(L537) Caligrafía de los sueños (2011)

Juan Marsé, Caligrafía de los sueños (2011)

Comentario póstumo de una de las pocas novelas interesantes que me quedan por comentar de Juan Marsé (1933-2020). Su universo sigue siendo el que ya todos conocemos. Al norte el monte pelado (el Carmelo) bajando por el Parque Güell hasta la plaza Sanllehy. Caligrafía de los sueños la escribió después de recibir el Premio Cervantes el año 2008.

Argumento: la señora Victoria Mir sale del portal gritando vestida con su bata de enfermera. “Es una cuarentona rubia de chispeantes ojos azules, gordita, muy popular en el barrio”. Se tiende en las vías del tranvía con las manos cruzadas. Solamente hay un problema, si lo que pretende es suicidarse, el tranvía hace años que no pasa. Su marido había sido recluido en el sanatorio de San Andrés a finales del año anterior. “Alguien comenta que el hombre con el que está liada actualmente, era o había sido conductor de tranvías”. Las vecinas se arremolinan y la conminan a que se levante mientras cotillean entre ellas.

“Un muchacho de unos quince años, en mangas de camisa y con un libro en la mano, se para y atisba como quien no quiere la cosa los pechos de la yacente que asoman por el escote e la bata”. A Victoria la levanta del suelo un señor y ella parece no ver a nadie. Se dirige, en vez de a su casa, al bar-bodega Rosales a tomarse una copita de coñac.

El padre del chico es el jefe de una brigada de los “Servicios Municipales de Higiene, Desinfección y Desratización de locales públicos”. El chico quiere ir con el padre a matar ratas azules pero éste no lo deja.

En los carteles del cine Selecto se anuncia “Chen-li, la Gata con Botas bailarina excéntrica y acróbata”. El muchacho se queda embobado mirando los carteles. Tiene doce años (al inicio se dice que tiene quince) se hace llamar Ringo. Un hombre pequeñito que lleva un perro de tres patas se le ha puesto a hablar sobre las ratas que hay en el cine y sobre la programación de la próxima semana. Cuando vuelve con su padre en el tranvía se aproxima un cura, el chico hace ademan de cederle su asiento pero su padre se lo impide: “no es una señora ni está embarazada” le dice. El padre suelta cuatro frescas al cura y la gente se vuelve de espaldas. “Ratas negras como sotanas, sotanas negras como ratas. No lo olvides, hijo”.

Se reúne con sus amigos en la montaña pelada (el Carmelo) a explicarse historias de apaches galopando por los desiertos de Arizona. “Son el Chato Morales, Roger, los hermanos Cazorla, el Quique Pegamil, Julito y él mismo. Todos, a excepción de Julito Bayo, son mucho más pobres que él, llevan cuerdas en lugar de cinturones, jerséis apolillados, pantalones cortos remendados y sandalias de goma. Algunos lucen la cabeza rapada, la tez famélica y las rodillas roñosas, y, en invierno, ardientes sabañones en los dedos y en las orejas, y en los pies el sempiterno frío como una fiebre helada o como la Bota Malaya apretando. No van a la escuela, salvo Julito, y aunque no alcanzan la edad legal, trabajan ocasionalmente de recaderos, monaguillos, dependientes de colmado o mozos de taberna”.

La señora Mir tuvo que sufrir un desengaño amoroso tremendo para querer morir de esa forma tan absurda. Por la conversación que tiene con Paquita, la dependiente del bar-bodega Rosales, nos enteramos que lo echó de casa dándole una bofetada por unas sospechas que tenía sobre la existencia de otra mujer.

Ringo lleva el brazo en cabestrillo. Se ha pillado un dedo, y lo ha perdido, con una laminadora en el taller de joyería donde estaba de aprendiz. Ya hace tres años que dejó las clases de solfeo por falta de recursos…

Comentario: como en muchas ocasiones el muchacho protagonista del relato es el propio Marsé por varios detalles que nos cuenta. Primero por su apariencia física: “Es un adolescente algo pasmarote y de mirada sombría. Gasta alpargatas de suela de neumático, lleva un lápiz prendido en la oreja y luce abundante pelo rizado que le cae sobre la frente”.

