(L654) Diarios 1999-2003 (2010)

Iñaki Uriarte, Diarios, 1999-2003 (2010)

Después de leer al pesado de Vila-Matas, olvidar al chulesco Pérez Reverte y traspasado el ególatra Javier Marías, esos tres magníficos ejemplos del autobombo, me congratulo de haber encontrado un aire fresco en los Diarios de Iñaki Uriarte (Nueva York, 1946). Sus escritos poseen una autenticidad de la que los tres anteriores carecen.

Fragmentos:

“Mientras me hacen el escáner la doctora repite mi nombre: «¿Qué tal estás, Ignacio?». «Ponte aquí, Ignacio». «Ahora un poco más a la derecha, Ignacio». «Ya está. Ignacio». «Ahora vendrán a buscarte, Ignacio». «Adiós, Ignacio». Ya sé que es un truco para tranquilizarme, pero funciona. Aunque todo el mundo me llama Iñaki no me habría venido mal incluso algún don Ignacio. Sin embargo, sólo me relajo de verdad cuando llega el celador para subirme a la habitación, gira la camilla de golpe y arranca al grito de: «¡Vamos, moreno!» (p. 9).

“Leo que en 1962 hubo una epidemia de risa en Tanganica. Empezó en una escuela con dos chicas que comenzaron a reírse como histéricas. Se extendió a los demás alumnos, luego al pueblo, al distrito, al país entero. Sólo remitió totalmente seis meses más tarde. ¿Cómo no se conoce más este bendito episodio de la historia?” (p. 13).

“Abderramán III dicen que, a la hora de su muerte, mandó escribir: “He reinado más de cincuenta años, en victoria o paz, amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres, aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situación, he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: suman catorce”. (p. 14).

“Llevaba unas horas sin leer, mirando el mar y el cielo del atardecer. Cómo me agarro a la lectura, hasta acabar medio mareado, cuando no estoy bien”. (p. 16).

“Todavía no he llegado a aprender que un cabrón no piensa nunca, ni en el fondo, en el fondo, que es un cabrón. Lo que piensa siempre es que el cabrón eres tú”. (p. 25).

“He estado en la cárcel, he hecho una huelga de hambre, he sufrido un divorcio, he asistido a un moribundo. Una vez fabriqué una bomba. Negocié con drogas. Me dejó una mujer, dejé a otra. Un día se incendió mi casa, me han robado, he padecido una inundación y una sequía, me he estrellado en un coche. Fui amigo de alguien que murió asesinado y fue enterrado por los asesinos en su propio jardín. También conocí a un hombre que mató a otro hombre, y a uno que se ahorcó. Sólo es cuestión de edad. Todo esto me ha sucedido en una vida en general muy tranquila, pacífica, sin grandes sobresaltos”. (p. 29-30).

“En 53 años no he conocido a nadie que viva con mi sistema. Sin trabajar y con una renta pequeña”. (p. 43).

“Escribir tiene un efecto anestésico. Tranquiliza, como una pastilla ansiolítica. Pero, además, produce una cierta embriaguez. Eso hace que, según decía Cyril Connolly, tantos malos escritores no consigan dejarlo”. (p. 44).

“Puede ser falso, pero en este momento pienso que si me anunciaran mi muerte, sabría afrontarla con una cierta serenidad. Pero imaginar lo que dirían los otros, su supuesta compasión, su horror ante la mala pinta que se me iría quedando, me pone enfermo.

Los médicos deberían decirle al paciente la verdad y engañar a la familia y los amigos.

Hay quien dice que lo mejor es morir rodeado de los tuyos, entre familiares y amigos. No sé a quién le leí que lo mejor, si sabes que se acerca el final, es irte lejos, donde nadie te vea. Yo creo que me moriría más a gusto en una gran habitación muy luminosa, un día de sol, con un fondo de palmeras y el mar, aunque estuviera solo, que en un cuarto pequeño, o en la habitación de un hospital, rodeado por mis seres más queridos”. (p. 62).

“Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas”. (p. 63).

“Muchos de los que critican indignados lo mala que es la educación actual de los niños no han vuelto a coger un libro desde que salieron del colegio”. (p. 70).

“Nunca he creído que la libertad consista en hacer lo que a uno le da la gana, sino en no hacer lo que no quieres. Esto es lo que siempre he reclamado y por lo que he sido más escandaloso a mis contemporáneos”. (p. 84).

“Te enamorabas y no había más chicas en el mundo. Luego es cuando te enteras de que hay millones”. (p. 86).

“Que la literatura es un arte en decadencia lo demuestra el significado habitual al que ha llegado el término «literario». Hace tiempo que «poético» quiere decir cursi, y «teatral» equivale a «afectado», pero ahora empieza a estar claro que el epíteto «literario» significa estrictamente «pelmazo»”. (p. 86).

“Trabajar es como estar enfermo. En cuanto se te pasa, te pones contento”. (p. 97).

“Uno de los secretos del placer estético que produce la naturaleza es que no hay gente”. (p. 103).

“Llaman vago a algún futbolista y lo convierten de inmediato en mi ídolo. Admirable. ¿Cómo se puede hacer el vago ante 40.000 espectadores? (p. 105).

