(L704) Trampa 22 (1961)

Josep Heller, Trampa 22 (1961)

Una novela antibelicista y en cierto modo calificada por la crítica de cómica hasta llegar a lo absurdo. Josep Heller (1961) saltó a la fama con esta obra que se publicó cuando empezaba la guerra del Vietnam y fue acogida con entusiasmo por el movimiento pacifista norteamericano.

Argumento: ante nuestros ojos desfilan toda una serie de personajes que intentan salir vivos de la guerra. El capitán Yossarian, el capellán Tappman, el teniente Dunbar, el indio Joe el Hambriento, el doctor Danika, el teniente Nately, el teniente Milo Minderbinder, El teniente Scheisskopf, etc.

Yossarian pasa estancias en el hospital militar simulando estar enfermo: “A ninguna de las enfermeras le caía bien Yossarian. En realidad, se le había pasado el dolor de hígado, pero se guardó muy mucho de decirlo, y los médicos no sospecharon nada. Eso sí, sospecharon que había movido las tripas y que no se lo había contado a nadie. Yossarian disponía de todo lo que necesitaba en el hospital. La comida no estaba mal, y encima se la llevaban a la cama. Le daban más carne de lo normal, y durante las horas más calurosas de la tarde les servían, a él y a los demás, zumos de fruta o batidos de chocolate bien fríos. Aparte de los médicos y las enfermeras, no le molestaba nadie. Por la mañana dedicaba un rato a la censura de cartas, pero después tenía libre el resto del día, que dedicaba a estar tumbado sin el menor remordimiento de conciencia. Se encontraba cómodo en el hospital, y no le resultaba difícil prolongar la estancia porque nunca le bajaba la fiebre de treinta y ocho”.

“Jadeando como un poseso, Clevinger enumeró los síntomas de Yossarian: la convicción sin fundamento de que cuantos lo rodeaban estaban locos, una tendencia homicida a ametrallar a los desconocidos, falsificación retrospectiva, la sospecha, sin base alguna, de que la gente lo odiaba y conspiraba para matarlo. Pero Yossarian sabía que tenía razón, porque, tal y como le explicó a Clevinger, nunca se había equivocado, que él supiera. Dondequiera que mirase encontraba un chiflado, y lo único que podía hacer un caballero joven y sensato como él era defender sus opiniones en medio de tanta locura. Y era una tarea urgente, porque sabía que su vida corría peligro”.

Comentario: el mundo militar es de lo más absurdo y sin sentido que te puedas encontrar. Los que hayan hecho el servicio militar lo saben: los galones hacen que el más inepto te pueda mandar hacer las estupideces más grandes (Desde arrestar a un fusil, o una silla, pasando por la “imaginaria”) y las humillaciones más despreciables.

Precisamente esa absurdidad es la que da titulo a la novela: “Sólo había una trampa, y era la 22, que establecía que preocuparse por la propia seguridad ante peligros reales e inmediatos era un proceso propio de mentes racionales. Orr estaba loco y podían retirarlo del servicio; lo único que tenía que hacer era solicitarlo. Y en cuanto lo hiciera, ya no estaría loco y tendría que cumplir más misiones. Orr estaría loco si cumpliera más misiones y cuerdo si no las cumpliera, pero si estaba cuerdo tenía que realizarlas. Si las realizaba estaba loco y no tendría que hacerlo; pero si no quería estaba cuerdo y tenía que hacerlo. A Yossarian lo conmovió profundamente la absoluta sencillez de aquella cláusula de la trampa 22 y soltó un silbido de admiración”.

Las reacciones agresivas y antisociales de los protagonistas están justificadas ante las absurdas decisiones de los mandos. El coronel Cathcart ha ido aumentando las misiones, para que te puedan enviar a casa, de veinticinco a cincuenta. El teniente Scheisskopf está obsesionado con los desfiles del domingo.

En el irracional juicio que le hacen a Clevinger, un superdotado intelectualmente pero un idiota para todo lo demás, el coronel instructor le pregunta: “Entonces, prosigamos. ¿Qué le dijo a Yossarian? ‒Le dije que no podían declararme culpable del delito del que se me acusa sin dejar de ser fiel a la causa de la justicia. (…) Esto no es la justicia ‒se mofó el coronel, y se puso a golpear de nuevo la mesa con su mano gorda y grande ‒Eso es Karl Marx. Voy a decirle qué es la justicia. Es una patada en el estómago cuando estás caído en el suelo, una puñalada trapera en medio de la oscuridad, un tiro a traición en el pañol de un buque de guerra. El garrote vil. Eso es la justicia cuando tenemos que prepararnos y endurecernos para la lucha. ¿Entendido?”.

Trampa 22 se parece a El buen soldado Švejk (1921) ya que son dos novelas que optan por reducir la guerra al absurdo, mostrar su carácter carnavalesco y ridículo, aunque sin ocultar completamente sus brutales consecuencias.

“‒El enemigo –repitió Yossarian pronunciando ambas palabras meticulosamente‒ es cualquiera que quiera matarme, esté del lado que esté, y eso incluye al coronel Cathcart. Y más vale que no se te olvide, porque cuanto más tiempo lo recuerdes, más tiempo vivirás”.

“En el hospital hay un psiquiatra titulado que me ha examinado, y ése ha sido su veredicto. Soy un demente. -¿Y qué? - ¿Cómo qué y qué? –A Yossarian no le cabía en la cabeza que el doctor Danika no lo comprendiera‒. ¿No te das cuenta de lo que eso significa? Puedes darme de baja y mandarme a casa. No van a mandar a luchar a un loco para que lo maten, ¿no? –Y si no, ¿quién iría?”.

Es magnífico el capítulo 39 sobre la ciudad eterna. Un carrusel de los horrores de la guerra y dónde vemos cómo de bajo puede llegar a caer la condición humana. Otro capítulo espeluznante es el 41 donde Yossarian cura las terribles heridas del artillero Snowden (cubierto de nieve) quien solamente le dice que tiene mucho frío. El humor y el absurdo del inicio de la novela se trasmutan en barbarie y dolor, pero acaban convirtiéndose en un compromiso moral y un deseo de libertad para todos los hombres.

BIBLIOGRAFÍA

Álvaro Corazón Rural, Catch 22, una serie sobre la guerra de los cuerdos, Revista Jotdown, 01/08/2019.

Enric González, Trampa 23, El País, 18/02/2023.

Josep Heller, Trampa 22, RBA, Barcelona, 2010.

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