(L660) La Eneida (-19 a.C.)

Virgilio, La Eneida (-19 a.C.)

El estupendo poema de Virgilio (70 a.c – 19 a.c), que compuso durante aproximadamente los once últimos años de su vida, se compone de doce libros de los que os voy a hacer un pequeño resumen. Lo he leído en la traducción del sacerdote toledano don Gregorio Hernández de Velasco (1525-1586), coetáneo de Santa Teresa, pues debió vivir hasta poco antes de 1586. La Eneyda de Publio Virgilio Marón, príncipe de los poetas latinos, traducida en octava rima y en verso castellano por el doctor Gregorio Hernández de Velasco, se publicó por primera vez en Toledo el año 1555. Tiene el interés de haber sido leída por Cervantes, alabada por Lope de Vega, y por otros autores clásicos, además de resultar su traducción bastante lograda. La hizo en verso en endecasílabos blancos las partes narrativas y en octavas los discursos.

Argumento: Eneas, la noche aciaga del asalto destrucción de Troya por los griegos, consigue escapar llevándose consigo los Penates troyanos (dioses domésticos), acompañado por su hijo Ascanio, por su padre Anquises y por un grupo de amigos y seguidores, hombres y mujeres. Desde el primer momento les asiste la protección de la diosa Venus, madre de Eneas; pero tampoco les abandona nunca la enemistad de Juno, la divina y vengativa esposa de Júpiter. Durante siete largos años los fugitivos troyanos navegan errando por los mares en busca de la nueva patria donde aposentarse, prometida por el Hado. A la vista ya de la tierra de lo que hoy conocemos como Italia, una gran tempestad los hace naufragar y arroja a Eneas y parte de sus troyanos en las costas norteafricanas, justamente en el lugar donde se está construyendo la ciudad de Cartago, la futura y más temible rival de la futura Roma. La reina fundadora de Cartago es la fenicia Dido –otra fugitiva como Eneas desposeída de su reino por su propio hermano, asesino a su vez del amado esposo–, quien acoge hospitalariamente a Eneas (Libro I).

En la sobremesa de un suntuoso banquete que ofrece la reina de Cartago a sus huéspedes, accediendo a una demanda de Dido, Eneas cuenta prodigiosamente la destrucción de Troya, la difícil huida de la ciudad en llamas, la desaparición de su esposa troyana, Creúsa, que perece o desaparece en medio de la confusión (Libro II).

¿Quién había que de griegos no temiese?

Témolos siempre y más cuando dan dones.

aut aliquis latet error; equo ne credite, Teucri.

quidquid id est, timeo Danaos et dona ferentis.

Con bastantes detalles cuenta luego el héroe troyano cuáles han sido los mares recorridos y los lugares en que él y sus compañeros han desembarcado (en Tracia, en Creta y otras islas, en el Epiro, en Sicilia), demorándose en ellos más o menos tiempo, y las sobrehumanas fatigas que han sufrido en esa dificultosa odisea de siete años acosados siempre por la aversión de Juno, desde que se embarcaron en las costas de la Tróade hasta que han llegado a Cartago (Libro III).

¡Oh hambre de dinero! ¿A qué no incita tu violencia sacrílega y maldita?

Quid non mortalia pectora cogis, auri sacra fames?

En Cartago hace su aparición el Amor. El dios Cupido, enviado por su madre Venus, toma la forma de Ascanio, el joven hijo de Eneas; le abraza la reina y se enamora perdidamente del héroe troyano. Durante una cacería se desencadena una aparatosa tormenta; Eneas y Dido se refugian en una cueva: para Dido, ya no se trata de un amor furtivo, sino de un verdadero matrimonio con Eneas. El amor que liga al héroe troyano con la hermosa reina de Cartago le desvía de su fatídica empresa y retrasa la prosecución de su viaje. Júpiter envía entonces al dios mensajero, a Mercurio, cerca de Eneas para recordarle cuál es su única y esencial misión, y Eneas, casi a escondidas, se hace nuevo a la mar. Dido, desesperada al ver que Eneas la abandona, se da muerte con la espada de su amante (Libro IV).