Luego por varios detalles de su rocambolesca biografía: “Te gusta Barcelona, ¿verdad nano? Te sientes muy seguro en la gran ciudad, junto a tu segunda madre que te salvó del hospicio y te quiere mucho y te mima. A que sí”. (…) “Esta es la ciudad que te vio nacer casi de milagro, y aquí estás, vivito y coleando, y me alegro, hijo, pero que sepas que aquel taxi lo cacé yo…”.

La geografía donde se mueven estos chicos nos es bien conocida a los lectores de Marsé: “Se han lanzado chorros de agua desde la fuente de la Atzavara de la calle Camelias y han mendigado un vaso de leche en el cercano local del Auxilio Social, y esa ha sido su merienda; después, en el Camino de la Legua, han peloteando junto a la pared del Centro San Estanislao de Kostka, y finalmente, remontando el barrio y la carretera del Carmelo desde la plaza Sanbllehy, cubiertos de polvo y pateando una descosida pelota de trapos, han recalado en la vertiente meridional de la colina desnuda, cerca de la entrada norte del parque Güell”.

“Nubes amarillas descienden por la Montaña de Oro, dicen fijando la vista en las matas de ginesta. Estamos en mayo, y la floración de la ginesta circunda la colina con anillos de oro. Por debajo de la neblina y a lo lejos, más allá del Cottolengo del Padre Alegre, Barcelona se tiende hacia el mar como agua de lluvia encharcada y sucia, y arriba, por encima de sus cabezas, en el cielo blanquecino, una pesada cometa roja con topos amarillos se balancea y cruje al viento con una risa de cristal, dando bruscas cabezadas porque el bramante lo manejan torpemente desde la cumbre de la Montaña Pelada manos inexpertas”.

Los superhéroes que admiran están acompañados de fascinantes féminas: el hombre enmascarado y su novia Diana Palmer; Jane Parker, la chica de Tarzán; Esmeralda la Zíngara o la bella actriz inglesa de películas de aventuras June Duprez. Todas ellas son chicas bellísimas y que llevan poca ropa. Se inventan aventuras en las que son atadas a un poste y los vestidos desgarrados por malvados indios.

Nuevamente asistimos al universo juvenil de la Barcelona de Marsé, carente de casi todo en lo material pero donde el mundo de la imaginación es salvífico para sus protagonistas. Vivir en un mundo paralelo donde la fantasía tapa la miseria cotidiana de vidas sin futuro.

“Porque fuera de estos muros (los de la imaginación), todo lo que hay ha sido despojado de sentido y de belleza y de futuro, sólo es un trajín de seres acogotados y de pobres afanes que no importan, que no merecen atención; porque a quién puede contentar día tras día esta monótona e interminable sucesión de fachadas grises y amedrentadas, estas calles de aceras reventadas o todavía sin pavimentar y estas calzadas de tierra apelmazada donde los chavales dibujan calaveras y tibias cruzadas con sus cortaplumas, estos solares yermos y estas esquinas melladas y roñosas con la araña negra estampillada”.

De su reciente muerte comentar el absoluto silencio de los gobernantes de Cataluña ante su figura y su obra. No sirve de excusa el que no comulgara con ellos, es decir con sus ideas. La dimensión de su obra es lo suficientemente importante para que muchos catalanes nos sintamos identificados y orgullosos de sus novelas. Qué decir entonces de la Iglesia y la burguesía catalana a quien no deja demasiado bien paradas.

BIBLIOGRAFÍA

Nuria Azancot, Juan Marsé: «Madame Bovary o Fortunata son más reales que Esperanza Aguirre». El Cultural, 04/02/2011.

Eduardo Jordá, Adiós, Marselona, Diario de Sevilla, 26/07/2020.

Juan Marsé, Caligrafía de los sueños, Lumen, Barcelona, 2011. (Fragmentos pp. 21, 27, 51, 53-54, 61, 68, 223).

José Oliva, Marsé en nueve claves, Diario de Servilla, 19/07/2020.

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