(L489) El régimen del solitario (1139)

Ibn Bayya, El régimen del solitario (1139?)

En el reino Taifa de Saraqusta brilló este filósofo andalusí que fue el difusor de la filosofía post-aristotélica en Europa. Abu Bakr Muhammad ibn Yahyaibn al-Sa'ig ibn Bayyah (1080-1139) era conocido entre los cristianos como Avempace.

En 1118 la Taifa de Saraqusa fue reconquistada por Alfonso I fundando Zaragoza. Se cree que dejó la ciudad con dificultad y fue encarcelado por los invasores. Aparte de este período de encarcelamiento, del que informa en una carta a su amigo Ibn al-Imâm, en la que dice que emprendió la redacción de un tratado filosófico durante su detención, no se tiene información sobre su vida durante el período comprendido entre 1118 y 1136.

Permanece en el círculo de poder almorávide y sigue ejerciendo de visir con Yaḥyà ibn Yûsuf Ibn Tâshufîn. Aparece luego en Sevilla en 1136 con su discípulo Abû l-Ḥasan Ibn al-Imâm. Autor de obras matemáticas, metafísicas y morales muy apreciadas por los musulmanes y a menudo elogiadas por Ibn Tufayl, profesó una filosofía mística que le hizo ser acusado de herejía por sus correligionarios. Murió en la ciudad de Fez.

Los intelectuales musulmanes, entre los que se encontraba Ibn Bayyah, se reunían en el Palacio de la Aljafería (foto), un palacio fortificado, uno de los monumentos más importantes de la arquitectura de Al-Ándalus, que he visitado exprofeso para inspirarme en la redacción del presente artículo. Entre corchetes aparecen aclaraciones mías a los términos filosóficos de varios fragmentos del texto.

En la obra canónica de Salomon Munk Mélanges de Philosophie juive et arabe (París, 1859) éste tuvo que recurrir a una traducción hebrea, al no existir ninguna en árabe, redactada por el filósofo judío Moisés ben Josué, llamado el Maestro de Narbona (siglo XIV) que tiene el inconveniente de ser solo un resumen de El régimen del solitario tomándose muchas libertades y poniendo algún añadido. Además Avempace dejó inconcluso su opúsculo al llegar al punto terminal y más importante de su sistema, es decir, al explicar el proceso definitivo por el cual se opera la unión del entendimiento agente con el hombre, unión que es justamente la meta a que debe aspirar el solitario, para cuyo régimen de vida lo había redactado. Aunque el texto se daba por perdido se encontró un manuscrito en la Biblioteca Bodleyana de Oxford (Poc. 206), folios 165 rº -182 vº.

Todo el pensamiento de Avempace en el Régimen se asienta, como postulado cardinal, en la doctrina de Aristóteles sobre la felicidad suprema y fin último del hombre. Este fin no consiste en ninguno de los bienes exteriores o extraños a la esencia humana, como lo son las riquezas, los honores y los deleites. Ni siquiera las virtudes morales o éticas, y ni aun las dianoéticas o intelectuales, son en sí mismas el fin último del hombre, sino tan solo medios y etapas, más o menos próximas y aptas, para llegar a la meta de la intelección pura, [culminación de la felicidad humana].

A primera vista y por su título el tratado parece sugerir que se trata de un manual devoto de ascética y mística, como tantos otros que en el Islam oriental y occidental vieron la luz para la iniciación de los sufíes en la vida espiritual; pero, sin que falten en él esporádicas alusiones al punto de vista religioso, el libro de Avempace se inspira más bien en las ideas psicológicas y éticas de Aristóteles sobre las potencias del alma y sus operaciones, sobre el acto humano y sus fines, sobre la felicidad última y los medios para conseguirla.

Sobre este andamiaje construye todo el código de normas morales y ascéticas mediante las cuales, el solitario ha de ir renunciando gradualmente a los actos y a los hábitos, a las imágenes, emociones y apetitos que se inspiren en las formas materiales y corpóreas, en las espirituales singulares y hasta en las universales de origen material para elevarse en definitiva al acto de la intelección pura, en que consiste la felicidad última.

El interés mayor que ofrece el texto del Régimen radica en esto análisis de los actos malos y buenos, bestiales y humanos, vicios y virtudes que tienden a realizar las varias categorías de formas o que éstas sugieren y provocan. Las curiosas, pero fugaces observaciones que sobre la vida social y política de Al-Ándalus inserta Avempace en sus análisis aumentan ese interés y hacen lamentar su brevedad y oscuridad.

