(L557) El hombre sin atributos (1932)

Robert Musil, El hombre sin atributos (1932)

Una gran obra a la que casi nadie se atreve a hincarle el diente. ¿Por qué será? Más de mil quinientas páginas de una obra calificada como inacabada en un principio no son como para animar a los lectores. Robert Musil (1880-1942) fue un escritor austríaco a quien se recuerda precisamente por esta novela. 

Argumento: un hermoso día de agosto de 1913. Una ciudad residencial, capital del Imperio: Viena. Un camión atropella a un transeúnte. Dos personas de elevada clase social, Arnheim y Ermelinda Tuzzi (Diotima), contemplan con estupor la escena del herido y la multitud que se agolpa hasta que llega una ambulancia.

El hombre sin atributos vive en una mansión con un palacete y un jardín del s. XVII. Había sido una residencia de verano enclavada fuera del recinto de la ciudad. Con el tiempo fue perdiendo esta prerrogativa al ensancharse la población. Los gastos de mantenimiento y las mejoras de la mansión habían hecho necesario que pidiera ayuda a su padre, un procurador, jurisconsulto y profesor muy estimado, con una considerable fortuna propia y la aportada por la dote de su difunta esposa, procedente de una familia renana de industriales. Al padre no le sentaron bien las acciones del hijo y le hizo duros reproches “que le sonaron a profecía de un mal ya comenzado”.

“Si existe el sentido de la realidad debería existir también el sentido de la posibilidad, definido como la facultad de pensar en todo aquello que podría igualmente ser, y de no conceder a lo que es más importancia que a lo que no es”.

“Tales hombres de la posibilidad viven, como se suele decir, en una tesitura más sutil, etérea, ilusoria, fantasmagórica y subjuntiva. (…) Si se les quiere alabar, a estos locos también se les llama idealistas, (…) se alude sólo al tipo débil que no alcanza a ver la realidad o se separa lamentablemente de ella, por lo que entonces la ausencia de sentido de la realidad aparece como una auténtica carencia”.

“Prefiere, por así decirlo, el bosque a los árboles; el bosque es algo difícil de definir, mientras que los árboles significan tantos y tantos metros cúbicos de madera de determinada calidad. (…) Un hombre inepto para la vida práctica –que no solamente lo parece, sino que de hecho lo es– no sirve ni se le puede confiar cosa alguna en las relaciones humanas. (…) Y puesto que el disfrute de atributos presupone una cierta deleitación en su realidad es lícito prever que a alguno que no tiene sentido de la realidad tenga que reconocerse hombre sin atributos”.

El hombre sin atributos cuya historia se va a narrar aquí se llama Ulrich, tiene treinta y dos años. “El patriotismo en Austria era un asunto más complicado, ya que los austriacos habían vencido también en todas las guerras de su historia; se sabe, sin embargo, que después de casi todas ellas habían tenido que ceder parte de su territorio. Esto da motivos para reflexionar y Ulrich, en su composición sobre el amor patrio, escribió que un patriota verdadero nunca debe considerar su patria como la mejor del mundo; iluminado por una idea que le pareció genial había añadido a esta sospechosa frase una segunda parte; en ella afirmaba que probablemente también Dios hubiera preferido hablar de su mundo en subjuntivo potencial (bic dixerit quispiam…) porque Dios crea el mundo y piensa simultáneamente que bien podría ser de otra manera. Estaba muy orgulloso de esta frase. Pero quizá fuera que no llegó a expresarse con suficiente claridad, el caso es que soliviantó de tal modo los ánimos, que le hubieran echado de la escuela si hubieran podido llegar a una decisión, decisión que no se pudo tomar por no saber si su atrevida observación se había de interpretar como blasfemia contra la patria o contra Dios. Su padre, enojado por la vergüenza de tener un hijo tan degenerado, mandó a Ulrich al extranjero, a un modesto colegio belga que, situado en una ciudad desconocida y dotado de un prudente sistema de administración financiera, conseguía a precios bajos grandes transformaciones en los alumnos descarriados”.

