(L656) Eugénie Grandet (1833)

Honoré de Balzac, Eugénie Grandet (1833)

Aunque he leído varias obras de Honoré de Balzac (1799-1850), la novela que os traigo hoy es solamente la segunda suya que comento en el blog. Recomiendo también la lectura de Papá Goriot (1835); La piel de zapa (1831); Las ilusiones perdidas (1837); junto con la ya comentada El coronel Chabert (1832).

Argumento: la novela empieza con la minuciosa descripción de la localidad provincia de Saumur con sus calles y sus casas de madera, sus comercios y su principal actividad económica: la viticultura. “En este país, como en Turena, las vicisitudes atmosféricas rigen la vida comercial. Viticultores, propietarios, comerciantes en madera, toneleros, fondistas, marineros, todos están al acecho de un rayo de sol; tiemblan, al acostarse por la noche, temiendo enterarse a la mañana siguiente de que ha helado. Temen a la lluvia, al viento, a la sequía y quieren agua, calor y nubes a su capricho. Existe un duelo constante entre el cielo y los intereses terrenos. El barómetro entristece, desarruga entrecejos y alegra, sucesivamente, las fisonomías”.

Se nos explica la historia del señor Grandet y el origen de su fortuna, desde sus inicios como tonelero, hasta convertirse en el primer contribuyente del distrito. “Explotaba cien aranzadas de viñas, que en los buenos años le daban de setecientas a ochocientas cubas de vino. Poseía trece alquerías, y una vieja abadía en la cual, para economizar, había tapiado ventanas, ojivas y vidrieras, lo que sirvió para conservarlas; era además propietario de ciento siete aranzadas de pradera donde crecía y engrosaban tres mil álamos plantados en 1793. La casa en que habitaba le pertenecía también”.

“Los modales de este hombre eran muy sencillos. Hablaba poco. Generalmente expresaba sus ideas por medio de cortas frases sentenciosas, dichas con voz suave. Desde la Revolución, época en la cual se distinguió, nuestro hombre tartamudeaba de tal manera que se hacía muy pesado en cuanto tenía que hablar largo rato o sostener una discusión. Este farfullar, la incoherencia de sus palabras, el flujo de vocablos en que ahogaba su pensamiento, su falta aparente de lógica, atribuidos a un defecto de educación, eran fingidos y serán suficientemente explicados por algunos acontecimientos de esta historia. Por otra parte, cuatro frases, tan exactas como fórmulas algebraicas, le servían habitualmente para abarcar y resolver todas las dificultades de la vida y del comercio: «No sé, no puedo, no quiero, ya veremos»”.

De los habitantes del pueblo solo seis tenían derecho a entrar en su casa: el sobrino del señor Cruchot, presidente del Tribunal de primera instancia y pretendiente de su hija. La señora de Grassins, mujer del banquero local que quiere casar a su hijo Adolphe con la señorita Eugénie Grandet. Ambas familias los cruchotinos y los grassinistas maniobran para obtener la mano –y la dote– de la única hija de señor Grandet.

Mientras tanto Grandet compra el hermoso marquesado de Froidfond en dinero contante y sonante. Otra persona importante de su casa es la criada Nanon, poco agraciada, pero alta, corpulenta, tan fuerte como un hombre, y tan fiel a su amo como el mejor de los perros.

Eugénie cumple veintitrés años. Durante la comida familiar se habla del casamiento de la muchacha. Los Cruchot, –el Presidente, el sacerdote y el notario– se acercan para desearle un feliz aniversario y llevarle un ramo de flores poco visto en Saumur. Posteriormente llegan los Grassins también para festejar a Eugénie. El grupo se pone a jugar a la lotería cuando al poco tocan a la puerta con insistencia. Para sorpresa de todos, el visitante es el primo Charles Grandet que viene de París. “Un guapo muchacho de veintidós años que lleva todos los perifollos propios de un dandy”. Mientras que el padre lee la carta de su hermano a quien no ve desde hace más de veinte años. Sabemos que se ha arruinado completamente y le deja a su cuidado al sobrino. Su llegada impresiona vivamente a su prima Eugénie, y cambiará sus vidas para siempre.

Comentario: lo primero que os quiero decir es ¡qué bien escribe Balzac! Cómo perfila los personajes, cómo van evolucionando, cómo cambian según los acontecimientos que les van sucediendo durante la narración. Da gusto leer su prosa, por el detalle, por la minuciosidad y por su inteligencia.

Gabriel Olivier en la introducción a la obra nos dice: “Puede leerse la obra como una tragedia clásica, como un estudio de pasiones enfrentadas: la avaricia y el amor y las consecuencias de dicho enfrentamiento. Pero también es cierto que la pasión amorosa de Eugénie y el ansia de poseer bienes de su padre están descritas con una desmesura y una falta de proporción que abonarían la inclusión de la obra entre las representativas del Romanticismo. Las descripciones minuciosas, la preocupación por el detalle exacto, el interés por seres desprovistos en principio de grandeza da fe del realismo de la obra”.

La historia ocurre en Saumur entre 1819 y 1833. Eugénie es la hija de cualquier hacendado de provincias y Grandet el resumen de todos los avaros-financieros de provincias. “La intriga principal, el nudo está constituido por el enfrentamiento de la generosidad de la hija con la avaricia del padre; estos dos rasgos, por ser los más fuertes, hacen que por una parte la hija pierda la sumisión casi ovejuna y el padre se vea obligado a ceder en su voluntad de dominio, haciendo las paces con Eugénie, ya que de otro modo podría perder el control de la herencia materna de ella”. (XXV)

Hay un enfrentamiento antagónico entre las finanzas provincianas opuestas a las de París. Hay críticos que la consideran una novela sobre el dinero, otros han pensado que era sobre todo una novela de amor. Tal vez sea ambas cosas.

Nadie hasta la llegada de Proust ha hecho una utilización del tiempo novelesco tan brillante y efectiva como Balzac para apreciar las modificaciones que el tiempo ha dejado en los personajes, acontecimientos, modas, etc. Todo ello contribuye a crear una impresión de vida, a hacer la competencia no sólo al Registro Civil, como decía Balzac, sino a la vida misma.

En este drama de víctimas y verdugos, los unos no son nada sin los otros; para que alguien sufra es necesario que otro sea la causa de su sufrimiento, y al revés. Todo está para siempre relacionado, porque se trata de la creación de un mundo, “literario” claro está, pero que no deja de ser un mundo.

BIBLIOGRAFÍA

Honoré de Balzac, Eugénie Grandet, Planeta, Barcelona, 1980.

Antonio Martínez Asensio, 'Eugenia Grandet', el dinero como motor del mundo, Cadena Ser, 13/09/2020.

Luis Quintana Tejera, Mujeres en la pluma de hombres del siglo XIX, Crítica Cl, Revista Latinoamericana de ensayo, Santiago de Chile, 13/07/2017.

Comentarios

Entradas populares de este blog

(L56) Las afinidades electivas (1809)

Manuel Vilas, El autor y su obra: La literatura y la vida (2019)

(L305) Bella del Señor (1968)