(L590) Diario de un ladrón (1949)

Jean Genet, Diario del ladrón (1949)

Primera novela que os comento de Jean Genet (1910-1986). Un delincuente francés al que salvó la literatura. Después de pasar por varias cárceles francesas y con el peligro, por reiteración de delitos, de ser condenado a cadena perpetua, fue la intervención de intelectuales franceses, como Picasso, Sartre, Cocteau o Colette, pidiendo su indulto ante el presidente de la República lo que lo salvó.

Argumento: el escritor nos cuenta su experiencia como preso y ladrón. “En este diario no quiero ocultar las demás razones que me hicieron ladrón, la más simple de las cuales fue la necesidad de comer; sin embargo, en mi elección no intervinieron jamás la rebeldía, la amargura, la ira ni cualquier otro sentimiento parecido. Con maniático esmero preparé mi aventura como se prepara un lecho, una habitación para el amor: el crimen me enceló”.

“Los piojos eran inquilinos nuestros. Le daban a nuestra ropa una animación, una presencia que, cuando desaparecen, la dejan como muerta. Nos gustaba saber –y notar– cómo pululaban los traslúcidos bichos que, sin estar domesticados, eran tan nuestros que un piojo que no fuera de uno de nosotros nos daba asco. Nos los quitábamos, pero con la esperanza de que se abrieran las liendres en el día. Los aplastábamos con las uñas, sin sentir asco ni odio. No tirábamos el cadáver –o despojo– al vertedero, lo dejábamos caer, sangriento de nuestra sangre, en nuestra desaliñada ropa interior. Los piojos eran nuestro único signo de prosperidad, del anverso mismo de la prosperidad, pero era lógico que, al darle nuestro estado un giro que lo justificara, justificáramos al tiempo el emblema de ese estado. Los piojos eran valiosísimos, pues se habían convertido en algo tan útil para dar fe de nuestra insignificancia como lo son las joyas para dar fe de eso que llaman éxito. Eran a la vez nuestra vergüenza y nuestra honra”.

Durante el año 1932 estuvo mendigando en Barcelona, por las Ramblas y el barrio chino: “Detrás del Paralelo, había un descampado donde los maleantes jugaban a las cartas. (El Paralelo es una avenida de Barcelona paralela a las célebres Ramblas. Entre estas dos arterias, muy anchas, una muchedumbre de calles estrechas, oscuras y sucias forman el Barrio Chino). En cuclillas, organizaban timbas, colocaban las cartas sobre un trozo de tela o entre el polvo. En uno de los corros, estaba dando las cartas un gitano joven, y allí fui yo a jugarme los pocos céntimos que tenía en el bolsillo. No soy jugador. No me atraen los casinos lujosos. Me aburren los ambientes alumbrados con arañas eléctricas. Me da nauseas la afectada desenvoltura de los jugadores elegantes, y me desanima, en fin, la imposibilidad de influir en estas máquinas: bolas, ruletas, caballitos, pero me gustaban el polvo, la mugre, la precipitación de los maleantes”.

Comentario: aparte de su descarnada descripción del mundo de la homosexualidad, de la prostitución y del latrocinio, no dejan de ser curiosas sus andanzas por la península ibérica. De Barcelona a Cádiz y San Fernando, llega hasta Gibraltar. De Algeciras pretende pasar a Tánger, ciudad de espías y de traición. De vuelta va caminando por Murcia, Alicante y el Palmeral de Elche.

En el libro se nos ofrecen algunos datos fundamentales de su biografía, como la fecha de nacimiento y la condición de hijo expósito, abandonado por una madre prostituta, y confiado por la asistencia social a una familia de acogida.

El posicionamiento estético y moral de Genet se sitúa, pues, entre el horror de una afectividad irremediablemente perdida en el nivel familiar y social, por una parte, y el amor buscado obsesivamente a través de una homosexualidad voluntariamente elegida. Genet escribe desde la cárcel, o dicho de otro modo, la cárcel convierte a Genet en escritor. El aislamiento, la soledad del encarcelamiento, el mundo infesto de las cárceles a las que es destinado desde su adolescencia por pequeños delitos.

En Genet asistimos a una rara voluntad por convertir de forma mágica el mal en bien, el vicio en virtud, una obsesión por la alquimia de la expresión literaria. El mal es la única soberanía, un mal asumido en tanto que bien supremo posible. Su prosa consigue convierte la soledad, el mundo de la marginalidad, y sobre todo la traición en algo estéticamente hermoso y digno de ser contado.

BIBLIOGRAFÍA

Jean Genet, Diario del ladrón, RBA, Barcelona, 2010.

Vicent Minguet, El Journal du Voleur de Jean Genet: una experiencia sin voluntad de recepción, La Torre del Virrey. Revista de Estudios Culturales ISSN 1885-7353 Nº 21, 2017/1.

Peio H. Riaño, Jean Genet, castrado por la censura, El Público, 05/01/2011.

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