“Este hombre, después de volver del extranjero, no recuerda ni un solo instante de su vida en que no hubiera estado animado del deseo de llegar a ser una persona distinguida”; Su primera tentativa fue la militar ya que creía que Napoleón era distinguido. Ulrich se incorporó como alférez en un regimiento de caballería pero fracasó. Abandona el ejército y su segunda tentativa fue en el campo de las máquinas, de la ingeniería. Prestó sus servicios en la oficina de una fábrica. Pero los hombres permanecían pegados a sus tableros, “la audacia de sus pensamientos la aplicaban a las máquinas; nunca a sí mismos”. La tercera tentativa fue en el campo de la matemática, “en ella está la nueva lógica, las fuentes del tiempo y la génesis de una transformación formidable”.

Ulrich odiaba a los hombres que, según palabras de Nietzsche, eran incapaces “de padecer hambre en el alma por amor a la verdad”. Descubrió que también la ciencia era “como un alpinista que escala toda una cordillera sin divisar un fin”, por lo que decide abandonar las matemáticas y tomarse un año de vacaciones para “dar a sus facultades un empleo apropiado”…

Comentario: Es cierto que es un texto difícil, lleno de digresiones filosóficas. Una de las grandes "novelas-ensayos" de la literatura universal, como por ejemplo La montaña mágica de Thomas Mann o Guerra y paz de Tolstoi.

La débil trama de la novela: en 1913 y principios de 1914 –fechas en la que se desarrolla la novela– el reino de Kakania (el Imperio austro-húngaro) decide celebrar el trascendental jubileo del septuagenario aniversario del Emperador en el trono, en oposición a las fiestas que se van a celebrar en Alemania dedicadas al káiser. A esta celebración se le llamará la «Acción paralela», y alrededor de ella se centrará la trama de la novela. Está organizada por los condes Stallburg y Leinsdorf para celebrar el jubileo septuagenario del Emperador que se producirá el 2 diciembre de 1918. Se basa en cuatro puntos: Emperador Pacífico, piedra angular de Europa, Austria auténtica, capital y cultura.

En esa ribera del Danubio y en ese momento histórico en el que un Imperio se acercaba a su ocaso y sucumbía, a la vez amanecían verdaderos astros de pensamiento y de la expresión: Wittgenstein o Freud, Schönberg, Berg o Webern, Hofmannsthal, Klimt, Otto Wagner o el propio Robert Musil.

Entre Ulrich y cada uno de los personajes femeninos –incluida su hermana, de quien le apartaron cuando eran niños, su prima Diotima y Clarisse, amiga de la infancia casada hace tiempo– se establece una corriente de seducción que, como pasa con todo lo demás, nunca veremos resuelta. El gran esfuerzo de Robert Musil por resumir en un solo libro todo el pensamiento humano de una época resulta, además de imposible, fallido.

Los dos primeros volúmenes fueron publicados en vida del autor, el tercero después de su muerte pero al que solo le faltaba corregir las galeradas. Y el cuarto (y por aquí no paso) se hizo con las notas que el autor dejó.

En cuanto a la traducción al español con ese criterio conservador de la edición española que consiste en repetir las mismas traducciones aunque sean farragosas y estén plagadas de errores, como es el caso de la de Seix Barral; en particular en las dos primeras partes de esta obra. La traducción de José María Sáez, a mi entender, es poco acertada.

BIBLIOGRAFÍA

José María Guelbenzu, Merodeando en torno a «El hombre sin atributos» de Musil, Revista de Libros, 01/04/2002.

Mauro Jiménez, La novela filosófica a propósito de El hombre sin atributos de Robert Musil, Cuadernos de filología hispánica, 2004, 22, pp. 109-128.

Javier Lorca, El hombre del siglo, Página 12, 30/04/2005.

Robert Musil, El hombres sin atributos, Seix Barral, Barcelona, 1970 (3 volúmenes).

Comentarios

  1. ¡Jajajaja!
    La verdad es que eres un lector incombustible. Y un buen lector y un mejor analista.
    Un abrazo,
    Adelaida

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