“Al no haber trabajado, se puede decir que he vivido ocho horas más al día. Por otro lado, está la impresión psicológica. «Es breve la vida de los atareados» (Séneca)”. (p. 114).

“Ese tío que depende de su jefe, del jefe de su jefe, el banco, su madre, su mujer, sus hijos y amigos, el inspector de Hacienda, el alcalde, el PNV, el Lehendakari, Arzalluz, la Comunidad europea, el gran capital financiero, el cristianismo, su poca inteligencia, su falta de sentido del humor, sus genes... ¿por qué le parece que lo más terrible es su dependencia de los españoles? ¿Por qué sólo está dispuesto a armarla para liberarse de la opresión a que le tienen sometido los españoles?”. (p. 129).

“Con lo fácil que es no escribir un libro malo”. (p. 138).

“Derecha, inclinación por el fuerte. Izquierda, inclinación por el débil”. (p. 154).

“Yo he tenido siempre algo de «promesa». La gente siempre ha esperado algo importante de mí. Yo no. Yo nunca he pretendido alcanzar objetivos medianamente serios en mi vida, no he esperado cumplir fines, ni alcanzar metas, ni llegar a ser nada. (...) «Toda la gloria que pretendo de mi vida es haberla vivido tranquilo», Montaigne, cómo no. «Puesto que la filosofía no ha sabido hallar ninguna vía para la tranquilidad que fuera buena en común, ¡búsquela cada cual por sí mismo!»”. (p. 174-175).

“Mi actitud básica en la vida ha sido la de un «okupa». Desde siempre pensé que había grietas, intersticios, huecos en los que uno podía instalarse y vivir sin pagar”. (p. 181).

Comentario: el inicio del fragmento en que le hacen un escáner a Iñaki Uriarte me recuerda al mío en ¿Así que la vida era esto? (2016) en la página 23. Claro está que el suyo, literariamente hablando, es mucho mejor. La literatura del yo con la reciente concesión del Premio Nobel a la escritora francesa Annie Ernaux ha alcanzado definitivamente su mayoría de edad.

El diario personal empiezó a utilizarse en los siglos XVII y XVIII, pero no se hace visible hasta el siglo XIX, momento en el que se publica y evoluciona hasta formar parte del sistema literario. La trayectoria diversa, que el diario personal experimenta en las diferentes tradiciones literarias, hace que la obra resultante posea diferentes denominaciones: en Francia aparece el journal intime, que tiene un impacto inmediato en los estudios literarios.

Por la calidad de sus “diarios literarios” Iñaki Uriarte me recuerda al escritor francés Jules Renard (1864-1910). Como dije en la introducción no me convencen los de Vila-Matas ni tampoco los de Andrés Trapiello con su Salón de los pasos perdidos del que lleva ya escritos veintitrés volúmenes ¡qué pesadez! Hay demasiada impostura y vanidad. En el mejor de los casos veo que se escribe porque toca, porque se ha de comer y pagar las facturas. 

Me siento muy identificado con Iñaki cuando dice: “Ni «espíritu de sacrificio», ni «afán de superación», ni «aspiración a la excelencia». Ni ningún respeto o simpatía por tales cosas”. Ha habido una época en que dentro del management laboral y empresarial se hablaba continuamente que habías de “salir de tu zona de confort”. ¡Me ha costado treinta años llegar a mi zona de confort! Como comprenderéis no pienso moverme de ella. Me tendrán que sacar con los pies por delante. 

La frescura y el desparpajo de Iñaki Uriarte, un crítico literario, que no un escritor, como el mismo se define, que no vive para agradar a nadie, ni para vender libros, creo que se expresa con una mayor libertad. Es lo que se conoce como étrangers u outsider, es aquel que vive al margen de la sociedad. Me recuerda, en modo español, al gran Bukowski, hasta tiene un cierto parecido en la fotografía.

BIBLIOGRAFÍA

Manuel Arranz, La quinta rueda del carro. Los diarios de Iñaki Uriarte, Revista Turia, Teruel, 2015.

Jules Renard, Diario (1887-1910), Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1998.

Iñaki Uriarte, Diarios 1999-2003, Pepitas de Calabaza, Logroño, 2015 (4ª ed.)

Karlos Zurutuza, Iñaki Uriarte: «Nadie se ríe de sí mismo en serio», Revista Jotdow, 27/03/2021. 

Comentarios

  1. "No quiero aprovechar el tiempo, yo quiero derrocharlo, y exijo mi derecho. No quiero cumplir mis sueños, solo quiero dormir tranquilo, y exijo mi derecho. Yo no quiero aspirar a nada, solo respirar con gusto y paciencia, como una octogenaria en su mecedora de mimbre, y exijo mi derecho a la huelga y a la holganza. Ay, yo no quiero realizarme ni superarme —estoy cansado de odiar tanto y desecharme a cada poco—. A mí me gustaría, más bien, vivir de otro modo, jubilarme y cuidar de los míos, desconectar y no ir a ninguna parte"

    Juan Evaristo Valls Boix (Escritor y profesor de Filosofía de la Cultura en la UCM)

    https://elpais.com/ideas/2023-07-30/ha-llegado-el-verano-y-no-quiero-hacer-nada-las-vacaciones-son-para-la-pereza.html

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