(G269) Restaurante Via Veneto (Barcelona)
Restaurante Via Veneto (Barcelona)
Hoy visitamos un
restaurante clásico donde los haya. Via
Veneto, Carrer de Ganduxer, 10, 08021 Barcelona. Junto con el madrileño Horcher es
el último reducto de la alta cocina de los años cincuenta y sesenta donde los
camareros, antes de que los cocineros se convirtieran en estrellas, jugaban un
papel activo en la comida terminando algunos platos en la Sala; no como hoy que
solo transportan platos y son prácticamente insustanciales. Ya había visitado
el restaurante con anterioridad en la lejana fecha del 08/02/2003.
Como la vida casi siempre
nos marca los pasos por su cuenta, decidimos convertirnos en “viajeros del
tiempo” y retroceder gustosos a esa época. El local está igual que hace veinte
años o así me lo pareció a mí (foto).
Decidimos probar algunos
de sus platos icónicos de la carta. Los aperitivos consistieron en cuatro
miniraciones: botón de olivas y anchoas, patatas soufflés con alioli, sushi de
salmón con sus huevas y bombón de pato (foto).
Originales y buenas.
Los entrantes los pudimos compartir. Aspic de langostinos con su consomé gelée y caviar iraní, sobre una crema de almendres y uva al chardonnay (foto). Bueno y estéticamente perfecto. Calamar de potera con cebolla (foto). Se trata de un ravioli de cebolla relleno de calamar con su tinta, el tartar del calamar y puré de cebolla. Aunque feo, estéticamente hablando, estaba delicioso. Más sabroso que el anterior.
El segundo fue monumental.
Pato rustido en su jugo a la presse (fotos). Un pato entero servido en dos
tiempos, primero la pechuga y luego la pierna, deshuesado y acabado en Sala.
Podemos ver el curioso aparato para prensar la carcasa y obtener todo el jugo
del mismo que calentado en un pequeño hornillo se servirá como salsa.
Los postres dos clásicos
de la casa que se preparan en Sala. Naranjas al estilo Via Veneto (fotos). Todo un arte pelarlas al aire, prácticamente
sin sujeción. Ricas y refrescantes. Nos sirvieron como prepostre. Crêpes Suzette (foto). Otro clásico intemporal. Flambeadas
con brandy. Muy ricas.
Para beber un agua
mineral y varias copas de vino. Empezamos con un blanco de la D.O. Terra Alta. Aucalà 2021 (foto). Se trata de un monovarietal de
garnacha blanca de la bodega Serra i Barceló. Es un vino con un carácter floral
muy marcado, predominando la flor de almendra y el melocotón de viña. En boca
se muestra muy suave, con un paso fino y con equilibrio. Muy agradable de
beber. Curiosamente lo sirvieron de una botella de 3 litros que se denomina Doble
Magnum o Jerobam en el argot técnico.
El tinto fue de un
pequeño productor Conde de San Cristóbal 2016 (foto). De la D.O. Ribera del Duero. Es
un vino de finca elaborado por una dinastía que lleva ya cuatro generaciones
elaborando vino. El marquesado de Vargas. 100% Tinta Fina (Tempranillo) del
histórico Pago de Valdestremero, cuyos viñedos eran ya conocidos en el siglo
XVI en la corte del rey Felipe II en Valladolid. El vino es fresco y redondo en
boca. Con toques de fruta fresca y un fondo mineral. Acompañó perfectamente al
pato. Pero en una valoración global, sin dejar de ser correcto, no destacó.
Acompañó la comida cuatro
tipos de panes: blanco, integral, de nueces y de olivas. Buenos. El aceite, de Ermedàs,
mezcla de olivas arbequina y argudell proveniente de la finca Camp d’Aures en
Palafrugell (Girona) fue magnífico. Tiene matices herbáceos, a alcachofa e
hinojo. Muy recomendable.
Terminamos con un cortado
y un café solo (foto). Los
entretenimientos del final no fueron rutinarios sino bastante elaborados.
Precio a la carta 120
euros por persona, más bebidas y cafés. Fecha de la visita 8 de noviembre de
2022.
PUNTUACIÓN: 7,5
Molt bon restaurant per acabar l'any 2022. I seguiu amb aquestes ganes d'experiències sempre.
ResponderEliminarUna abraçada,
Cebrià
Enviat des del meu Poppox