(L460) Memorias del último rey Zīrí de Granada (1090)
Abd Allāh, Memorias del último rey Zīrí de Granada (1090)
No ha habido muchos
destinos en la Historia tan extraños como el de Abd Allāh ibn Buluggin (1056-1095?),
el cuarto y último rey zīrí granadino. Fue bisnieto del segundo rey Zīrí Habús
ben Maksan quien antes de ocupar el trono residía en el castillo de Iznájar. El
texto fue descubierto en países árabes por el gran orientalista francés
Évariste Lévi-Provençal.
La población de este
Estado de indecisas fronteras (foto)
no podía ser más abigarrada: andaluces, árabes y muladíes; beréberes; muchos
mozárabes; judíos en gran número. Este rey tuvo que vivir en perpetua tirantez
con su hermano mayor, Tamīm Mu’izz ibn Buluggin, el príncipe de Málaga, a
quien, de buena o de mala gana, había tenido que entregar, al subir al trono,
una parte de los estados del sultán difunto.
No era menos extraña la
corte de que se rodeaba el sultán granadino. La componían, en increíble
mezcolanza, tanto visires y señores beréberes, más o menos emparentados con la
familia real, como eunucos esclavos y alfaquíes andaluces, que a porfía
consumían su tiempo en conspirar y en denunciarse unos a otros, con la sola
idea de enriquecerse y sin reparar en los medios ilícitos de que se valían al
desahogar su codicia. Eunucos y sus mismas mujeres también meterán la cuchara
en turbios negocios.
Este castillo de naipes
se hallaba condenado a caer por tierra al primer soplo un poco recio. La ola
puritana que venía del Marruecos almorávide fue su perdición y el zīrí
granadino, tras de haber entregado su reino al vencedor africano, tendrá que
exiliarse instalándose en la otra ribera del mar, en la ciudad beréber de Āgmāt
bajo la protección de quien lo ha derribado del trono, pero que, fiel a su
palabra, y contra lo que podía esperarse, lo ha dejado con vida, seguramente
por ser también beréber.
Poco a poco recupera la
tranquilidad y en la casi certidumbre de un futuro tranquilo y sin sobresaltos,
irá precisándose en su pensamiento la necesidad de reaccionar contra la opinión
de sus contemporáneos, que hasta entonces lo han tenido por un mentecato y un
traidor al Islam, que sólo a la magnanimidad del vencedor del momento le debe
el haber podido escapar a la última pena.
Se resuelve a escribir
sus «memorias», como un alegato más que nada, en pro de su causa, como una
intentona de disculparse frente a sus émulos y ante la posteridad, y como una
justificación de su conducta; todo ello sin olvidar, claro está, los respetos y
los halagos al monarca almorávide, que sigue siendo árbitro de su destino.
Por tales circunstancia
podemos gozar de su autobiografía completa que constituye con mucho, en el
terreno de las historia por tan estrecho modo unidas de la España musulmana y
cristiana del siglo XI, el documento más completo y más lleno de vida de que se
dispone hasta ahora.
“Yo me he limitado a
hablar de lo que personalmente me concierne, colocándome en la postura del que
siempre se hubiera hallado en mi situación actual, si bien formulando algunos
juicios y tomando escarmiento de los reyes que me precedieron y de los que
fueron mis vecinos”. Por consiguiente, se trata de un Memorial en que el autor
será el centro y el eje.
Su caso es único, es
decir, el de un príncipe musulmán de Occidente, que, aunque destronado, narra
por el mismo su propio reinado, tras de haber hablado de los de sus
predecesores, y lo narra con prolijidad detallista y ordenada,
proporcionándonos, a pesar del carácter subjetivo del relato, una fuente
histórica de primerísimo orden.
Abd Allāh, tal vez pese
a él mismo, y a contrapelo de sus deseos de justificarse, de aparecer como más
importante de lo que era y deja transparentar, más de lo que él supone, la importancia que realmente tienen, aunque él
quizá no quiera paladinamente reconocerla, los grandes protagonistas de la
tragedia, en la que él no era más que un actor secundario, como por ejemplo: al
Mu’tamid rey abasí de la taifa de Sevilla, Alfonso
VI
rey de León y Yūsuf
ibn Tašufīn el Emir almorávide.
El libro es una fuente histórica
muy útil para conocer la importancia de los diferentes reinos taifas de la
península y su relación con los reinos cristianos. Los beréberes zīríes no eran
una étnica homogénea, había los Sinhāŷa y los Zanāta que se odiaban mutuamente.
También comentar que el Cid no aparece citado en ningún lugar del las memorias,
conocido más por la fortuna que tuvo el romance, no era más que un asalariado
de Alfonso VI. En cambio sí que aparece prolijamente tratada la figura de Álvar
Háñez, un importante capitán del rey que participó en
numerosas batallas junto a Alfonso VI.
BIBLIOGRAFÍA
Abd Allāh, Memorias del último rey Zīrí de Granada,
Alianza Editorial, Madrid, 2005 (6ª ed.) (Introducción de Emilio García Gómez,
pp. 15-19).
Bilal Sarr Marroco, La Granada Zirí: una aproximación a
través de las fuentes escritas, arqueológicas e historiográficas,
@rqueología y Territorio nº 4. 2007. pp. 165-180.
Víctor Rabasco García, El Alcázar Taifa de Granada: Aproximación
y problemática en torno al estudio artístico,
Estudios Medievales Hispánicos, 4 (2015), pp. 57-84.
Nur R. Royo, Abd Allah, el rey cronista de la Granada Zirí, Revista El legado Andalusí, número 45, Año XII, 2012.
Comentarios
Publicar un comentario