(L589) El caso Saint-Fiacre (1932)

George Simenon, El caso Saint-Fiacre (1932)

Sigo comentando lo más granado de la producción de George Simenon (1903-1989). Sus novelas policiacas me ayudan a desintoxicarme del trabajo, de este mundo obsesionado por la Covid y de otras lecturas más sesudas y exigentes. Vive Maigret!

Argumento: el comisario Maigret se aloja en la única fonda del pueblo. Se ha levantado a las cinco y media. “El comisario bajó. Una lámpara de petróleo iluminaba el comedor. Le habían puesto un cubierto en un rincón. Una gruesa rebanada de pan moreno. Olor a café de achicoria, leche hirviendo”. Va a ir a la primera misa en la Iglesia de Saint-Fiacre, el pueblo donde nació y donde está enterrado su padre. Cerca de las poblaciones de Moulins y Matignon.

Días atrás había recibido un anónimo en la Policía Judicial de París que decía: “Les comunico que se cometerá un crimen en la iglesia de Saint-Fiacre durante la primera misa del día de difuntos”. La policía de Moulins se había tomado la nota como una broma pesada y no le había dado importancia. “En París, les había sorprendido ver marchar al comisario”.

“¿Cuántos eran en aquella fantasmagórica reunión de personas semidormidas? Como mucho, unos quince. Sólo había tres hombres: el sacristán, el campanero y Maigret”. (...) “Pero ahora sólo miraba a la ocupante de la silla gótica. Apenas le veía el perfil. Le costó reconocer a la condesa de Saint-Fiacre”. Acaba la misa y las personas van saliendo. “Se había hecho de día. Una luz gris penetraba en la nave, atravesada por corrientes de aire. Quedaban tres personas. Dos. Se movió una silla. Sólo quedaba la condesa, y a Maigret se le crisparon los nervios de impaciencia. El sacristán, que había concluido ya su tarea, miró a la condesa de Saint-Fiacre. Por su rostro cruzó una duda. En ese instante se acercó el comisario. (...) Maigret impresionado, le tocó un hombro. Y el cuerpo, como si su equilibrio dependiese de una menudencia, se tambaleó; rodó por el suelo, inerte. La condesa de Saint-Fiacre estaba muerta”.

“¿Cómo podían haber cometido un crimen? ¡No se había oído ningún disparo! ¡Nadie se había acertado a la condesa! ¡Maigret no había apartado los ojos de ella en toda la misa! ¡No se veía sangre ni herida aparente!”.

Comentario: Maigret es un maestro en la “creación de ambientes” pero algo más torpe en la acción y en su resolución, por lo que sus novelas pueden parecer estáticas. Se puede oler el aroma del café de Marie Tatin en la fonda del pueblo mientras Maigret se arrebuja dentro de su abrigo en el amanecer de una fría mañana de invierno.

La acción se traslada al pueblo natal del comisario. La novela es un viaje nostálgico hacia el pasado, ya que el padre de Maigret había sido administrador de las propiedades de la condesa, a la que él veía con admiración cuando era un niño. Cuando vuelve al castillo de Saint-Fiacre, todo ha cambiado. Apenas reconoce a Marie Tatin, la posadera, con la que compartió juegos infantiles.

El capítulo de la cena final, al estilo de las novelas de Walter Scott, en que se descubre al asesino es verdaderamente antológico. Toda una delicia de sagacidad e inteligencia. Curiosamente no es Maigret quien lo descubre.

Las novelas de Simenon no son pretenciosas pero tampoco son banales. Su puesta en escena es magnífica y nos proporciona un agradable y reconfortante esparcimiento al lector.

BIBLIOGRAFÍA:

Pedro García Cuartango, Viaje al pasado del comisario Maigret, ABC, 13/02/2020.

George Simenon, El caso Saint-Fiacre, Editorial Tusquets, Barcelona, 1995.

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