(L498) Muerte de un apicultor (1978)
Lars Gustafsson, Muerte de un apicultor (1978)
El blog por falta de tiempo no frecuenta mucho la literatura escandinava. Por eso es una celebración cuando
aparece un autor nórdico. Se trata de Lars Gustafsson
(1936-2016). No estamos hablando de un autor de novela policiaca
sino de un investigador del alma humana.
Argumento: Lars
Lennart Westin, al que con frecuencia apodan “la Comadreja”, se jubiló
anticipadamente aprovechando que se iba a demoler la escuela primaria de Våla
Occidental en Våstmanland donde trabajaba. Estamos en la primavera de 1975.
Lars “se las arregla haciendo un poco de todo, pero más que nada vendiendo miel
de sus propias abejas, a cuya cría se dedica a veces con verdadero ahínco”.
Al divorciarse se afincó
en una casita situada a la altura de los pueblos de Vretania y Bodaina. Allí
tiene un pequeño huerto, con su campo de patatas, un perro. A veces lo visita
algún pariente. Tiene teléfono y televisor y está suscrito a un diario. Después
del divorcio dejó prácticamente de tener contacto con mujeres.
“No se puede decir que
sea viejo, nació en 1936 pero lo que ocurre es que aparenta más años de los
cuarenta que tiene. Está gastado y delgado, su pelo es ralo”. Económicamente
vive con la mayor sencillez, pero no es éste su problema. Ha descubierto que
dejará de existir antes de la llegada del otoño. Tiene un cáncer mortal en el bazo
con metástasis en los tejidos circundantes. Quedan las notas que él mismo
escribió en unos cuadernos sobre la evolución de su enfermedad y sus trabajos
como apicultor.
“Mis dolores son sordos.
Y no sólo sordos. Hay días en que también son ardientes, pero la mayor parte de
las veces son sordos.
Pienso que cuando
empezaron de verdad fue la noche en que el perro se escapó a todo correr,
porque en lo más profundo de mi sueño sentí por primera vez esa curiosa tensión
sorda en la parte posterior de la región renal, casi como si alguien estuviere
hinchando agitadamente un balón de futbol que él mismo me hubiera metido allí
dentro, sin cuidarse en absoluto de si yo me agitaba también o no.
Empiezan casi siempre de
noche, sueño con ellos antes de que lleguen a despertarme, viven en mi sueño
como algo amenazador que trato constantemente de apartar de mí, de no ver; en sueños aparto, literalmente, el rostro
para no verlo, pero, a pesar de todo, se me va acercando, más y más,
obligándome a verlo hasta que me
despierto”.
Comentario: Julio
Llamazares nos dice que “La poesía sueca y escandinava sigue siendo un venero
de emoción y de belleza al que hay que acudir, si uno gusta de éstas,
continuamente”.
El libro está compuesto
por anotaciones filosófico-poéticas donde, no solamente nos habla sobre el
dolor, también nos habla de la pareja, del amor donde se pregunta si “Nos
enamoramos de nuestras propias ideas más que de la otra persona"; de nuestras
preocupaciones pequeñoburguesas: “Las cosas no tienen otro sentido que el que
nosotros les damos”; y por supuesto de la muerte donde nos dice que “la vida no
tiene ninguna salida verdadera”.
Aunque sí, el tema
principal es el dolor que produce la enfermedad, el dolor entendido como una
forma de verdad. Cuando el protagonista piensa en lo que podía ser el paraíso
lo define así: “Sólo estamos en el paraíso cuando no nos duele nada”.
El propio Gustafsson
describió su novela como un libro sobre el dolor que cuenta un viaje hacia el
centro donde el dolor manda y donde no puede tolerar rival alguno.
Es un libro
incomprensible para un joven, dificultoso para una persona de mediana edad y
claro y transparente como el agua para un viejo. Me gusta y comparto la
definición que se hace en el libro sobre la vida: “Nunca avanzamos. Siempre
empezamos de nuevo.” Y en ello estamos.
BIBLIOGRAFÍA
Lars Gustafsson, Muerte de un apicultor, Nórdica, Madrid,
2016. (Fragmento p.38).
Julio Llamazares, Gustafsson,
El País, 07/04/2016.
Ana Lorenzo, Muerte
de un apicultor, Addenda et Corrigenda, 08/02/2007.
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