(L513) Libro de las categorías de las naciones (1068)

Şā’id al-Andalusī, Libro de las categorías de las naciones (1068)

La vida de Şā’id al-Andalusī se desarrolló en una época de inestabilidad política en la España islámica. Tras la muerte del excepcional militar y hábil estadista Ibn Abī ‘Āmir, el legendario Almanzor del Romancero, ocurrida a comienzos del siglo XI, se produjo un enfrentamiento civil o fitna que culminaría con la fragmentación del califato omeya de Córdoba y la aparición de pequeños Estados gobernados respectivamente por beréberes, eslavos o andaluces, es decir, los llamados reinos de taifas.

Abu-l-Qaim ibn Şā’id, llamado posteriormente Şā’id al-Andalusī (1029-1070),  es decir, el andaluz o español, por las fuentes árabes orientales, al parecer descendía del notable linaje árabe de los Taglib. Su familia procedía de Córdoba, de donde huyó durante la guerra civil a Almería, próspera ciudad comercial y primer puerto de Al-Ándalus.

Hacia los diecisiete años se instaló, después de viajar por al-Ándalus, definitivamente en Toledo donde completó su formación intelectual con excelentes maestros, según nos informa el propio Şā’id en su obra Tabaqāt al-uman. Entre ellos hay que destacar al ilustrado juez de Talavera Ibn al-Waqqašī, natural del pueblo toledano de Huecas, que murió en Denia el 1096, tras haber sobrevivido largos años a su discípulo.

A través de diversas fuentes, fundamentalmente judías, podemos reconstruir su labor científica en cuanto astrónomo. Contribuyó de manera decisiva a la elaboración de las renombradas Tablas Toledanas (foto) (Tablas astronómicas que predecían los movimientos de los astros: fases de la luna, eclipses, en el momento y en años futuros) junto con su compañero de investigación Walad al-Zarqiyāl (Azarquiel).

Şā’id al-Andalusī hizo una valiosa aportación personal a la ciencia medieval como historiador de la ciencia en esta obra que os traigo: Tabaqāt al-umam. Sus biografías de matemáticos, astrónomos y médicos han representado en el pasado, y siguen representando también hoy, un instrumento bibliográfico imprescindible para el estudio de la ciencia antigua y medieval, en particular de la India, Grecia y el Islam medieval, tanto oriental como occidental.

Consideremos ahora la aportación de Şā’id como jurista. Su competencia en este campo debió ser grande, pues tuvo un evidente reconociendo público al ser nombrado juez de Toledo por el rey Yhyā ibn Ismā’īl al-Ma’mūn.

En tercer lugar hay que referirse a Şā’id como historiador, Consta que escribió una Historia universal y quizá también una Historia de Al-Ándalus, que no se han conservado. Por lo que solo se puede valorar por su única obra trasmitida, Tabaqāt al-uman.

Desde la aparición del Islam, los árabes se interesaron pronto por la historia. La narración de la vida del profeta Mahoma (Muhammad) y de las primeras hazañas conquistadoras de las tropas musulmanas debió prender con fuerza, como atestigua su huella en la literatura popular y en el folklore. El desarrollo cultural del Islam y la necesidad de garantizar la veracidad de las tradiciones referidas al Profeta exigieron más adelante una mayor cautela en la transmisión de las fuentes, con la consiguiente mejora de la historiografía.

Fuentes: pueden señalarse 12 fuentes orales utilizadas en las Tabaqāt, entre ellas algunas tan relevantes como el célebre farmacólogo toledano Ibn Wāfid; Ibn al-Bagūniš, médico famoso y discípulo de Ibn Ŷulŷul; Abū-l-Fadl Hašday, científico de ilustre familia sefardí. En total de obras citadas por Şā’id supera las 165. En la mayoría de los casos estas referencias se reducen al enunciado del título, algo normal en este género historiográfico.

Şā’id utiliza como método en su obra el género historiográfico de las generaciones o Tabaqāt, un método típicamente islámico y de uso frecuente en el ámbito de las biografías. El cadí toledano se muestras en el libro respetuoso con las diversas creencias religiosas y tiene una concepción de la ciencia de origen helénico que podemos calificar de “moderna”. Por ello, se desentiende aquí de las “ciencias religiosas” (ulūm al-šarī’a), es decir la teología, la exégesis coránica, el derecho islámico y las tradiciones.

