(L707) El pabellón de oro (1956)
Yukio Mishima, El pabellón de oro (1956)
El buen gusto de boca que
me dejó la lectura de la primera novela de Yukio
Mishima (1925-1970) me ha llevado a probar con una
segunda. Ha sido más densa y pesada. Muy reflexiva y contemplativa. Con algo de
empeño también he logrado adaptarme a su ritmo.
Argumento: “El
país natal de mi padre era una tierra inundada de luz. Sin embargo, todos los
años, hacia noviembre o diciembre, incluso en días que amanecían bajo un cielo
puro y sin nubes, caían de pronto cuatro o cinco aguaceros. De ahí que mi
corazón, mi inestable corazón, sea como esta tierra que le vio crecer.
En los atardeceres de
mayo, desde la casa de mi tío, en la pequeña habitación donde hacía mis
deberes, yo contemplaba, frente a mí, las colinas. Bajo los rayos del poniente,
sus laderas cubiertas de hojas nuevas parecían mamparas de oro desplegadas en
medio de la llanura. Pero lo que yo veía era el Pabellón de Oro. A menudo, en
fotografías y en los libros de clase, mis ojos habían contemplado el verdadero Pabellón
de Oro. Sin embargo, esta imagen de ahora, la del Templo de Oro de los relatos
de mi padre, era la que suplantaba cualquier otra en mi corazón. Lo que mi
padre no me había contado del verdadero Pabellón de Oro era que, por ejemplo,
resplandecía con mil fulgores dorados. Pero según él no había nada en el mundo
que le igualara en belleza:”
El protagonista se llama
Mizoguchi, su padre es monje Zen y está enfermo. Lo lleva a ver el Pabellón de
oro para que se quede interno como novicio. Una vez acabada la guerra y muerto
su padre, la pobreza de su madre lo hacen permanecen en el Templo. Tiene
diecisiete años, se caracteriza por su tartamudez y por su fealdad. Su ambición
es llegar a ser algún día el sucesor del Prior.
En la universidad conoce
a Kashiwagi, un joven con los pies deformes pero con una gran capacidad de
utilizar los infortunios en su favor. Durante este tiempo asistimos a su
imposibilidad de acercarse a la vida y a las cosas que ésta le ofrece.
Comentario:
a pesar de que está ambientada cronológicamente durante el fin de la segunda
guerra mundial y que habla de la ocupación de los soldados norteamericanos, no
menciona Hiroshima y Nagasaki. Sí que comenta el inicio de la Guerra de Corea
el 25 de junio de 1950.
Quiero destacar la prosa
poética de algunos fragmentos realmente bellos: “Hinchado primero por el
viento, dejaba que se filtrara a través de las mallas y luego se agitaba con
una especie de repugnancia; de tal suerte que, lejos de aceptar los soplos, los
rechazaba reduciendo su fuerza a la nada. Se percibía, semejante a un rumor de
cañas de bambú enanas, un frotamiento sobre la paja de las esteras: los cierres
del mosquitero; pero también un movimiento que, sin provenir del viento, se le
comunicaba; un movimiento más sutil que el de la brisa; un movimiento que se
propagaba en pequeñas oleadas por toda la tela y que sacudía espasmódicamente
el tosco tejido, haciendo aparecer el interior del mosquitero como la
superficie de un lago encolerizado. ¿Era tal vez la cresta, llegada hasta
nosotros, de una ola levantada a lo lejos, en el lago, por un navío? ¿O un
último reflejo en el horizonte, en la estela de un navío ya desaparecido?”
Lo que Yukio Mishima
plantea en esta novela guarda cierta relación con el conocido síndrome de
Stendhal: la belleza puede llegar a resultar dañina, enfermiza, insoportable. Y
para acentuar esa premisa recurre al contraste, en este caso anteponiendo la
majestuosa belleza del Pabellón de Oro con la fealdad de su personaje
principal, Mizoguchi.
Además de los clásicos
japoneses Mishima fue un gran lector de literatura occidental (Wilde y Rilke).
En El pabellón de oro también hay
reminiscencias de una edad de oro primigenia: “Siempre he tenido el
presentimiento de que todas las experiencias que me he visto llamado a hacer en
mi vida no han sido más que pálidas repeticiones de una experiencia realizada
anteriormente bajo la forma más brillante”.
He tardado en entrar en
la novela porque mi estado de ánimo estaba algo agitado y disperso. No es una
lectura para cualquier momento. Se ha de estar predispuesto, con el espíritu paciente
y sereno.
Importante decir que ésta
puede considerarse la primera traducción al español de todas las novelas de
Mishima, que además proviene también de una traducción anterior al inglés, y
fue realizada por el escritor español Juan Marsé, publicada por Seix Barral.
Pasarán más de cincuenta
años para que salga a la luz la traducción directa del japonés, se trata de la realizada
por Carlos Rubio, publicada en 2017 por Alianza editorial, la cual es hoy la
única que se encuentra a la venta en el mercado.
BIBLIOGRAFÍA
Laura Londoño Alzate, El pabellón de oro y Confesiones de
una máscara de Yukio Mishima en español: la visibilidad de sus traductores,
Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 2021.
Yukio Mishima, El pabellón de oro, Seix Barral,
Barcelona, 1985 (2ª edición).
Jaime Molina, El Pabellón de Oro, de Yukio Mishima:
la belleza insoportable, Cicutadry. s/f.
Julio Tovar, Mishima o el héroe que cae (I),
Revista Jotdown, 20/10/2021.
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