(L609) José Trigo (1966)
Fernando del Paso, José Trigo (1966)
En la obra que os traigo hoy
se hace un repaso a la historia de México a través de varios personajes ligados
a la evolución del ferrocarril mexicano. De Fernando
del Paso (1935-2018) además de esta obra también destaca
su novela Noticias del Imperio
(1987).
Argumento:
José
Trigo llega en un tren de carga a los llanos olvidados de Nonoalco-Tlatelolco
en la ciudad de México: “Cuento los años y las cosas como muelle, como patio de
carga, garrotero, báscula de piso. Como torres de vigilancia, como mensulas de
señales: todo aquello que vio a José Trigo llegar en un tren carga de estos
llanos olvidados que son los de Nonoalco-Tlatelolco, en la Ciudad de México,
que un día de mayo de hace muchos años lo vio caminar por los campamentos con
una caja blanca al hombro, que una tarde de difuntos lo vio correr bajo el
Puente y perder un zapato, que una noche de un mes de diciembre de un año
bisiesto lo vio de rodillas en Santiago Tlatelolco. Lo vio una vieja gorda y
bruja (la madre Buenaventura). Lo vieron. Todos los Santos (un hombre con ese
nombre). Lo vieron tres guardacruceros de las calles de Fresno, Naranjo y
Ciprés (Bernabé, Anselmo, Guadalupe). Lo vio un carpintero de la Calle del Pino
(don Pedro). Lo vio una mujer que viajó en una grúa (Eduviges). Lo vio un
hombre que acicalaba un puñal (Manuel Ángel). Lo vio un albino de piel de
muévedo (un hijo retrasado de Buenaventura). Lo vio un ferrocarrilerio de
uniforme azul y anteojos ahumados (Luciano). Lo vio la Virgen de Guadalupe. Y
lo vi yo (el narrador)”.
Ha venido en un vagón de
mercancías y se ha puesto a vivir con Eduviges en un furgón en las vías
muertas. La mujer tiene un hijo y otro en camino. Su marido, Manuel Ángel, la
había dejado. Luciano, que está casado con María Patrocinio, es un líder
sindical de los ferroviarios que están en huelga. Hasta que un día lo avisan de
que lo quieren liquidar y decide marcharse. Los vecinos Anselmo, Guadalupe,
Bernabé, Atanasio, don Pedro el carpintero, todos ellos nos cuentan la historia
de José Trigo. Todo ello mezclado con la Guerra de los
Cristeros (1926-1929). Buenaventura y dos de sus hijos los
siguen para encontrarse con otro hijo llamado Crisóstomo, líder de una partida.
“Sería la hora de la
mecatona cuando el bragetudo ése se le acercó. Nosotros ya estábamos jajando de
hambre, pero con nuestras raciones de pulque, aunque deados, la íbamos pasando.
“¿A dónde vas?” le preguntaron sus contlapaches, me acuerdo, y él con
despachaderas dijo: “A coger un catarro”. Y no fue echada, porque se echó a la
Eduviges. Todavía de pura tanteada hizo la potiforma de andar con urbanidades. «Miren
que linda muchacha», les dijo así, muy calmudo, a sus adláteres, con quien se
veía que se daba con las gamarras. Lo dijo como hablando de todas, pero mirando
nomás a una, el avorazado. «Siquiera convida», le dijo un hombre que recuerdo
era tencua y cacarizo, las dos cosas, y oímos las carcajadas de todos, un
aguacero de risas. Luego la agarró de un brazo y ella se dejó. No cabe duda de
que era muy abalanzada la matrera de la Eduviges. Nosotros, por nuestra cuenta,
nos hicimos los disimulados”.
Comentario:
el lenguaje no es fácil, está lleno de mexicanismos, de juegos de palabras y de
retruécanos de los que Fernando del Paso usa y abusa y, aunque estéticamente
sale airoso, argumentalmente dificultan la comprensión de la novela. Su lectura
es todo un reto, no es recomendable a lectores primerizos pues requiere un esfuerzo
considerable y a trozos resulta aburrida.
