(G261) Restaurante El Serbal (Santander)

El Serbal (Santander)

No veíamos a nuestra amiga Pilar Villanueva desde nuestro último encuentro prepandémico en el restaurante Trigo de Valladolid (19/07/2019). Nos conocimos en los cursos de la UIMP de Santander allá por el año 2003. Ese mismo año (20/08/2003) visitamos el restaurante El Serbal, Av. Manuel García Lago, 1E, 39005 Santander. Lo hemos vuelto a visitar en una cena con nuestra amiga y así ponernos al día de las novedades de nuestras respectivas vidas.

En los fogones Quique Muñoz y en la Sala Rafael Prieto, sumiller y propietario. El restaurante estaba situado en Puertochico pero hace trece meses que se trasladaron a un edificio frente al mar, en la segunda playa del Sardinero. Las vistas son magníficas. Mis amigas no quisieron probar ninguno de sus menús degustación y optamos por pedir a la carta pensando que sería suficiente al ser una cena.

Como aperitivos Tartar de vaca Tudanca con alcaparra y Anchoa con crujiente de parmesano. Muy conseguidos. De primeros todos coincidimos en pedir un Ajoblanco de bogavante con cerezas liofilizadas (foto). Muy bueno y desgraciadamente escaso. No cuesta nada poner un poco más de líquido.

De segundo hubo algo más de variación: Berenjena asada, té negro y anguila ahumada (foto). Muy rico y tan escaso como el anterior. Guiso de manitas con alubia blanca y callos (foto). Correcto. Mira que no soy “tripero”, más bien como bastante frugalmente, pero hasta a mí me parecieron cicateras las raciones. De los aproximadamente doscientos restaurantes con estrella Michelin que habré visitado en los últimos veinticinco años, El Serbal es de los únicos dos o tres restaurantes en que me he quedado con gana. Por lo tanto no repetiré más.


Los postres mantuvieron la tónica minimalista y austera. Helado de Pedro Ximenez, milhojas de pera Williams, queso azul y tallarines de hinojo (foto). Se necesitaba gafas de aumento para poder ver el queso. Frambuesas, chipotle, helado de lychee (Litchi chinensis) y nuez de pecán (foto), rico y refrescante.


Para beber un agua mineral y varias copas de vinos con suertes desiguales. Nos invitaron a una copa de cava a inicio de la comida. Yo pedí un Chablis de la zona de Borgoña. Le Bas de Chapelot 2017 (foto) que cubrió mis expectativas. En la uva Chardonnay se percibe la fruta, duraznos, y un fondo de miel con un final seco. Proceden del Domaine Eleni y Edouard Vocoret.

L.A. Cetto 2018 (foto). Un Chenin Blanc producido en el Valle de Guadalupe, Baja California, México. Muy curioso, es un vino diferente. Muy frutal y fácil de beber. Destaca la piña, la guayaba y la manzana. Original pero no lo volvería a pedir.

Pilar no acertó en su elección y ante sus dudas le colocaron el vino menos interesante. Alda Selección 2018 (foto). Un Penedés de la casa Sumarroca, gran productor capaz de elaborar más de sesenta vinos diferentes. En este vino la uva Xarel.lo posee un punto dulce y algo de acidez final.

En cuanto al pan (fotos) nos ofrecieron hasta cinco variedades: integral, multicereales, espelta, blanco y maíz. 


Para mojar en dos estupendos aceites: Pago de Espejo (foto). Una oliva picual de Andújar (Jaén) de cosecha temprana e intensa presencia, en boca sabe a hierbas verdes y tiene ese fascinante punto final picante.

Oro del Campo (foto). Seleccionando las mejores Aceitunas de la Variedad Arbequina en la Zona del Campo de Tarragona y El Priorato. Todas las parcelas seleccionadas están adscritas a la Denominación de Origen Protegida Siurana. Es un aceite delicado y delicioso.

Terminamos con un café solo y una infusión, sin petite fours. La parafernalia de las infusiones y cafés (foto), cuanto menos nos divirtió.

Precio de la cena 70/75 euros por persona. Fecha de la visita 6 de agosto de 2022.

PUNTUACIÓN: 7

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