(L571) La desaparición de los rituales (2019)

Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales (2019)

Segundo ensayo que os traigo de este filósofo coreano de formación estrictamente alemana. Byung-Chul Han (Seúl, 1959) sabe captar los cambios profundos a los que estamos asistiendo con el paso de la sociedad industrial a una tecnificada y virtual, nos está llevando. Estos cambios nos dejan completamente solos e indefensos ante la producción, el mercado y el consumo.

RESUMEN

Presión para producir. Los ritos generan una comunidad sin comunicación, mientras que lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad. (p. 11) Los rituales dan estabilidad a la vida. Los rituales son en la vida lo que en el espacio son las cosas.

En la presión por producir y consumir nos comportamos con las cosas, es más, con el mundo, consumiendo en lugar de usando. En contrapartida, ellas nos desgastan. (p. 14-15) Hoy consumimos no solo las cosas, sino también las emociones de las que ellas se revisten. Así es como lo económico coloniza lo estético. Las emociones son más efímeras que las cosas. Por eso no dan estabilidad a la vida. Además las emociones se refieren a nosotros no a las cosas. (p. 15)

También los valores sirven hoy como objeto del consumo individual. El neoliberalismo explota la moral de muchas maneras (comercio justo, cambiar el mundo consumiendo, zapatos y ropa; también deberíamos ser veganos, etc.) (p. 16)

Lo simbólico como un medio en el que se genera y por el que se transmite la comunidad está hoy desapareciendo y remite a la progresiva atomización de la sociedad que al mismo tiempo se vuelve narcisista. (p.17) Hoy la percepción simbólica desaparece en favor de la percepción social (de una información a la siguiente, una vivencia a la siguiente, una sensación a la siguiente, sin finalizar jamás nada) que no es capaz de experimentar la duración.

La comunicación digital es una comunicación extensiva. En lugar de crear relaciones se limita a establecer conexiones. (p. 18) Muchas formas de repetición como por ejemplo aprender de memoria, han dejado de fomentarse con el argumento de que reprimen la creatividad, la innovación. (...) la repetición hace que la atención se estabilice y se haga más profunda. La repetición es el rasgo esencial de los rituales. Se distingue de la rutina porque genera intensidad. Como dice Kierkegaard “Solamente se cansa uno de lo nuevo, pero no de las cosas antiguas”. El pan de cada día no excita pero no cansa. (p. 20-21)

Las repeticiones dan estabilidad a la vida. Su rasgo esencial es su capacidad para instalarnos en un hogar. Lo nuevo enseguida se banaliza convirtiéndose en rutina. Para huir de esta rutina y escapar del vacío consumimos aún más. Los rituales crean ejes de resonancia (verticales con los dioses, con el cosmos, con el tiempo y con la eternidad; horizontales, con la comunidad social; diagonales, referidos a las cosas) (p. 22-23). Los rituales son procesos corpóreos, los sentimientos colectivos no tienen nada que ver con la psicología individual. En el rito funerario el auténtico sujeto del duelo es la comunidad. Los sentimientos, a diferencia de las emociones y las pasiones, son capaces de hacerse comunitarios. La razón, que necesita mucho tiempo, retrocede hoy cada vez más frente a las pasiones a corto plazo. (p. 24)

La presión para producir se expresa como una presión para comunicar. El silencio no produce nada. Los rituales son procesos narrativos que no permiten ninguna aceleración. Los símbolos están detenidos, las informaciones no. El trabajo no tiene por qué centrarse en el yo. En el rendimiento, por el contrario, el yo se refiere expresamente a sí mismo. Cuanto más rendimiento aporta el individuo más gana en ego. Se explota voluntariamente y apasionadamente a sí mismo, hasta quedar destrozado. Su fracaso se llama depresión o burnout. (p. 26-27)

La ceremonia funeraria se aplica como un barniz sobre la piel, protegiéndola y aislándola así de las atroces quemaduras del duelo que causa la muerte de un ser amado. (p. 27)

Presión para ser auténtico. La sociedad de la autenticidad es una sociedad de la representación. Todo el mundo se da tono. El culto a la autenticidad atomiza la sociedad. La autenticidad solo se acredita con un proyecto de identidad que tenga consistencia al margen del propio yo, es decir, mediante su referencia explícita a la comunidad. (p. 30) La autenticidad representa una forma de producción neoliberal. Uno se explota voluntariamente creyendo que se está realizando. (p. 31) El culto a la autenticidad es un signo inconfundible de decadencia de lo social. Hoy el mundo no es un teatro en el que se representen papeles y se intercambien gestos rituales como en el s. XVIII, sino un mercado en el que uno se desnuda y exhibe. La representación teatral deja paso a la exposición pornográfica de lo privado. (p. 34-35) Las formas externas conducen a alteraciones internas. Así es como los gestos rituales de cortesía tienen repercusiones mentales. La bella apariencia engendra un alma bella y no al revés. (p. 35) Donde campa el narcisismo lo lúdico desaparece de la cultura. La vida pierde cada vez más alborozo y desenfado. (p. 37) Los rituales y las ceremonias son actos germinativamente humanos que hacen que la vida resulte festiva y mágica. Su desaparición degrada y profana la vida reduciéndola a mera supervivencia. (p. 40)

