante la negra década de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado. También traba conocimiento con Ignacio Aldecoa, Truman Capote, Camilo José Cela, Rafael Sánchez Ferlosio o José García Nieto, entre otros menos conocidos como Eusebio García Luengo, Enrique Azcoaga, Eugenia Serrano, César González Ruano, Marino Gómez Santos, Fernando Baeza, junto a figuras como Antonio Buero Vallejo, Enrique Jardiel Poncela, Juan Antonio de Zunzunegui, Emilio Carrere, Rafael Cansinos Assens, Pío Baroja, Ernesto Giménez Caballero.

Jesús Pardo frecuentó el salón literario de Juana Mordó donde conoció a Luis Rosales y Luis Felipe Vicanco (llamados Rosanco y Vivales) quienes junto a Leopoldo Panero se repartían las prebendas y los premios literarios del franquismo. Conoció por su cuenta a Eugenio d’Ors, Pedro Mourlane Michelena, Ramón Gómez de la Serna, Ava Gadner y Mario Cabré.

De su estancia en Londres como corresponsal nos habla de los embajadores que conoció: el duque de Primo de Rivera, José Fernández Villaverde marqués consorte de Santa Cruz y Manuel Fraga Iribarne. Los corresponsales de otros diarios: Jacinto Miquelarena, Guy Bueno, Juan Antonio Martínez de Aguilar, Tristán de la Rosa. También asiste, en la distancia, al traumático cierre del diario Madrid.

Sus aventuras eróticas con las mujeres inglesas no tienen desperdicio. Sobre todo para un españolito inexperto y poco acostumbrado a la libertad sexual de éstas. Nos habla de su matrimonio fracasado con Pauline Knibbs y de su doble vida con su amante Karin Lewenhaupt.

Su lectura me ha dejado con ganas de saber más cosas de la vida y andanzas de Jesús Pardo. Para ello me quedan todavía dos libros suyos de memorias: Memorias de memoria 1974-1988 (2001) y Borrón y cuenta vieja 1988-2007 (2009).

BIBLIOGRAFÍA

Miguel Ángel Aguilar, Jesús Pardo y los extraterrestres, El País, 24/05/2020.

Guillermo Balboa, Adiós al 'sardinerino' Jesús Pardo, poeta y periodista, escritor de la memoria y la muerte, Diario Montañés, 23/05/2020.

Francisco Correal, "Recibí amenazas e insultos por mis memorias", El País, 14/12/1998.

Jesús Pardo, Autorretrato sin retoques, Anagrama, Barcelona, 2006. (Fragmentos p. 15, 16, 22-23, 35, 42-45).

Jesús Ruiz Mantilla, Muere Jesús Pardo, un referente de la autoficción salvaje, El País, 23/05/2020.

Comentarios

  1. Hola, Tomás:
    Un autor totalmente desconocido para mí. Me ha gustado tu comentario, sí. Un escritor curioso.
    Felices vacaciones, disfrutad por el norte.

    Un abrazo
    Adelaida

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