SINOPSIS

La estructura de las Tabaqāt al-umam es la propia de una historia universal de las ciencias. Intento demasiado ambicioso, sin duda, para un sabio del siglo XI, pero cuya audacia encierra también la grandeza de un pionera intelectual que se atreve a trazar, a pesar de las lagunas documentales, un panorama de la ciencia como totalidad orgánica y planetaria desplegada en lejanos espacios geográficos y en muy diversos periodos históricos. Se le podría considerar como el primer historiador universal de la filosofía y de las ciencias.

En el capítulo primero habla de la existencia de siete grandes naciones, al principio de los tiempos, con lengua y gobierno propios cada una de ellas: persas, caldeos, griegos-romanos, coptos, turcos, indios y chinos. Esta división de la humanidad primitiva procede del historiador y geógrafo árabe del siglo X al-Mas’ūdī.

El libro abre con la importante afirmación: “Todos los hombres pertenecen a una única especie humana”. Por lo que se excluye todo prejuicio racista, aunque Şā’id no deja de reconocer diferencias entre los humanos que “se distinguen por tres cosas: las costumbres, el aspecto físico y la lengua (al-luga)”.

En el capítulo segundo clasifica en estas dos categorías a las diversas naciones: a) aquellas que han cultivado las ciencias y b) aquellas que no las han cultivado. Son ocho los pueblos que han creado y hecho avanzar las ciencias: indios, persas, caldeos, griegos, romanos, egipcios, árabes (orientales y andalusíes) y hebreos. Tales pueblos son “la parte más selecta de todas las criaturas de Dios altísimo”, han concentrado sus energías “en adquirir las virtudes raciones del alma constitutivas de la especie humana”.

En el capítulo tercero se refiere Şā’id a las naciones que no cultivaron las ciencias. Entre ellas destaca a los chinos (cuidado con meterse con ellos), “la nación más numerosa del mundo”, que sobresale en “el dominio de los trabajos manuales y de las artes pictóricas”, y a los turcos, en quien reconoce como “los mejores guerreros y jinetes”.

La causa principal del desinterés de muchas naciones hacia la ciencia radica para él en su situación geográfica, así les ocurriría, por ejemplo, a los países nórdicos, debido a su clima frío, y a los países próximos a la zona ecuatorial por su excesivo calor. Sólo florecen las ciencias en la zona templada del planeta. Sin embargo el condicionamiento geográfico no es una ley física por lo que añade que hay pueblos como los gallegos y los beréberes que están asentados en zonas geográficas favorables y sin embargo no cultivan la filosofía.

Es evidente que el desarrollo urbano, el crecimiento económico, la estructura social, el incremento de los intercambios comerciales, la forma de gobierno, los avances técnicos y el tipo de organización religiosa son factores que influyen en la aparición y progreso de las ciencias. Şā’id no entra en el detalle de esta explicación más compleja y profunda, pero, con buen sentido, deja la puerta abierta a ella.

Como competente historiador de la ciencia y notable científico, Şā’id al-Andalusī alcanzó su máximo nivel en las páginas que le dedicó a la ciencia en al-Ándalus en las Tabaqāt. En ellas manejó numerosas fuentes escritas y también testimonios orales que, unido a su conocimiento directo de la historia de al-Ándalus, le permitieron una fiel reconstrucción de la ciencia hispano-musulmana. (Foto: astrolabio de Ibn Şā’id al-Sahlī al-Asturlābī. Museo Arqueológico Nacional).

El capítulo que trata de las contribuciones científicas de al-Ándalus es el más importante e informativo por su riqueza y originalidad. La información contenida en él acerca del desarrollo de las matemáticas, la astronomía y la medicina en al-Ándalus, en especial en Toledo, Zaragoza y Valencia, durante los siglos X y XI, no se encuentra por lo general en ninguna otra fuente.

Sin pretender ser exhaustivo cito solamente los más importantes:

 

Árabes de al-Ándalus:

‘Ubayda al-Layţi (conocido como Şāhib al-Qibla).

Yahyā ibn Yahyā (conocido como Ibn al Samina).

Abū l’Qāsim (conocido por al-Tunayz).

Abū l-Qāsim Maslama (conocido como al-Maŷrītī).

Ibn al-Samh.

Alī al-Kirmānī.

Abū Muslim ‘Umar ibn Ahmad ibn Jaldūn.

Abd Allāh ibn Ahmad al-Saraqustī.

Ibn al-Waqqašī.

Walad al-Zarqiyāl (Azarquiel).