Ritos de cierre. La eliminación de las formas de cierre ‒cerrar los ojos es un símbolo de clausura contemplativa‒ a raíz de la sobreproducción y del exceso de consumo provoca un infarto del sistema. Los rituales configuran las transiciones esenciales en la vida. Son formas de cierre. Sin ellos, nos deslizaríamos de una fase a otra sin solución de continuidad. Así es como envejecemos sin llegar a hacernos mayores. Nos quedamos en consumidores infantilizados que no madurarán jamás. (p. 50-51).

Fiesta y Religión. Dios bendice y santifica el séptimo día. El descanso sabático otorga la bendición divina a la creación. Se descansa del trabajo hecho, por eso nunca hallaremos lo divino mientras subordinemos el descanso al trabajo. (p. 53) El silencio nos hace estar a la escucha. La actual presión para comunicar conduce a que no podamos cerrar los ojos ni la boca. Esa presión profana la vida. El reposo y el silencio no tienen cabida en la red digital. Hoy hemos perdido casi por completo el descanso festivo. (p. 55) El reposo pertenece a la esfera de lo espiritual. El trabajo, por el contrario, es una actividad profana. La presión actual para producir perpetúa el trabajo, haciendo así que desaparezca el reposo sagrado. La vida queda totalmente profanada y degradada. (p. 56-57) Hoy la escuela superior se ha convertido en un centro de producción de capital humano. En lugar de cultivar, instruye. (p. 59) Cuando todo tiene carácter de producción los rituales desaparecen. Las fiestas actuales tienen poco que ver con aquel tiempo sublime. Son objeto de una gestión de eventos. Las masas no constituyen ninguna comunidad. (p. 60) Hay que recobrar el reposo contemplativo. Si se priva por completo a la vida del elemento contemplativo uno se ahoga en su propio hacer. Al capitalismo no le gusta la calma que sería el nivel cero de producción, ni el silencio sería el nivel cero de comunicación.

Juego a vida o muerte. El suicidio desafía al sistema de producción y por lo tanto tiene una consideración muy negativa. (p. 72) El arte de vivir significa escapar de sí mismo a la búsqueda de formas de vida y de juego que todavía no tengan nombre. La seriedad del juego ha dejado paso a la seriedad del trabajo y la producción. La vida que se somete al dictado de la salud, la optimización y el rendimiento se asemeja a sobrevivir.

Imperio de los signos. El principio de trabajo se opone al principio de disfrute. El poema, memoria mágica del lenguaje, no produce. Por eso cada vez leemos menos poemas. De las puras informaciones no emana ninguna magia. El lenguaje solo despliega su esplendor, su fuerza seductora gracias al exceso del significante. Hoy vivimos en la cultura del significado, hostil al gozo y a la forma. (p. 81-82)

Del duelo a la guerra de drones. En las culturas arcaicas la guerra tenía un carácter lúdico con una ritualidad que elevaba el «nivel ético». La violencia deja paso a la pasión por el juego. El duelo también tiene una dimensión sagrada. Su resolución equivale a un juicio divino. El duelo en cuanto a ritual está sometido a estrictas reglas de juego. El duelo restituye el honor al margen de cómo acabe. Es importante la simetría de los medios de combate. La aparición de los aviones da lugar a una superioridad técnica que se torna superioridad moral. La guerra de drones elimina por completo la reciprocidad degradando al adversario a criminal. Aquí la muerte se produce maquinalmente. La matanza se produce sin combate, sin dramatismo, sin destino. La guerra se ha vuelto una cuestión de trabajo, de producción y de rendimiento.

Del mito al dataísmo. Los filósofos arcaicos como descifradores de enigmas. Según Empédocles son el afecto (en griego philia) y la discordia (en griego neikos) los que a modo de dos principios primordiales, determinan el curso del mundo. Los sofistas pertenecen a esa clase de feriantes que solo se dedican al juego. (...) Hoy se está produciendo un cambio de paradigma. El hombre como productor autónomo del saber es reemplazado por los datos poniendo fin al idealismo y al humanismo de la Ilustración. Enormes cantidades de datos desbancan al hombre de su puesto central como productor de saber. El big data genera una saber dominador que hace posible intervenir en la psique humana y manejarla. (p. 106) En el camino desde el mito hasta el dataísmo el pensar ha perdido por completo su elemento lúdico.

