(L708) La ninfas (1976)

Francisco Umbral, Las ninfas (1976)

Tercera novela que traigo de este escritor madrileño de nacimiento pero que paso su primera infancia en Laguna de Duero, Valladolid. Francisco Umbral (1932-2007) posee una prosa poética encomiable y sus libros, por su musicalidad y temática, poseen un alto valor literario y además son el testimonio de una España que ya no existe. La novela obtuvo el Premio Nadal del año 1976. Cuando los premios los ganaban buenas obras y mejores escritores.

Argumento: “Un adolescente es un proyecto de adulto que fracasa todos los días para volver a empezar, y mientras que el romanticismo de mi primo le permitía simultanear el laúd, los versos, el amor, el bigote, el sentimiento y la vida, mi cartesianismo naciente, mi intelectualismo incipiente y mi cobardía congénita me llevaban por el camino del orden: así que yo era la posibilidad de un bigote, la posibilidad de un laúd, la posibilidad de un soneto, la posibilidad de un amor. Yo era pura posibilidad. Más que un bigote, yo era la ausencia de mi bigote. Más que nada yo era ‒parafraseando a los modernistas españoles que por entonces empezaba a leer‒ mi melena rubia y el bigote que me faltaba. Yo no era nada. Nadie”.

“Aquella pregunta que aún nos hacían las visitas pocos años antes: -¿Y tú qué vas a ser, rico? El niño, que no tiene crisis de identidad, porque es natural, salvaje y continuo, sale del paso diciendo que va a ser bombero, pero el adolescente encuentra que un bombero no puede ser sublime sin interrupción [Baudelaire]. Realmente le repugna la idea de ser bombero. El adolescente lo que quiere es ser sublime de una vez por todas y para siempre, y en vano me buscaba yo, por los enormes y expresivos espejos de la habitación azul, un perfil de sublimidad que no tenía, porque unas veces veía en el espejo a un pardillo orlado de negro y oro, y otras veces veía un golfo, un mal estudiante, un pequeño empleado o un tísico lúbrico, pero nunca veía en el espejo a don Alfonso de Lamartine, don Alfredo de Musset, don Pierre Loti ni ninguno de aquellos románticos y posrománticos que leíamos mi primo y yo”.

Sabemos de su afición por las tertulias literarias: “A mí me gustaba que aquella gente hablase de una manera tan literaria, pero al mismo tiempo me divertía. Estaban, también, el músico alto, delgado y lorquiano, el orador joven, de melena y miopía [Francisco Umbral], y el poeta místico, el de los sonetos impecables y dieciochescos, que era un estudiante bajito, eterno opositor a algo, con gafas de fraile pícaro y sonrisa de beato que nunca será beatificado”.

“Me gustaban aquellas sesiones, a pesar de todo, a pesar de que no me enteraba de nada, y me gustaban porque eran la constatación de que había un mundo secreto, una secta pacífica, un mercado amable, en el mundo, que era el de la literatura, y en el cual yo quería vivir por los siglos de los siglos, nocturnamente, sin contacto con los comerciantes de la mañana, los políticos del periódico ni los parientes de la familia”.

Comentario: en esa época de transición que es el paso de la niñez a la adolescencia Umbral nos habla del Círculo Académico al que asiste con su amigo Miguel S. Julián. Sus primeras relaciones con las mujeres, sus estudios nocturnos y su afición por la poesía y la literatura. “Lo más importante que suele encontrar el adulto en los libros es la confirmación de sus intuiciones adolescentes”.

Su contacto con la religión se produce a través de su vecino Cristo-Teodorito que lo lleva a una congregación, pero a él solo le interesa por la posibilidad de publicar algo en la revista mensual de la orden.

Parafraseando a Baudelaire llegamos a la conclusión de que es imposible ser sub lime sin interrupción. “Hay días que hacen biografía y días que pasan en blanco”.

Sobre la incomunicación esencial entre el hombre y la mujer, Umbral nos dice que no es un problema de sexos sino un problema general humano. Efectivamente, cuando hablamos de amor, de dolor, de miedo, de felicidad, de angustia, cada cual da a la palabra el valor de sus experiencias, que en la mayoría de los casos son diferentes y no comunicables.

Lo que más me gusta de Umbral es la “calidad” de su prosa, su sensibilidad lingüística y la extrema originalidad de su estilo, muy impresionista, de sintaxis muy suelta, metafóricamente muy elaborado y complejo, flexible para los matices más esquivos de la actualidad, abundante en neologismos y alusiones intertextuales y, en suma, de una exigente calidad lírica y estética. Esta particularidad le hace especialmente intraducible y en consecuencia es un autor apenas vertido a otros idiomas y casi desconocido en el extranjero.

Sus obras son el reflejo de una España, de unas costumbres que, afortunadamente, ya no existen en la actualidad, aunque a muchos les gustaría volver atrás y hacen algunos intentos esperpénticos por conseguirlo. Yo si siempre he dicho, como boutade, que si quieren volver al franquismo entonces que me devuelvan a mis trece años. Si no, no hay trato.

BIBLIOGRAFÍA

Francisco Javier Escobar Borrego, De la imitación de los modelos a la Aemulatio: la revisión del canon en Las ninfas de Francisco Umbral, Universidad de Sevilla, BIBLID 1136-3169 (2006-2007) pp. 15-32.

Mario de las Heras, Quince años sin Umbral, el escritor que prefirió el sonido antes que el sentido, El Debate, Cultura, 28/08/2022.

Juan Poz, El dandy en la oscura provincia: “Las ninfas”, de Francisco Umbral, 13/04/2017.

Francisco Umbral, Las ninfas, Editorial Destino, Barcelona, 1976 (10ª edición).

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