Eneas, invadido por una gran tristeza, se aleja de Cartago. Los troyanos desembarcan en Sicilia, donde les acoge amistosamente el hospitalario Acestes, que era también de origen troyano. Allí, en el aniversario de Anquises (que había muerto un año antes en el siciliano puerto de Drépano) se celebran solemnes juegos en su honor. Eneas parte luego para Italia; más, antes de tocar tierra, Palinuro, el piloto de la flota troyana, cae al mar; aunque no se ahoga, muere asesinado después de haber conseguido llegar a la orilla. Los vientos llevan las naves de Eneas a las riberas de Cumas. (Libro V). Allí, Eneas, visita a la Sibila –adivina y sacerdotisa de Apolo–, que no sólo le confirma definitivamente que llegará al Lacio, y allí se establecerá, sino que le acompaña y guía en su viaje al Infierno (paralelismo con el descenso al Hades de Ulises en el Canto XI de la Odisea) y a los Campos Elíseos, donde Eneas habla con las sombras de los muertos conocidos y contempla las almas, que aún no han salido al mundo, de quienes harán la historia romana, desde los reyes albanos y el mismo Rómulo hasta el propio emperador Augusto. Eneas regresa a la superficie de la tierra y se embarca de nuevo (Libro VI).

El héroe troyano y los suyos llegan finalmente a su anhelado destino: las orillas del río Tíber. Latino, el rey del Lacio, recibe a los troyanos y promete a Eneas, de acuerdo con un viejo oráculo, darle por esposa a su hija Lavinia, que la reina Amata había ya antes prometido a su sobrino Turno, rey de los rútulos (problemas a la vista). Por este motivo –Lavinia es una simpática contrafigura de la Helena homérica–, y por designio de Juno, que por su propio mano abre las herradas puertas del templo de Jano, Italia entera se pone en pie de guerra. (Libro VII). En favor de Eneas está el rey Evandro, prófugo de Arcadia que tiene su morada en el Palatino. Del lado de Turno está el feroz Mezencio, príncipe etrusco, y la doncella Camila. La diosa Venus, preocupada por la suerte de su hijo, pide a su esposo Vulcano, dios del fuego, que fabrique unas buenas armas para Eneas. Se las forjan los Cíclopes en la fragua de Vulcano y la propia Venus baja a la tierra para entregársela al héroe troyano. En el escudo están grabado los más salientes hechos históricos de los romanos: en lugar preferente y con mucho detalle la victoria naval de Accio. Eneas, en un gesto pleno de simbolismo, al echarse al hombro el escudo, carga sobre su persona con toda la historia de Roma (Libro VIII).

Mientras Eneas se ausenta del campamento en busca de apoyos en tierra de etruscos, el rútulo Turno ataca. Episodio de Niso y Euríalo: estos valientes jóvenes pretenden, amparados en la oscuridad de la noche, atravesar el campo enemigo y llegar a donde está Eneas, para informarle de la difícil situación del campamento troyano, que está a las órdenes de Ascanio, el hijo de Eneas. Los dos valientes jóvenes perecen en la empresa. Turno ataca y a punto está de tomar el campamento de Ascanio; pero, al final, tiene que huir para salvarse, armado y todo, se arroja al Tíber que le devuelve sano y salvo al campo de los rútulos (Libro IX).

Se reúne el Consejo de los dioses en el Olimpo: Venus, favorecedora de los troyanos, y Juno, su enemiga, exponen ante la divina asamblea sus encontrados puntos de vista. Júpiter decide que el Hado se cumpla. Vuelve Eneas al campamento troyano. Palante, hijo de Evandro, que simboliza el apoyo de los árcades, muere luchando contra Turno. Se conduele profundamente Eneas y contraataca. Lucha contra las fuerzas de Mezencio, a cuyo bondadoso hijo Lauso, contra lo que era su íntimo deseo, mata Eneas. Mezencio, a caballo, le desafía, pero el etrusco es muerto también por el troyano (Libro X). El rey Latino, propone una paz de compromiso. El etrusco Arrunte, que está de parte de Eneas, da muerte a la valerosa Camila (Libro XI).

