(L457) Siempre hemos vivido en el castillo (1962)
Shirley Jackson, Siempre hemos vivido en el castillo (1962)
Shirley
Jackson (1916-1965) es una escritora
norteamericana fallecida prematuramente a la edad de cuarenta y ocho años. Su
obra no es muy extensa pero recibió los halagos de Stephen King, sobre todo por
su novela La maldición de Hill House,
a la que consideró como una de las más importantes obras de horror del siglo XX.
He llegado a ella por recomendación de mi amiga Montse José.
Argumento: La
protagonista se llama Mary Katherine Blackwood, tiene dieciocho años y vive con
su hermana Constance y su tío Julian. El resto de la familia ha muerto. Mary solamente va al pueblo a por libros y comida. Su familia nunca había sido muy
sociable. Ella cree que la gente del pueblo siempre los ha odiado. La familia
Blackwood no tenía teléfono ni aceptaba correspondencia. El pueblo era todo
igual, de la misma época y del mismo estilo, feo y desagradable.
Mary hace la compra en la
tienda de Mr. Elbert donde las mujeres cuchichean a sus espaldas y hacen algún que
otro comentario desafortunado. Ella nunca se vuelve aunque desearía que todos
estuvieran muertos. No necesitaba mirar para ver las muecas y los ademanes.
Cuando acude al café de Stella se encuentra con Jim Donell quien le dice que ha
oído rumores de que su hermana y ella se marchan. Mary lo niega y él le dice
que los vecinos estarían encantados de ayudarlas a empacar.
Las dos hermanas, Mary
Katherine y Constance, viven con su tío Julian, quien confunde la realidad por
momentos, y con un gato llamado Jonas. En el hogar de los Blackwood los días
discurrirían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia
murieron envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás…
Comentario: La
literatura universal siempre ha disfrutado de un amplio elenco de niños y
adolescentes realmente terribles. Recuerdo a Carrie de Stephen King, al Demian
de La profecía de David Seltzer; pero
Merricat ya está un poco talludita para mi gusto.
Merricat habla acerca de
si misma como una mujer lobo: sus dedos medio y anular son igual de largos, no
le gusta lavarse, ni los perros, ni tampoco los ruidos. Disfruta hablando con su hermana Constance y de su afición por las setas mortales como la Amanita phalloides, la oronja mortal.
La vida retirada de su
hermana, las pocas visitas que reciben y la hostilidad que les muestra todo el
pueblo prueban que hay algo oculto a la vista que subyace dentro del relato.
Curiosamente Merricat habla con la misma autoridad acerca de sus miedos sobre
los lugareños, de sus temores y de sus anhelos. Aparenta ser un cuento de hadas
de dos jóvenes viviendo solas en un castillo junto con su tío, pero pronto se
despliega como una trampa mortal. Tanto para la familia de ella, como para el lector.
Para Joyce Carol Oates «Shirley
Jackson da a su historia gótica una nota esencial de represión sexual (en la
novela es la comida la que tiene como función sustituir los deseos sexuales) y
venganza rapsódica; al mismo tiempo que Siempre
hemos vivido en el castillo se va desplegando de un modo inevitable y a la
vez inesperado, se convierte en un cuento de hadas, situado en Nueva
Inglaterra, de lo más malvado, con un “final feliz” que es tan irónico como
literal, la consecuencia de la brujería impenitente y un sacrificio terrible:
el de los otros.»
Este es un pueblo de
Nueva Inglaterra de “pequeñas casas sucias en la carretera principal”, un lugar
de absoluta fealdad y putrefacción cuyos habitantes están listos para atacar a
Merricat como una bandada de halcones. Parece que la hostilidad hacia los
Blackwood es previa al escándalo del envenenamiento: “La gente del pueblo
siempre nos ha odiado”.
El ser humano siente la
tentación de intentar controlar su entorno a través de símbolos manipulados de
bujería, ˗en este caso con objetos enterrados y un libro clavado en un árbol a
modo de advertencia˗ escogidos arbitrariamente y a menudo ineficaces.
Una vez leída me ha
quedado una especie de desilusión. Me esperaba algo más de la novela y de la
historia, aunque está bien narrada. Tal vez en la traducción se pierde algo.
BIBLIOGRAFÍA
Shirley Jackson, Siempre hemos vivido en el castillo, Minúscula, Barcelona, 2012.
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