Veamos por ejemplo cómo juega con los números: “«Le voy a decir cuatro verdades al muchacho, le voy a
leer la cartilla» y a ti se te arrasaron los ojos de lágrimas porque sabías que
tu viejo camasquince era capaz de cabronada y media cuanto todo le salía al
gallarín, y que aquí entrenós estabas en lo cierto y te quedaste de a seis
cuando el viejo nacido para ochavo y nunca llegado a cuarto, un hombre que no
era en suma sino más o menos un cero a la izquierda, en un dos por tres te
salió con su domingo siete. (...) Mira que Buenaventura sabía, como que ella
estaba en sus cinco, que el viejo se mantendría en sus trece, que de nada
valdría darle mil razones un millón de veces, decirle por ejemplo: Mira que él
es bueno, que lo conocen cuando se sienta con los ancianos de la tierra. Créeme
que el pícaro de siete suelas saldría del furgón haciendo ochos y decidido a
echarlo todo a doce aunque bien sabía que él, el muchacho, tenía de plata
escogida la lengua y sus labios apacentaban a mudos.
Y ve, ve cómo llega a la
casa del muchacho, y le acusa las cuarenta, y le hace pagar con las setenas el
pontazgo y el portazgo, y le pone una cuatro de vuelta y media y regresa a su
furgón a las mil quinientas y pico y desde entonces todo le importa una pura.
Borrón y cuenta nueva. Divide y reinarás. Así sucedería, seguro como dos y dos
son cuatro, tres y dos son cinco y treintaidós y veintitrés cincuentaicinco. En
eso, Buenaventura no se equivocaba de medio a medio ni se hacía cuentas galanas
al respecto: lo sabía por entero y lo daba por de contando y descontado, como
daba ya por hecho que el muchacho sería tentado por el poseedor de la piedra
preciosa del soborno, y traicionado por el testigo falso que había de morir con
la boca llena de cascajo”.
Su vocabulario es de lo
más charrúa, palabras las hay a cientos. Os dejo algunas y, como hago últimamente, un
diccionario de americanismos de ayuda: garrotero, salcochado, encarrujado,
cacles, pulquería, jaharrados (de jarrada), pepenadoras, papalotes, atorrantes,
tamo, calconos (de calchona), ampón, calandrajos (de calandraco), espaventero
(de espamentero), zanguayo (de zanguango), gallarín (de hallarín), chingada,
macanaeado, cabús, popotillo, mirruña, macutenas, catoche (de catocha),
calimbar, garambullo, trique, enmorralar, huesillo, magueyes (de maguey),
milperío, milpas (de milpal), chintamal, hisache (de huisache), zoquite,
chinampo, chonguear, nahual, temazcal, cholla, chinacate, caitear, jacal,
muina, martajada, sapos, chuca cuerera, cuba, cuete, piscapocha, machincuepa,
mitote, chole, chinampina, canchanchán, tambarrias, gallaruza, etc.
En la novela los
ferrocarriles se aclaman como los portadores de la revolución, la revolución se
llevó a cabo sobre todo gracias a la ayuda de los ferrocarriles. Pero, además
de eso, los ferrocarriles representan el progreso moderno en su totalidad, la
civilización de las máquinas, el cambio social y político. El otro contrapunto
es La Iglesia que responde a la reacción; su historia se remonta a la época de
la Conquista, se ve como un instrumento de poder de los saqueadores y los
opresores.
El libro ha sido tachado
por algunos críticos como un experimento (“un mero ejercicio del autor, un
ensayo de los temas e inquietudes que madurarían posteriormente”) en el que la
oralidad –de múltiples voces–, tiene un papel principal. Y es que las novelas
totales tienen su peligro, si aciertan estupendo, pero si no pueden ser un tremendo
tostón. Creo que su lectura es solo para valientes o para lectores muy
acostumbrados a la poética y la ensoñación.
BIBLIOGRAFÍA
AA.VV., Diccionario
de americanismos, AALE (Asociación de Academias de la
Lengua Española, 2010.
A. Dessau, «José Trigo». Notas acerca de un
acontecimiento literario en la novela mexicana,
Bulletin Hispanique, Année 1968, 70, 3-4, pp. 510-519.
Jorge F. Hernández, Viaje alrededor de Fernando del Paso,
El País, 23/04/2016.
Arnulfo Herrera, Dos acercamientos a José Trigo de
Fernando del Paso, UAM, México, última actualización 29/03/2022.
José Luis Herrera
Arciniega, Reseña "La voz poética de Fernando del
Paso. José Trigo desde la oralidad", UAEM, México,
Contribuciones desde Coatepec Número 18, enero-junio 2010.
Fernando del Paso, José Trigo, Argos-Vergara, Barcelona, 1983.
No lo conocía. Muy buen análisis y sinopsis, como siempre. Gracias, Tomás, por compartirlo.
ResponderEliminarAdelaida