(L130) Madame Bovary (1857)
Gustave Flaubert,
Madame Bovary (1857)
Fue la lectura del estupendo
ensayo de Mario Vargas Llosa titulado La
orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975), lo que me llevó a leer la
obra de Gustave Flaubert (1821-1880). Es la primera
novela de Flaubert, y la más leída también, Madame
Bovary, publicada por primera vez en 1857, hubo de enfrentarse muy pronto a
un importante proceso legal. Tanto el autor como el editor fueron acusados por
la inmoralidad de la novela. A pesar de haber sido absueltos, el escándalo
empañó el lanzamiento del libro, y no fue hasta más tarde cuando fue reconocida
como una de las obras maestras de la literatura francesa.
Madame Bovary, subtitulada Costumbres provincianas
es, en apariencia, una convencional historia de adulterio que logra convertirse
en un profundo análisis de la condición humana y, en concreto, un ataque a la
monotonía y a las desilusiones que conlleva la vida burguesa. Emma Bovary, con
la imaginación repleta de románticas ilusiones sobre el amor y la pasión, se
topa con la realidad de un insípido matrimonio que la ahoga y busca las
sensaciones sobre las que ha leído en los libros a través de una serie de
aventuras amorosas que ella desea ver como grandes pasiones, pero que no son en
realidad más interesantes que su vida matrimonial. Flaubert refleja con gran
acierto la tragedia de este personaje, y Madame
Bovary ha resultado ser una obra de referencia constante, hasta el punto de
estar considerada como una de las obras maestras del realismo literario.
Argumento: Charles Bovary, un doctor que después
de enviudar decide casarse con una mujer llamada Emma a la cual ama con todo su
corazón. Sin embargo Emma no siente lo mismo por él. Ella es una mujer vanidosa,
presumida y egoísta. A ella le gustan las cosas caras, de marcas exclusivas, de
otros países; le gusta vivir en grandes ciudades. Pero estos tipos de lujos
Charles no se lo podían dar, por este motivo ella enferma hasta que Charles
toma la decisión de irse a vivir a Yonville, ciudad que le ofrece más posibilidades
en su carrera. Allí Emma se enamora de un hombre llamado León pero ya que
ninguno de los dos se atreve a ir más allá y no pasa nada entre ellos. Más
tarde León se muda a otra ciudad a hacer sus estudios. Durante este tiempo Emma
conoce a Rodolphe. Él se aprovecha de la situación y se convierten en amantes,
Charles que no es celoso no se da cuenta de nada. Con el paso del tiempo
Rodolphe se harta de ella y la deja. Del disgusto Emma enferma. Charles hace lo
posible para que se cure…
Los temas que trata
son la infidelidad de Emma, que no encuentra en su matrimonio lo que busca, y
el remordimiento, la culpa y la frustración que siente Emma, no por serle
infiel a su esposo, sino más bien por verse atrapada por las deudas y no poder
llevar la vida que esperaba y creía merecer.
Flaubert
despreciaba profundamente su época. Y no sólo por un sentimiento de repulsión
personal o de resentimiento. Su odio se dirigía contra la tontería reinante, la
trivialización general de la vida en la Francia de la segunda mitad del siglo
XIX. Y sobre todo, por la muerte progresiva del Romanticismo, superado en ese
momento por el auge del capitalismo, es decir, el triunfo de la vida material
sobre la espiritual.
Madame Bovary es un vehículo para expresar ese
disgusto. En la obra hay varios estúpidos. Charles, el primero. Ingenuo, con
esa ingenuidad que no parte del conocimiento sino de la ignorancia y la falta
de sensibilidad. Homais, que es un profesional de la imbecilidad, todo lo que
hace y dice el farmacéutico es a favor de la tontería. Pero es una estupidez
social aceptada, y claro está reconocida.
Estúpido es
Lhereux, el comerciante. Las señoras Tuvache y Lefrançois, no menos chismosas y
fieles. Y por supuesto, estúpida también es Emma, quien confundió la realidad
con sus sueños y por eso le fueron cortadas, sin compasión, las alas. Estúpida
era la realidad francesa de 1830 a 1880. La nación que había enseñado al mundo
el lema de "Libertad, igualdad, fraternidad", también podía ser la
más frívola y egoísta.
La novela es de
una técnica y una perfección exquisita, no en vano Flaubert dedicó a escribirla
de 1851 a 1856, reescribiendo los capítulos continuamente hasta que quedaba satisfecho.
Baste mencionar la escena del carruaje recorriendo las calles de la ciudad con
los dos protagonistas dentro, sin mencionar palabra alguna sobre el tema sexual
del encuentro, nos transmite un erotismo in crescendo. También es magnífica la descripción que hace del mercado de Rouen donde describe admirablemente toda una serie de personajes representativos de la burguesía rural francesa.
Madame Bovary tuvo mucha influencia en dos novelas
también primordiales del siglo XIX: Anna
Karénina (1875) de Tolstoi y La
Regenta (1884) de Clarín.
De Gustave
Flaubert también os recomendamos Salambo
(1862) y La educación sentimental (1869).
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