(L626) Siddhartha (1922)

Hermann Hesse, Siddhartha (1922)

Afortunadamente todavía me quedan clásicos por leer y aunque la mal llamada “filosofía oriental” tuvo su auge popular en los años sesenta y setenta, el libro de Hermann Hesse (1877-1962) todavía se deja leer con placer y aprovechamiento.

Argumento: “Al cobijo de la casa o bajo el Sol, a la orilla del río junto a las barcas, a la sombra de los sauces y las higueras, creció Siddhartha, el hijo hermoso del brahmán, el joven halcón, junto con Govinda, su amigo, también hijo de un brahmán. El sol bronceó sus claras espaldas a la orilla del río, al bañarse y al hacer las abluciones sagradas durante sus ritos religiosos. Sus ojos negros se cubrían de inquietudes en el bosque sagrado, durante sus juegos infantiles, escuchando los cantos de la madre, en los sacrificios divinos, en las lecciones de su padre, el sabio, o en las conversaciones con sus maestros. Hacía tiempo que Siddhartha tomaba parte en las conversaciones de los sabios, se ejercitaba en la polémica con Govinda, en el arte de la meditación y en el servicio de la introspección. Ya comprendía la palabra de las palabras, solía pronunciar silenciosamente el Om, lo pronunciaba hacia afuera con la espiración, con el alma concentrada y la frente nimbada por el resplandor de los espíritus que piensan con diafanidad. Ya comprendía en el interior de su alma las enseñanzas de Atman, indestructible, unido al Universo”.

“Había una meta ante Siddhartha, una sola; vaciarse, vaciarse de sed, vaciarse de deseo, vaciarse de sueño, vaciarse de alegría y dolor. Morir para sí mismo, no ser más un yo, encontrar la paz en el corazón vacío, estar abierto al milagro por la introspección: esta era su meta.

Cuando todo el yo estuviera vencido y muerto, cuando cada anhelo y cada impulso callara en el corazón, entonces debería despertar el Último, lo más íntimo del ser, que no es ya el Yo, el gran misterio”.

Comentario: las desastrosas consecuencias de la I Guerra Mundial llevaron a los pensadores europeos a cuestionarse la cultura occidental. Este escepticismo los llevó a poner sus ojos en el Oriente. Hermann Hess fue uno de ellos.

En 1911, viaja a Ceilán e Indonesia, buscando una renovación espiritual. Educado en el pietismo suabo, la fe de sus padres le parece insípida y pueril. No comulga con dogmas ni ortodoxias, pero entiende que el anhelo de trascendencia se halla profundamente arraigado en el corazón humano y no puede ser extirpado sin dejar un vacío irreparable. Buscar lo divino no debería implicar renunciar a la vida. La materia no es deleznable. El paraíso está en la tierra, no en un hipotético más allá. El reino de Dios se halla en la naturaleza, no en una dimensión puramente espiritual.

En los años sesenta y setenta, la espiritualidad hindú se “popularizó” y despertó la curiosidad de los occidentales. Esa vida sin la tiranía del Yo y esa religiosidad sin Dios nos acercaron a su sabiduría. En Oriente no existe la filosofía, como nosotros la entendemos, hay sabiduría. La filosofía tiene lugar en el ágora, hablando y discutiendo entre iguales.

También algunos músicos destacados de la época, como los Beatles o Cat Stevens, se sintieron atraídos e hicieron viajes que influyeron en su vida y en su música. El furor, con los años, pasó pues no dejaba de ser una nueva doctrina. “El que busca de verdad la verdad no pueda aceptar ninguna doctrina, al menos que quiera encontrarla de verdad” nos dice el sabio Siddhartha.

“Comprobó que algo se había desprendido de él, como la piel vieja de una serpiente, que ya no había en él algo que le había acompañado y había poseído durante toda su juventud: el deseo de tener maestros y de escuchar a los maestros”.

Al final del siglo XX, vivíamos una especie de regreso a formas elementales de expresión literaria; la televisión y el cine eran, para la mayoría de la gente, la fuente única de su experiencia estética e ideológica; a través de historias simples y personajes llanos, se produce una especie de identificación infantil entre el héroe y su espectador, hermanados en una vivencia divertida o catártica que nos permite eludir la inquietante sensación de pensar.

Ahora en el siglo XXI las formas elementales son internet, los videojuegos y las series. Sin embargo, el libro sigue siendo la materia prima de la cultura y su efecto en la vida personal es de un valor incuestionable, permite recuperar y enriquecer la natural vinculación entre el signo y la cosa; entre la palabra y la imagen, para propiciar esa dialéctica interior que nos permite pensar, imaginar, crear.

La búsqueda del oriente fue entendida o sentida como la fuente de una espiritualidad más libre, más auténtica y mucho menos “formal” que la propuesta religiosa occidental.

Siddhartha es la expresión de un humanismo ancestral; pero novedoso para el Occidente; la novela es una paráfrasis de la vida y la doctrina de Siddhartha Gautama, que fue el Buda y es una de las fuentes más importantes de la religiosidad oriental. A través de la vivencia de un personaje paralelo al propio Buda, la historia nos lleva al cuestionamiento de la normatividad del occidente, donde se enseñan y aprenden las formas de la vida; pero no a vivir realmente.

Esta novela, en apariencia ligera y poética, sigue siendo un verdadero descubrimiento para el lector sensible; representa una postura humanista que trastoca los puntos de referencia de la cultura occidental, en tanto que propone una filosofía sin autoridades y una religión sin Dios... El hombre, solo ante sí mismo, puede ir determinando el itinerario de su pensamiento, en busca de su libertad, ya que “El hombre que se busca a sí mismo, no busca ni el dinero ni el poder”.

BIBLIOGRAFÍA

Hugo Ball, Hermann Hesse. Su vida y su obra, Barcelona, Acantilado, 2009.

Carlos Javier González Serrano, Hermann Hesse: el conflicto del sí mismo, El vuelo de la lechuza, 05/06/2016.

Hermann Hesse, Siddhartha, Tomo SA., México, 2010 (9ª edición).

Imma J. Ferrero, ‘Siddhartha’, la búsqueda interior de Hermann Hesse, Entreletras, Diciembre, 2020.

Rafael Narbona, Hermann Hesse: Siddhartha o el despertar, El Cultural, 04/09/2018.

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