La derrota infligida a su ejército hace que Turno se decida a aceptar el combate singular con Eneas. Entretanto, desafortunadamente, se ha trabado un combate general con muchos muertos por ambas partes. La reina Amata, esposa de Latino y tía de Turno, creyendo que éste ha perecido en la batalla se quita la vida. Por último, Turno, abandonado de los dioses, es herido por Eneas, que está dispuesto a perdonarlo; pero el troyano ve que el herido rey de los rútulos lleva puesto el tahalí de Palante, que Turno le había quitado cuando acabó con su vida. Eneas, en un arrebato de cólera, pone fin a la vida de Turno (Libro XII).

Fresco del Palazzo del Magnifico en Siena, Fuga de Troya de Girolamo Genga - 1507-1510. 

Comentario: inspirada en La Odisea y la Ilíada de Homero la obra busca glorificar a Roma y trata de darle un origen épico y troyano realzando los ideales augustos.

Ya los mismos antiguos sabían que la Eneida era algo así como un compendio romano de las dos grandes epopeyas homéricas: los seis primeros libros del poema de Virgilio constituían una especie de Odisea y los otros seis no eran otra cosa que una transposición a la tierras de Italia de los combates librados ante las murallas de Troya cantados en la Ilíada.

“En la Eneida el protagonista no es Augusto: el protagonista es un personaje legendario, Eneas, lejanísimo progenitor de la familia Julia, a la que Augusto pertenece, fundador, antes de la existencia histórica de Roma, del Estado romano. La Eneida es la epopeya de la lenta, tortuosa y difícil empresa de fundar un pueblo y construir un Estado llevada a cabo por un hombre providencial. Eneas, por tanto, era para los coetáneos de Virgilio, como para él mismo, la figura de Augusto”.

Es una obra universal por su narración y su musicalidad que desde entonces es considerada como modelo de perfección literaria. En su obra La Divina Comedia (1321) Dante convirtió a Virgilio en su guía a través el infierno y el purgatorio, además de considerarlo su maestro. También Hermann Broch en su obra La muerte de Virgilio (1945) cree que La Eneida es uno de los máximos hitos de la cultura occidental.

No es una lectura fácil. Acometer semejantes empresas siempre se ha de hacer desde la humildad y la paciencia, hay que darse tiempo, aquí las prisas no valen, es más, son contraproducentes. Nuestro esfuerzo se verá recompensado. Como decía Platón/Lledó “Lo bello es difícil”.

Comento muy de pasada la problemática del llamado «libro XIII de la Eneida», obra del humanista italiano Maffeo Vegio (1407-1458) que tuvo éxito y difusión internacional. Tal vez no pretendía Vegio, como suele decirse, completar la epopeya de Virgilio por considerarla artísticamente inacabada, sino simplemente imitarla.

BIBLIOGRAFÍA

Massimo Caruso, La primera traducción impresa completa de la Eneida de Virgilio realizada por Gregorio Hernández de Velasco, Tesis Doctoral, Università Degli Studi di Padova, 2016.

Isabel Ibarra Bonet, Construcción y representación del romano ideal en la Eneida de Virgilio: aspectos éticos, religiosos, políticos y culturales, UOC, 16/02/2012.

Donald Mac Grady, Cultismos en la Eneida de Hernández de Velasco, CVC, Thesaurus, Tomo XXVIII, número 2, (1973).

Liliana Ramos Cruz, Virgilio y los límites del poder, Tesis Doctoral, Salamanca, 2019.

Virgilio, La Eneida, Planeta, Barcelona, 1989 (3ª edición).

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