(L538) Los asquerosos (2019)
Santiago Lorenzo, Los asquerosos (2019)
Un gran éxito de público ha tenido
la novela que os traigo hoy. Santiago
Lorenzo (Portugalete, 1964) es un peculiar escritor que empezó
dedicándose a la animación y a los cortos cinematográficos, obteniendo varios
premios, hasta que cansado de todo ese mundo se refugió en un pueblecito y se
dedicó a vivir como un neorural y sobre todo a escribir. La novela, en
solamente dos años de vida, ya va por la decimoséptima edición.
Argumento: Manuel
era eso que hoy llamamos “niños de las llaves”. Nació en Madrid en 1991.
“Impresionaba verle, con once años, buscando trabajo en Internet. Ni se lo iban
a dar ni él lo iba a pedir por su edad”. Para él la falta de atención fue una
suerte porque así tuvo tiempo de estar solo dándoles vueltas a sus asuntos y
ensayar habilidades por cuenta propia. “Aprendió pronto a hacer tortilla
francesa, forrarse los libros, atajar una mancha de aceite con una pizca de
harina. Un día arregló el empalme de una lámpara. Estudiaba inglés oyendo la
radio, sin cursos ni academias. Se aficionó a los aparatos adiestrándose con
las máquinas que rescataba de los contenedores”. Pero mantuvo ocultas a sus
padres todas esas habilidades.
No creció mucho, se quedó
en 157 centímetros. “Era listo. Un psiquiatra que lo hubiera examinados con sus
test habría dictaminado un cociente intelectual hermoso. Su parte floja era
su incapacidad para hacer amigos a pesar de desearlo y peor le iba cuando se
trataba de chicas”.
Estudió una FP y luego una
Ingeniería. Se licenció en 2013 pero la crisis le impedía encontrar trabajo.
Sus primeros trabajos fueron de vigilante, dependiente o mozo de almacén. Así
pasó un par de años entre trabajos precarios y tuvo que renunciar a sus
aficiones. Encontró un trabajo en una compañía de telefonía medio pirata y con
sus pocos ahorros se instala en un cuchitril de la calle Montera con las
cuatro pertenencias de las que era propietario.
A las dos semanas de
haberse emancipado sale a la calle y se encuentra una manifestación. Un policía
de paisano lo empuja dentro del portal, lleva una porra extensible, es fornido
y se dispone a pegarle porque sí. Manuel se defiende y le clava un
destornillador, que siempre lleva consigo, en el cuello. Se da cuenta que una
cámara del portal lo ha grabado todo. Camuflado bajo un paraguas y tomando las
protecciones necesarias va en busca de ayuda a casa de su tío (que ejerce de
narrador).
Lo primero que piensan es
que Manuel se ha de marchar de Madrid. Con su coche de segunda mano se dirige a
un pueblo deshabitado al norte de la capital y de nombre figurado donde
comienza a vivir como un nuevo Robinson Crusoe…
Comentario:
un aire fresco nos llega al leer esta novela de Santiago Lorenzo. Es ágil,
fresca, con un lenguaje de la calle en algunas frases que no deja de
producirnos una sonrisa. Escribe como se habla entre los modernillos y guais; y
de los que están a un paso de la delincuencia.
Algunos ejemplos:
chirleos, quinquis, chines, chupa, estampa, pasarlo canutas, escatimar chicha,
alquilar el chamuzo, el menda de la película, chivarse, salir por patas, ir a
cardar inglés, se puso como un cafre, echar el bofe, sudar los mangos, levantar
la liebre, plantar pica, asomar la gaita, de puta pena, hacerse cascas,
entregar la cuchara, como puta por rastrojo, jambo, yonqui, pegar la hebra, dar
mucha bola, chorbos, curros, lapo, pasar de todo, dar la tufa, pichadas, jiña,
grima, pajillero, flipar, meter el cuezo, trafullo, chorrudeces a palangana,
desmigados, modorra, panoli, etc.
Pero en su narrativa
también aparecen cultismos: ominosos, ciclópeo, oligofrénico, ensimismarse,
percudir, rorar, ilación, litosfera, autótrofa, dislate, etc. Una combinación
de los dos vocabularios, el de jerga y el culto, que el autor sabe engarzar
admirablemente. Además de dominar la lengua inventa unos neologismos
graciosísimos.
La tesis de la novela es
que el tiempo es lo importante, no el dinero. El dinero se puede acumular pero
el tiempo se tiene que gastar adecuadamente y en su momento. “La carencia era
su gran saciante patrimonio. Se estaba instalando en una austeridad fiera en la
que chapoteaba cada vez con mayor deleite, como quien se da a la gimnasia
extrema y goza con la queja muscular. (…) Su apetito por la sobriedad empezaba
a ser gula, y su amor por la pobreza empezaba a ser lujuria”.
Remedando las preguntas
kantianas, el protagonista se interroga sobre su lugar en el mundo y qué debe hacer:
“Se sometía periódicamente a ese test de tranquilidad i felicidad que, en cinco
etapas, consiste en preguntase donde te gustaría estar ahora (1) y haciendo qué
(2). Y qué obstáculos te impiden estar allí haciéndolo (3), para ver de
eliminarlos (4) y entregarte a lo apetecido (5)”.
Es una lectura diferente,
muy original y os la recomiendo. Hay fragmentos divertidísimos y muy
ocurrentes, como la crítica que hace a la familia de la mal llamada “clase
media”, a los nuevos ricos, a los inquilinos de segundas residencias en el
campo, a la educación de los hijos. A los no lectores habituales les gustará y
a los lectores mucho más. Y aunque me gusta explicar con detalle el argumento
de las novelas, siempre queda la sorpresa, nunca desvelo su final.
BIBLIOGRAFÍA
Kiko Amat, ¿Por
qué es tan bueno Santigo Lorenzo?, El Periódico, 03/10/2018.
Santiago Lorenzo, Los asquerosos, Blackie Books,
Barcelona, 2020 (17ª edición).
Nadal Suau, Los asquerosos, El
Cultural, 04/01/2019.
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