(L506) Zorba el griego (1946)
Nikos Kazantzakis, Zorba el griego (1946)
Últimamente estoy leyendo
esos libros que siempre me habían apetecido y que por uno u otro motivo había
dejado pendientes para más adelante. Pues bien, ahora es el momento, no debo
esperar más. Nikos Kazantzakis (1883-1957)
es uno de los escritores griegos más populares y la obra que comentamos hoy una
de las más universales.
Argumento:
El narrador es un ser racionalista seguidor de la filosofía clásica que últimamente
se ha aproximado a los postulados de Buda. Nos cuenta cómo conoció a Zorba, un
trotamundos, un ser libre y vital, y las impresiones que le produjo.
"Los viajes y los
sueños han sido los mayores benefactores de mi vida; los seres humanos, vivos y
muertos, me han ayudado poco en mi lucha". (...) "Si hoy tuviera que
elegir en el mundo entero un guía espiritual, un gurú como lo llaman los
indios, un anciano como lo llaman los monjes del Monte Athos, seguro que elegiría
a Zorba.
Porque él tenía lo que un
escritorzuelo necesita para salvarse: la mirada primigenia que, de un flechazo,
atrapa su presa al vuelo; el instinto creativo, cada mañana renovado, de
mirarlo siempre todo como si fuese por primera vez, devolviendo la virginidad a
los elementos eternos ‒viento, mar, fuego, mujer, pan‒ de nuestra vida
cotidiana. Poseía la firmeza en la mano, la frescura del corazón, la audacia de
burlarse de su propia alma, como si dentro de sí tuviera una fuerza superior a
ella. Y, finalmente, su risa salvaje y cristalina brotaba de un pozo profundo,
más hondo que las entrañas del hombre, estallaba liberadora desde el pecho ya
viejo de Zorba, estallaba en los momentos cruciales y era capaz de derribar, y
derribaba, todas las barreras ‒moral, religión, patria‒ que ha erigido el
hombre desdichado y miedoso para transitar sin muchos daños por su mísera
vida".
"Sin duda el corazón
del hombre es una fosa cerrada, llena de sangre y, cuando se abre, corren a
beber y a revivir las inconsolables sombras sedientas que sin cesar se
amontonan a nuestro alrededor y entenebrecen el aire. Corren a beber la sangre
de nuestro corazón, porque saben que otra resurrección no existe. Y delante de
todas corre hoy Zorba con sus grandes zancadas y aparta a las otras sombras,
porque sabe que las exequias, hoy, son para él.
Démosle pues nuestra sangre para que reviva.
Hagamos cuanto podamos para que viva un poco más ese
extraordinario comilón, borrachín, buscavidas,
mujeriego y
trotamundos. El alma más grande, el cuerpo más dotado,
el grito más libre que yo haya conocido en mi vida".
Comentario:
como
un nuevo Ulises del siglo XX, Zorba es el arquetipo del hombre libre que dirige
su destino y que disfruta de la vida sin los prejuicios de las barreras
morales, religiosas y patrióticas que encadenan a otros hombres.
“¡El hombre es una
bestia! Una bestia muy grande ¿Le has hecho mal? Te respeta y te teme. ¿Le has
hecho bien? Te saca los ojos. ¡Guarda las distancias, patrón! No permitas
familiaridades a la gente, no les digas que todos somos uno, que todos tenemos
los mismos derechos; porque acto seguido pisotearan tu derecho, te arrebatarán
el pan y te dejaran morir de hambre.
‒Pero ¿tú no crees en
nada? –dije con fastidio.
‒No, no creo en nada, ni
en nadie que no sea Zorba. Y no porque Zorba sea mejor que los otros, en
absoluto. También él es una bestia. Pero creo en Zorba porque sólo a él lo
conozco, todos los demás son fantasmas. Si yo muero, muere todo. El mundo entero
de Zorba se irá al garete”.
“No confió en las fuerzas
secretas que dicen que protegen a los seres humanos. Confío en las fuerzas
ciegas que golpean a diestra y siniestra, sin maldad, sin objetivo, y matan al
que le haya tocado estar cerca”.
Creo que la obra puede
llegar más hondo al público masculino. Hay que situar al relato en su época i
contexto. El feminismo actual atacaría algunas frases del libro y el concepto
que se tiene de las mujeres: “El trabajo es para el día y la mujer para la
noche”; “La verdadera mujer disfruta más del placer que da que del que recibe
del hombre”; “Florece la primavera al igual que los senos henchidos bajo las
blusas, que parecen reventar, de las jóvenes cretenses”. Pero Kazantzakis no se lo inventó, los cretenses eran así. Véase en el trato que dan a la joven viuda.
La novela plantea una
dicotomía entre la vida y los libros que a mi entender puede tener algo de
razón. Como decía Aristóteles primero hay que vivir y luego filosofar. Todos hemos
pensado, en algún momento, que hemos desperdiciado nuestra vida. Sientes que te
ahogas porque de pronto comprendes que tu vida ha sido sosa y miserable. ¡Cómo
me hubiera gustado tener una vida como la de Zorba y no la de un triste chupatintas!
Y es que tenemos el
cerebro de un tendero, llevamos nuestro libro de cuentas, anotando cuánto hemos
dado y cuánto hemos recibido, esto son las ganancias y esto las pérdidas. Como
buenos administradorcillos, no lo apostamos todo, siempre nos quedamos con una
reserva. La prudencia nos está matando. Si entendiéramos esto y nos dejáramos
llevar por aquello que necesitamos, un poco de locura, seríamos felices.
La novela es un hermoso
canto a la libertad, el amor, la amistad (“Los hombres se encuentran y se
separan como hojas de otoño sopladas por el viento”), el coraje, la tolerancia
y la generosidad, y que debería ser libro de cabecera en esta Vieja Europa exhausta
que desoye el peso de su historia y que, después de dejar a la propia madre
Grecia abandonada a su suerte, se blinda contra todo lo que llega del
Mediterráneo, y ahora hace caso omiso a las súplicas de los países del Sur
afectados por un virus proveniente del Oriente.
BIBLIOGRAFÍA
Conversación de
Selma Ancira con Walter Lassally, director de fotografía
de la película Zorba el griego, de M. Cacoyannis y ganador del Óscar en 1964 en
Creta, taberna «Sunset», 04 Mayo de 2014.
Ivan Blazhevski, El
verdadero y poco conocido origen de Zorba el Griego, ABC,
04/03/2018.
Ignacio Echevarría, Zorba y los libros,
El Cultural, 01/07/2016.
Nikos Kazantzakis, Zorba el griego, Acantilado, Barcelona,
2017. (Fragmentos pp.
7-8, 13, 78-79, 183, 362-363).
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