Sa’īd ibn Hazm.

Ibn Sīda (el ciego).

Muhammad ibn Tamlīj.

Muhammad ibn ‘Abdūn al-Yabalī.

Sulaymān ibn Hassān (conocido por Ibn Ŷulŷul).

Muhammad ibn al-Bagūnis.

Yahyā ibn Wāfid (Abenguefith).

Ibn Zuhr (Avenzoar).

Ibn Hayyán al-Qurtubi.

 

Sefardíes de al-Ándalus:

Hadāy ibn Şaprūt.

Menahem ibn al-Fawwāl.

Marwān ibn Ŷannāh.

Sulaymān ibn Yahyā (Ibn Gabirol).

Abū l-Fadl ibn Hasday.

Semuel ibn Nagrella.

 

Los siglos X y XI representan una fase inicial de la filosofía andalusí, que alcanzará su Siglo de Oro durante el siglo XII con pensadores de la importancia histórica de Ibn Bāŷŷa (Avempace), Ibn Tufayl (Abentofail), Ibn Rušd (Averroes) y Maimónides. Los principales méritos de la obra serian:

a) La documentación histórica que aporta y por su minuciosidad en la búsqueda de la doble raíz de la filosofía andalusí: la ciencia griega y las corrientes teológico-especulativas islámicas.

b) La inclusión de los filósofos sefardíes juntos a sus compatriotas los filósofos musulmanes cuya lengua mayoritaria y científica, el árabe, usaron siempre en sus obras desde Ibn Gabirol a Maimónides.

c) Su referencia al primer filósofo en la historia de al-Ándalus, Ibn Masarra.

d) La breve pero valiosísima información sobre Ibn Gabirol, que siempre fue un desheredado, a quien no cita Maimónides en su Guía de perplejos por haber sido expulsado de la comunidad judía de Zaragoza.

e) La amplia biografía que le dedica a Ibn Hazm de Córdoba.

f) El elogio del joven Abū-l Fadl Hasdāy, de origen judío, por su sólida formación literaria y científica.

La recepción del legado científico griego es el dato fundamental en todo este período de formación y marcará con carácter permanente a los sabios andalusíes en su conjunto.

El progreso científico no es producto del azar, ni conquista de un individuo aislado e ignorante de la tradición sino fruto del trabajo de un grupo de hombres de ciencia en condiciones favorables de investigación. Şā’id subraya este aspecto al reflejar la constitución de escuelas en torno a un maestro y al precisar más adelante su posterior distribución geográfica y su renovación generacional.

Como dice Şā’id en su libro: “Las capitales de las taifas se convirtieron, progresivamente, en verdaderos centros intelectuales. En lo que se refiere a la difusión de esas ciencias y a la libertad que existía para estudiarlas, creo que es el mejor momento que ha conocido nunca Al-Ándalus”.

Recepción de la obra: las Tabaqāt alcanzaron muy pronto el reconocimiento unánime de los historiadores árabes (en occidente quedó olvidado) como fuente fidedigna de la ciencia andalusí. Sin embargo, también tienen sus lagunas consistentes las principales en omitir algunos importantes hombres de ciencia andalusíes, como los médicos del siglo X ‘Arīb ibn Sa’īd, autor del primer tratado andalusí sobre obstetricia, ginecología y pediatría, y Abū-l-Qāsim al-Zahrāwī (Abulcasis), muy influyente en el Occidente cristiano, e Ibn Mu’ād al-Ŷayŷānī, un matemático de primer orden.

BIBLIOGRAFÍA

AA.VV., La Medicina en el al-Ándalus, Junta de Andalucía, Granada, 1999.

Şā’id al-Andalusī, Historia de la filosofía y de las ciencias o libro de las categorías de las naciones (Kitāb Tabaqāt al-umam), Editorial Trotta, Madrid, 2000.

Eloísa Llavero Ruíz, El cadí Şā’id de Toledo. Primer historiador de la filosofía y de las ciencias en el mundo árabe, Separata de Anales Toledanos, Volumen XXIV, páginas 7-29, Toledo, 1987. (Traductora del Tabaqāt al-umam que comento).

Andrés Martínez Lorca, Said al-Andalusí: una evaluación del papel de la investigación y la ciencia en al-Ándalus y en el mundo, Conferencia Internacional “The Dialogue of Three Cultures and our European Heritage”, Toledo, 3 de septiembre de 2007.

Juan Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España, Acantilado, Barcelona, 2013. 

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