(L503) Los años (2008)

Annie Ernaux, Los años (2008)

Os traigo a una de mis autoras favoritas. La sensibilidad y claridad, casi crudeza, a la hora de escribir y contarnos sus recuerdos hace que la lectura de sus libros fluya de una forma poética y sincopada. Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) hace de su vida materia literaria. Sus vivencias, recuerdos y experiencias nos acompañan a lo largo de toda su obra.

Argumento: la narradora nos va describiendo imágenes que desaparecerán todas de golpe y que unen a los vivos y a los muertos y que son un recorrido por su vida y sus recuerdos.

“Todo se borrará en un segundo. El diccionario acumulado de la cuna hasta el lecho de muerte se eliminará. Llegará el silencio y no habrá palabras para decirlo. De la boca abierta no saldrá nada. Ni yo ni mí. La lengua seguirá poniendo el mundo en palabras. En las conversaciones en torno a una mesa familiar seremos tan solo un nombre, cada vez más sin rostro, hasta desaparecer en la masa anónima de una generación remota”.

“Los médicos extirpaban las amígdalas de los niños con dolor de garganta que se despertaban de la anestesia con éter dando gritos (a mí me las extirparon del mismo modo) y a los que se obligaba a beber leche hirviendo”.

“Lavarse diariamente solo la cara y el resto según el grado de mugre, las manos y los antebrazos después del trabajo, las piernas y las rodillas de los niños las noches de verano, porque el lavado integral (también pasaba en mi época) estaba reservado a los grandes días de fiesta”.

“Todo lo que había en las casa se había comprado antes de la guerra. Las cazuelas estaban ennegrecidas, las palanganas desconchadas, las tinajas agujereadas, estañadas con parches. Los abrigos estaban remendados, los cuellos de las camisas vueltos, la ropa de los domingos convertida en la de diario. Que no dejáramos de crecer era algo que desesperaba a las madres, que no tenían más remedio que añadir una cinta de tela al bajo del vestido, comprar zapatos de un número más, y siempre demasiado pequeños un año después. (…) No se tiraba nada. Los orinales servían de abono para la huerta, la bosta recogida en la calle después del paso de un caballo para las macetas, el periódico para envolver la verdura, secar los zapatos mojados por dentro, para limpiarse en el váter”.

“Por debajo de aquellos ideales, de aquellas miradas cristalinas, se extendía, lo sabíamos, un territorio informe, fangoso, que contenía palabras y objetos, imágenes y comportamientos: las madres solteras, la trata de blancas, los carteles de la película Carolina querida, los condones, los misteriosos anuncios para «la higiene íntima, discreción asegurada». (…) Una suma de cosas innombrables, que solo los adultos tenían derecho a saber, relativas a los órganos genitales y a su uso. El sexo era la gran preocupación de la sociedad que veía indicios por todas partes, en los escotes, las faldas de tubo, la laca de uñas roja, la ropa interior negra, el bikini, la enseñanza mixta, la oscuridad de las salas de cine, los váteres públicos, los músculos de Tarzán, las mujeres que fuman y se cruzan de piernas, el gesto de tocarse el pelo en clase, etc. Era el primer criterio de evaluación de las chicas, las dividía en «como Dios manda» y «pelanduscas».

“Una alegría difusa invadía a los jóvenes de las clases medias, que organizaban guateques, inventaban un lenguaje nuevo decía «¡que chorrada!», «mola», «chungo», «chachi», «de puta madre» a cada frase, se divertían imitando el acento de las pijas, jugaban al futbolín y llamaban a sus padres «los viejos».

“Ella conoce ahora el nivel de su situación social inferior al de sus compañeras de clase (en su casa no hay frigorífico, ni cuarto de baño, el váter está en el patio y nunca ha ido a París). Espera que no se den cuenta, o que se lo perdonen, en la media en que es «una tía enrollada», «no se corta», dice «mi choza» y «estoy acojonada»”.

Comentario: Los años es narración, entre historia personal y memoria colectiva, de una generación, la suya, la de los franceses, por lo que muchos de los referentes culturales que menciona de su país pueden sernos ajenos, aunque no todos ya que en los años sesenta y setenta la cultura francesa tenía mucha impronta en España. El cantante Luis Mariano, Sartre, Simone de Beauvoir, Edit Piaf, el general De Gaulle, el Tour de Francia, el Citroën 2 caballos, el Renault 4 Latas, son referentes sociales y culturales que muchos de nosotros podemos reconocer. Antes que lo anglosajón lo asfixiara todo.

Una nueva traducción a cargo de Lydia Vázquez Jiménez, que vierte con escrupuloso rigor y eficacia el estilo Ernaux, su preocupación por el lenguaje y la oralidad con un gran acierto en su equivalencia en castellano.

Los años es una obra total que contiene todos sus libros, todos sus intereses, y también, precisamente por eso, puede servir de entrada a su singular literatura de la que soy un ferviente seguidor. En este libro, Ernaux se propone contar la vida de una mujer nacida en 1940 hasta hoy; "lo que querría es salvarlo todo en su libro, lo que ha existido alrededor suyo, continuamente, salvar su circunstancia".

Su atención se fija sobre todo en los cambios sociales, políticos, filosóficos, de comportamiento y de hábitos: el hambre y la miseria en la posguerra, el progreso, el despertar sexual, la entrada en la vida adulta, la liberación de la mujer, la sociedad de consumo, la llegada de internet. Todos esos cambios sociales tienen un reflejo en las vidas particulares, la de Ernaux actúa aquí como catalizador de todas las demás. Sin embargo es una lástima que la novela, que empieza muy bien, vaya perdiendo fuelle de la mitad hacia el final.

BIBLIOGRAFÍA

Annie Ernaux, Los años, Cabaret Voltaire, Madrid, 2019. (Fragmentos p. 24, 31, 39, 48-49, 64-65, 68, 86).

Aloma Rodríguez, Annie Ernaux: todas las vidas, la vida, El mundo, 05/10/2019.

Andrés Seoane, Annie Ernaux:“Escribo contra el olvido que todos sufriremos”, El Cultural, 20/09/2019.

Patricia de Souza, Annie Ernaux: una mujer de pueblo, El País, 28/06/2016.

Álex Vicente, Annie Ernaux:“Feminista era un insulto hace no tanto”, El País, 10/09/2019.

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