Fragmentos

“La sociedad humana ha estado y está integrada, en la mayoría de los casos, por cuatro ciudades imperfectas: la ignorancia, la viciosa, la errada, y la que forman un corto número de brotes. La ciudad perfecta estaría constituida por estos últimos, es decir, por los solitarios (que los sufíes llaman extranjeros), si llegasen a vivir juntos formando sociedad. El objeto de este tratado es explicar el régimen que debe seguir el solitario para conseguir y conservar la perfección espiritual. Así como el médico explica y aplica el régimen higiénico y terapéutico para que consigan y conserven la salud corporal todos los hombres que viven en las ciudades imperfectas, este régimen del solitario, medicina de las almas, tan solo es aplicable y útil mientras que el hombre que aspira a la felicidad vive en dichas ciudades, antes de que exista la ciudad perfecta.”

“[Existen] Cuatro clases de formas espirituales: Primera, las inteligencias de las esferas celestes; segunda, el entendimiento agente [también llamado intelecto agente o activo, que no deja de ser nuestra alma para Aristóteles o el mismo Dios para Averroes] y el adquirido [es el conocimiento acumulado de una persona]; tercera, las especies o imágenes adquiridas por los cinco sentidos externos; cuarta, las especies sensibles conservadas por los tres sentidos internos (sentido común, fantasía y memoria). Las de la clase primera son del todo inmateriales, las de la tercera son materiales, porque existen en la materia; las de la segunda son en sí mismas inmateriales, aunque dicen [tienen] relación a las especies sensibles para convertirlas en inteligibles; las de la cuarta ocupan lugar intermedio entre estas últimas y las de la tercera clase. Los inteligibles son formas espirituales universales. Las formas de la clase cuarta son espirituales, pero individuales, porque se refieren a los cuerpos singulares cuyas especies o imágenes se conservan en el sentido común, en la fantasía y en la memoria. Los inteligibles no tienen más relación con los singulares que la que nace de su predicación respecto de éstos.”

“[Hay] Seis géneros de potencia [Aquello que está en calidad de posible y no en acto] en el hombre: primero, la potencia intelectual o reflexiva; segundo, el género de las tres potencias espirituales de los sentidos internos: memoria, fantasía y sentido común; tercero, el de los cinco sentidos externos; cuarto, la potencia generativa; quinto, la vegetativa con la nutritiva y aumentativa; sexto, la elementativa” [Los cuatro elementos (tierra, agua, aire, fuego) o formas simples que integran el cuerpo humano].

“El máximo grado de imperfección humana es el de quienes toman como fin de sus actos el deleite que producen las formas corpóreas o físicas, es decir, el placer sensual que producen los manjares, bebidas, aromas, vestidos y habitaciones, superfluos e innecesarios, despreciando y hasta ignorando el alto valor de las formas espirituales. Esta clase de hombres corpóreos está integrada casi siempre por los descendientes de los aristócratas, cuya vida se consume en la embriaguez, la caza y los juegos y diversiones, que acarrean la degeneración de las razas aristocráticas y con ella la decadencia de los imperios políticos”. [Por lo que se ve en el texto todas las monarquías han tenido los mismos vicios a lo largo de la historia]

“De modo que los actos humanos propios del hombre son los que proceden de su libre elección: todo acto realizado por el hombre con libertad es acto humano, y todo acto humano es un acto realizado con libertad. Por «libertad» entiendo la voluntad que nace de reflexión. Los movimientos instintivos, la inspiración espontánea y, en suma, las afecciones pasivas intelectuales son comunes al hombre y al animal (…) El acto bestial es, pues, el que va precedido de una afección pasiva animal en el alma y no más, como el apetito sensible, o la ira, o el temor y otras pasiones semejantes. En cambio, el acto humano es el que va precedido de un estado de alma provocado necesariamente en el sujeto por el pensamiento reflexivo, tanto si a éste le precede como si le sigue una afección pasiva animal, pues basta, para que sea acto humano, con que el motor que mueve al hombre sea algo producido necesariamente por el pensamiento reflexivo y en cuanto provocado por éste o por cosa de este género; y ello, tanto si dicho pensamiento es una convicción cierta, como si es una mera opinión. Así, pues, el motor que mueve el acto bestial es siempre una afección pasiva, nacida en el alma bestial, y el motor que mueve el acto humano es siempre una idea o convicción, nacida en el alma”. 

“Por la corporeidad es, pues, el hombre simplemente un ser; mas por la espiritualidad es ya un ser más noble; y por la intelectualidad, es un ser divino y virtuoso.”

BIBLIOGRAFÍA

Avempace, El régimen del solitario, CSIC, Madrid-Granada, 1946. Traducción de Miguel Asín Palacios.

Ibn Bayya, Sobre el fin del hombre, Sharq Al-Andalus, 10-11 (1993-1994). Traducción de Joaquín Lomba.

Joaquín Lomba, Asín Palacios y el filósofo zaragozano Avempace, Éndoxa: Series Filosóficas, nº 6,1995, UNED, Madrid.

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