(L477) Pura pasión (1992)

Annie Ernaux, Pura pasión (1992)

Segunda novela que traigo de esta estupenda escritora francesa que ha convertido su vida en escritura autoficcional. Annie Eranux (Lillebonne, 1940) nos presenta hechos dolorosos de su biografía con una dureza y a la vez una sensibilidad admirables. Ya me impresionó la lectura de su novela Vergüenza (1997) cuyo análisis incluí en la introducción de mi libro ¿Así que la vida era esto? (2016).

Argumento: La protagonista es una mujer culta, divorciada, con hijos ya mayores que queda atrapara en una relación con un hombre extranjero casado.

“Un espacio de tiempo delimitado por dos ruidos de coche, su R-25 frenando y volviendo a arrancar, en el que yo estaba segura de que jamás había habido en mi vida nada más importante –ni tener hijos, ni aprobar oposiciones, ni viajar lejos– que eso, estar en la cama con este hombre a media tarde”.

Nos explica la sensación que le produce su marcha y el deseo de retener todo lo sucedido, olores incluidos: “Justo después de su marcha, un agotamiento inmenso me paralizaba. No me ponía a arreglar la casa enseguida. Contemplaba las copas, los platos con restos de comida, el cenicero lleno, la ropa y la lencería dispersas por el pasillo y la habitación, las sábanas que colgaban sobre la moqueta. Me habría gustado conservar tal cual aquel desorden en el que cualquier cosa significaba un gesto, un momento, y que componía un lienzo cuyo dolor y fuerza jamás alcanzará para mí cuadro alguno en un museo. Naturalmente, no me lavaba hasta el día siguiente para conservar su esperma”.

Las canciones legitiman todo lo que está viviendo: “Durante ese período, no escuché ni una sola vez música clásica, prefería canciones. Las más sentimentales, a las que antes no prestaba ninguna atención, me trastornaban. Decían sin rodeos ni distancia lo absoluto de la pasión y también su universalidad. Cuando oía a Sylvie Vartan cantar «c’est fatal, animal» estaba segura de que yo no era la única que experimentaba tal cosa. Las canciones acompañaban y legitimaban lo que yo estaba viviendo”.

“En cuanto al origen de mi pasión, no tengo intención de buscarlo en mi historia remota, la que me haría reconstruir un psicoanalista, o reciente, ni en los referentes culturales del sentimiento que me han influido desde la infancia. No quiero explicar mi pasión –lo que equivaldría a considerarla un error o un desvarío por los que hay que justificarse–, sino sencillamente exponerla”.

“Le gustaban los trajes de Saint-Laurent, las corbatas de Cerruti y los coches grandes. Conducía deprisa, haciendo destellos de luces, sin hablar, como entregado por entero a la sensación de ser libre, ir bien vestido, circular en situación de superioridad por una autopista francesa precisamente, él, que venía de un país del Este. Le gustaba que le encontraran cierto parecido con Alain Delon”.

“Las limitaciones que me imponía su condición de hombre casado (no telefonearle, no enviarle cartas, no hacerle regalos que difícilmente podría justificar, depender constantemente de sus posibilidades de estar disponible) no me sublevaban”…

Comentario: Quien no haya vivido una gran pasión sin duda se ha perdido algo importante en su vida. Algo que deja una profunda huella y que te hace sentir vivo. Como nada es para siempre, cuando acaba también te deja un profundo malestar que tarda mucho tiempo en curar. Tu vida parece carente de sentido, te arrastras como un sonámbulo, sin motivación alguna. Annie Ernaux sabe muy bien explicarlo en esta breve novela Passion simple (1992). En apenas setenta y cuatro páginas nos habla de una relación pasional desde sus orígenes hasta el final. Los que de vosotros hayáis sido “tocados por los dioses” y hayáis vivido una pasión así, con toda seguridad os sentiréis identificados con muchas de las cosas que ella nos cuenta. Me atrae su literatura intimista, además la novela no posee un final moralizante.

En una entrevista al diario L’Humanité Ernaux da las razones de su éxito: “La pasión absoluta –como yo la he descrito– ya no es posible en nuestra época. Vivimos unos años oscuros. Vemos el paro, la pobreza. No hay esperanza, porque el vacío de las ideologías es el vacío de las esperanzas. Hay que reformular esta esperanza con otras palabras, de los contrario es insoportable”.

Como defensor de la literatura autoconfensional o del “yo” creo que un escritor que escribe sobre su vida no es un exhibicionista, porque este último sólo tiene un deseo: mostrarse y ser visto en el mismo instante. En cambio el lapso que media entre el momento en que un escritor escribe, cuando es el único que lo ve, y el momento en que la gente lo leerá, da la impresión que no llegará jamás. Puede ocurrir cualquier cosa: un accidente, la muerte, estallar una guerra o una revolución. Gracias a esto se puede escribir sobre uno mismo sin pensar en las consecuencias.

Me quedo con la definición que hace la autora sobre lo que es para ella el lujo: “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida de intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”. Las grandes pasiones, sin duda, nos hacen conocernos a nosotros mismos un poco mejor.

BIBLIOGRAFÍA

Annie Ernaux, Pura pasión, Tusquets, Barcelona, 1993. (Fragmentos págs. 18, 19-20, 27, 31, 32, 37, 74-75).

Francisca Romeral Rosel, Escritura y humillación: el itinerario autoficcional de Annie Ernaux, Tesis Doctoral, UCA (Universidad de Cádiz), 2007 (Entrevista pág. 429).

Francisca Romeral Rosel, Annie Ernaux: una autobiografía sometida a constante autorrevisión, © UNED. Revista Signa 27 (2018), págs. 107-126.

Tomás Ruiz Granados, ¿Así que la vida era esto?, Publidisa, Sevilla, 2016, págs. 12-14. 

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