De la seducción a la pornografía. La seducción puede arreglárselas sin sexo. La seducción es un juego. Pertenece al orden de lo ritual. El sexo por el contrario, es una función. En la seducción es constitutiva la fantasía para imaginar al otro. Las ambigüedades son esenciales para el lenguaje del erotismo. Tanto la pornografía como la corrección política son enemigas de la seducción. El juego de la seducción, que requiere mucho tiempo, se elimina hoy cada vez más a favor de la satisfacción inmediata del deseo sexual. (p. 113) La pornografía destruye la sexualidad y el erotismo más eficazmente que la moral y la represión. (...) Lo que enferma no es la carestía, sino la demasía. (p. 115)

Comentario: el entierro de las víctimas de covid-19 los primeros meses de la pandemia se hizo sin la participación de la familia, de los amigos, de la comunidad, sin rito alguno que ayudará a los familiares directos a sobrellevar su duelo. Esto me llevó a pensar sobre el tema y a descubrir que Byung-Chul Han ya lo había hecho un año antes con la publicación de La desaparición de los rituales. Aunque no soy creyente y “me apostaría mi última muela frente a la pala del sepulturero a que la eternidad no existe” no por ello dejo de ver la gran utilidad que tienen los rituales. Éstos nos vinculan a la comunidad, nos sacan de esa atroz soledad que nos ha impuesto lo virtual y que el confinamiento ha acentuado hasta extremos insoportables.

Socializar con las demás personas es una función vital para la psique humana. Es fuente benefactora frente a la depresión y una barrera protectora que frena la tiranía narcisista del yo.

La creciente desconfianza en las instituciones políticas y sociales, el avance del discurso de la posverdad, la aceptación o no del inmigrante (tolerar no es aceptar), la violencia sistémica y policial, junto a otro grupo de fenómenos hoy visibles, tienen algo que ver con esta desaparición de los rituales. La vida ha perdido su espesor y sostén y no me considero un nostálgico de los tiempos pasados. Frente a los cambios constantes a los que estamos asistiendo, desde hace varios lustros, y que dejan al individuo solo antes los embates del mercado, los rituales dan estabilidad y cohesión a la vida.

La lectura del libro de Byung-Chul Han es amena y al alcance de cualquier lector medio. Sus libros, de unas cien páginas como máximo, son como píldoras filosóficas que nos hacen pensar “un momento” sobre el mundo y la “realidad” que estamos viviendo.

A mí me ha hecho reflexionar sobre la obsesión moderna por tener una vida intensa. Hacer cosas, viajar, a veces sin descanso y “sin ton ni son”. Y después mostrarlo todo en Facebook o Instagram, sin filtro, sin reflexión alguna. De una forma casi pornográfica desvelando su (nuestra) privacidad. Otro tema en el que he pensado es en el aislamiento narcisista que las tecnologías producen en las familias y en las parejas. Cada uno de los miembros tiene su Pc, su iPad o su teléfono móvil, o todo a la vez. Están ensimismados con los cacharritos y apenas se comunican entre ellos. Nos han robado la atención. ¿Lo que ven en las pantallas les parece más interesante que hablar con su pareja o con sus hijos? Algunos hasta se ponen los cascos para no oír al otro sumergiéndose en su mundo narcisista. Yo no quiero una pareja así. Hace unos días mi sobrino pedía la merienda por Whats App sin salir de su cuarto. Afortunadamente sus padres no le hicieron caso y tuvo que salir acorralado por el hambre. ¿Hacia qué mundo despersonalizado nos estamos dirigiendo?

Volviendo a centrarme en el tema del libro diré para finalizar que cuando en una sociedad se declara el estado de emergencia, y éste se convierte en algo normal, es el fin de la democracia. Y qué mejor excusa que el miedo al Covid-19. Hoy en día queremos sobrevivir (que no vivir) a cualquier precio. Por este motivo los regímenes autoritarios están resurgiendo con tanta fuerza en la vieja Europa. Para Byung-Chul Han “China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”. Y yo añado, para finalizar: “Que tinguem sort!” que es el título de una conocida canción de Lluís Llach.

BIBLIOGRAFÍA

Luis Carlos Álvaro, La desaparición de los rituales, de Byung-Chul Han. Hacia una sociedad de redes virtuales y contactos humanos planos, La Ciclotimia, 04/09/2020.

Byung-Chul Han, La desaparición de los rituales, Herder, Barcelona, 2020.

­­­­______________, La emergencia viral y el mundo de mañana, El País, 22/03/2020.

González, Jorge, “La Desaparición de los Rituales: Una topología del presente, de Han Byung-Chul”. Reseña Kamchatka. Revista de análisis cultural 16 (2020): 625-629. DOI: 10.7203/KAM.16.19040 ISSN: 2340-186

César Rendueles, Byung-Chul Han: “El dataísmo es una forma pornográfica de conocimiento que anula el pensamiento”, El País, 17/05/2020.

Carmen Sigüenza y Esther Rebollo, Byung-Chul Han: Viviremos como en un estado de guerra permanente, La Vanguardia, 12/05/2020. 

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