(L469) Maldición eterna a quien lea esta páginas (1980)
Manuel Puig, Maldición eterna a quien lea estas páginas (1980)
Sigo comentado las
novelas de este interesante autor argentino, Manuel
Puig (1932-1990), cuya prematura muerte nos privó de seguir
disfrutando de su desbordante imaginación. La que os traigo hoy tiene un título
sugerente y trata, entre otros temas, de la dificultad que tenemos los seres
humanos para crear lazos de amistad.
Argumento:
Larry
está paseando al señor Ramírez en una silla de ruedas por la plaza Washington
de Nueva York. El señor Ramírez sufrió un colapso nervioso, una depresión. Se
acuerda de las palabras pero no de su significado. Larry ha estudiado Historia
y está sin trabajo; vive solo con su gato. El señor Ramírez no se acuerda del
pasado por eso toma notas todo el rato en el Hogar de ancianos donde vive. Se
siente muy viejo, tiene setenta y cuatro años. Larry vive precariamente en una vieja
casa de dos piezas. El señor Ramírez le pregunta a Larry por su padre a quien
añoraba de niño pero quien también le daba unas palizas tremendas.
Se dirigen a una
Biblioteca pública para que le den el carnet al señor Ramírez y pueda así leer
en sus ratos libres. Después de varias discusiones el señor Ramírez ha pensado
sustituir a Larry por una enfermera que le leerá por las tardes. Va a recibir
la visita de un Comité de Derechos Humanos.
Resulta que en el Hogar
van a despedir a la enfermera porqué espía a los pacientes. En otro de sus
paseos el señor Ramírez le pregunta a Larry por el deseo.
-“¿Usted quiere decir
la persona que realmente uno desea? Esa, la que lo noquea, esa… cuando se le
presenta, le hace retroceder un poco, el impulso sexual. Y uno queda como
atolondrado, ante ese objeto mágico, inalcanzable.
- Pero pronto lo
alcanza.
- No, nunca. Uno puede
conseguir a todas las otras sin ningún problema, pero queda siempre suspirando
por alguien más. La persona que realmente quiere, la que es mágica para uno, la
que le resolvería todos los problemas, y le colmaría todos los vacíos, y le curaría
todas las heridas, esa persona es casi inalcanzable, y uno se debilita a medida
que se le acerca”.1
El señor Ramírez
enferma y no puede salir a dar sus habituales paseos. Larry lo va a ver y le
pregunta que le explique lo que sepa de su pasado. La enfermera, con la que
Larry tuvo un encuentro sexual —o así al menos se da a entender— le explicó que
el señor Ramírez estuvo preso político. Mientras estaba en la cárcel, a su
familia le pusieron una bomba, muriendo su mujer, su hijo y su nuera. Él parece
que lo ha olvidado todo…
Comentario:
Fiel
a su estilo, en Maldición eterna a quién
lea estas páginas, el narrador es muy débil, casi inexistente. Lo único que
hace es presentarnos a dos personas hablando, durante casi toda la novela; este
narrador particular nos pone casi directamente frente a los personajes. Las
conversaciones, los recuerdos y las alucinaciones se suceden sin explicación
alguna de por medio. Por tanto debemos deducir, creer o suponer lo que ocurre
con los datos de que disponemos.
Vemos que entre los dos
protagonistas existe una dificultad para establecer los canales de mutua
confianza que acaben conduciendo al tan necesitado afecto. Los diálogos y
también los silencios revelan la interioridad de unos personajes en los que,
sin duda, reconocemos algo de nosotros mismos.
Aparecen los temas
presentes en casi todas las obras de Puig: las alusiones al mundo del Pop Art,
de Hollywood, sus galanes y sus vedettes, al mundo de las amas de casa
pueblerinas de primera mitad del siglo XX y los personajes intencionalmente
estereotipados del hombre, macho, trabajador, seductor y violento; la mujer
ingenua, soñadora, que se ocupa de la casa y vive para servir al marido; el
niño inteligente, apasionado, ignorante de todo menos de su orientación
homosexual.
Y su estilo
inconfundible en el que utiliza como elementos narrativos la conversación, el
chisme, las cartas, los folletines, las radionovelas, los anuncios
publicitarios, el cine. Cuando te habitúas a su forma de escribir lo acabas
encontrando fascinante y adictivo.
BIBLIOGRAFÍA:
Delfina Cabrera, La
traducción de la voz: Una lectura de Maldición eterna a quien lea estas páginas
de Manuel Puig, Universidad Nacional de La Plata, 2015.
Rogelio Demarchi, Una
lectura de Puig (3). Agotamiento, repetición y falla, Revista Crítica,
Santiago de Chile, 17/01/2013.
Manuel Puig, Maldición eterna a quien lea estas páginas, Seix Barral, Barcelona, 1980,
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